Putin no quiere ni oír hablar de soldados europeos en Ucrania
El 'no' del Kremlin choca con las intenciones de mandatarios de la Unión Europea y de Zelenski, que quieren para que velen por un futuro alto el fuego
MoscúRusia ha dejado claro por tierra, mar y aire que no quiere ni oír hablar de tropas extranjeras en territorio ucraniano. Pese a que Donald Trump asegurara ante Emmanuel Macron que era una cuestión que había comentado con Vladimir Putin y que el presidente ruso había estado de acuerdo, enseguida el Kremlin salió a desmentirle. Si nos ceñimos a las declaraciones públicas de sus dirigentes ya los antecedentes de los últimos más de 15 años, la negativa de Rusia al despliegue de soldados occidentales en suelo ucraniano es casi existencial.
En los últimos días, la insistencia de Volodímir Zelenski a la hora de pedir garantías de paz y la respuesta europea en forma de una fuerza militar que vele por un futuro alto el fuego ha recibido un no impasible pero contundente de Moscú. Quien lo ha repetido ha sido Sergei Lavrov, el ministro de Exteriores, conocido coloquialmente como "el doctor No" por su costumbre de rechazar taxativamente iniciativas occidentales. "No sería más que una incitación del régimen de Kiiv a una guerra contra nosotros", aseguraba Lavrov, y añadía que "nadie" les había preguntado por esta posibilidad. Para el ministro se trata de una idea "inaceptable" que solo alimentaría el conflicto y interrumpiría cualquier diálogo. A su juicio, de este modo "no se abordarían las causas fundamentales" que generaron la guerra, es decir, "el intento de arrastre de Ucrania a la OTAN".
Rusia siempre ha defendido que una de las razones para invadir Ucrania había sido la voluntad del país vecino de integrarse en la Alianza Atlántica. El miedo a la expansión de la OTAN hacia el este ha sido un argumento recurrente de la política exterior rusa desde los años 90, que sostiene que los países occidentales prometieron que no extenderían su área de influencia. En el caso concreto de Ucrania, las quejas de Putin se remontan al 2008. En la cumbre de la OTAN de Bucarest, con el presidente ruso de invitado, se llegó a un compromiso muy vago para que Ucrania y Georgia acabaran entrando en la alianza sin ponerle fecha. Esto enervó al líder del Kremlin, que lo describió como una "amenaza directa" para su seguridad. También en aquella ocasión hizo un comentario en privado a George W. Bush que presagiaría la agresión que entonces nadie sospechaba: "Ucrania no es ni siquiera un país". Sólo unos meses después, las fuerzas rusas se apoderaron de las regiones georgianas de Osetia del Sur y Abjasia y establecieron regímenes títere.
En 2014, Putin volvió a blandir el argumento de la proximidad de las fronteras de la OTAN para justificar la anexión de Crimea tras la revuelta de Maidan. "Cuando la infraestructura de un bloque militar se está moviendo hacia nuestras fronteras, nos provoca algunas preocupaciones y preguntas", explicaba el presidente ruso, que añadía: "Si no hacemos nada, en algún momento la Alianza Atlántica arrastrará a Ucrania y dirá que nada tiene que ver con nosotros". La dimensión histórica del sacrilegio que, a su juicio, habría supuesto esta situación queda resumida en la siguiente afirmación: "Los barcos de la OTAN habrían atracado en la ciudad de la gloria de la marina rusa, Sebastopol".
Más tambores de guerra
También los expertos militares rusos descartan que el Kremlin acabe aceptando la presencia de tropas extranjeras en territorio ucraniano aunque sea a cambio de concesiones. Dmitri Trenin, miembro del Consejo de Política de Defensa y Exterior ruso, cree que el envío de soldados europeos sin un acuerdo conduciría a "un conflicto militar directo e inmediato" con Rusia y espera que los gobernantes occidentales "lo tengan en cuenta antes de que sea demasiado tarde".
Pese a la retórica de la paz de los dirigentes rusos, los tambores de guerra siguen sonando y muchos analistas ya apuntan a un enfrentamiento probable con la Unión Europea en un futuro no muy lejano. En la prensa oficialista, otro experto militar, Ígor Korotchenko, señala que "las fuerzas armadas rusas deben estar preparadas para un posible conflicto militar con la OTAN en Europa en la próxima década", mientras que el general Anatoli Kulikov, exministro del Interior, hace este pronóstico para el momento en que llegue a la paz. la guerra".
La duda es si, pese a la aparente intransigencia, Moscú se verá obligado a ceder en este u otros puntos si se llega a unas negociaciones. Una de las opciones que hay sobre la mesa es que las tropas desplegadas en Ucrania no sean europeas. Turquía, que tiene el segundo mayor ejército de la OTAN y que ha acogido la segunda ronda de contactos, ya ha ofrecido a sus soldados en Rusia y el Kremlin no ha sido tan contundente a la hora de rechazarlos. Se limitó a decir que "no es una prioridad". Donald Trump también planteó que el contingente pudiera estar integrado por militares brasileños o chinos, pero, por ahora, Luiz Inácio Lula da Silva lo ha descartado, mientras que desde China nadie se ha pronunciado allí.
A diferencia de Trump, que dice lo que piensa y suele hacer lo que piensa, el presidente ruso utiliza las palabras como una mercancía más. Pronto sabremos si la negativa radical a aceptar tropas extranjeras en Ucrania era innegociable o estaba también a la venta.