Supremacistas blancos, ultraderechistas y conspiranoicos: la vanguardia de Trump

Entre los primeros cargos imputados a 13 detenidos no está el de terrorismo

Sònia Sánchez
y Sònia Sánchez

PeriodistaEl hombre que fue fotografiado con los pies sobre el escritorio de Nancy Pelosi, la portavoz demócrata de la Cámara de Representantes, fue detenido el viernes en su estado natal de Arkansas, donde había podido volver tranquilamente después de haber participado en el asalto al Capitolio del miércoles. Se llama Richard Barnett, pero se hace llamar Bigo, tiene 60 años y al salir del Capitolio mostraba orgulloso a las cámaras un sobre personal de Pelosi que se había llevado del despacho: "No lo he robado, he dejado una moneda de 25 céntimos en el escritorio, aunque ella no lo vale", dijo al New York Times.

Según varios medios, Bigo Barnett se identificaba como "nacionalista blanco" en las redes sociales. Una definición que comparten muchos de los que irrumpieron ese día en la sede de la democracia norteamericana, algunos de ellos fuertemente armados. Lonnie Coffman, un hombre de Alabama, fue detenido con dos armas encima y 11 cócteles molotov en su vehículo, y Christopher Alberts, de Maryland, llevaba dos pistolas de calibre medio y numerosa munición, según informó el departamento de Justicia estadounidense.

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Entre los primeros cargos imputados por la fiscalía federal a 13 de los detenidos no está, por el momento, el de terrorismo. La mayoría están acusados de entrada ilegal, disturbios violentos y, en el caso de Bigo, por ejemplo, robo de propiedad pública. Con todo, desde el mismo día del asalto, expertos y políticos de los dos partidos piden tratar los hechos como un caso de terrorismo interno, teniendo en cuenta no solo la violencia empleada por algunos de los asaltantes sino su conexión con grupos supremacistas.

"El supremacismo blanco y la extrema derecha son ahora las amenazas terroristas transnacionales más crecientes que afronta nuestro país", advertía hace más de un año en el Congreso el profesor Brian Levin, del Centro para el Estudio del Odio y el Extremismo de la Universidad Estatal de California San Bernardino. En declaraciones al ARA, Levin define a los asaltantes del Capitolio como "una mezcla de individuos que incluye seguidores de Trump, negacionistas de los resultados electorales, seguidores del movimiento Liberate (la insurrección instigada por el propio Trump en su Twitter contra las restricciones de covid-19 al grito de "liberad" los estados), alt-right (derecha alternativa), nazis, neoconfederados, conspiracionistas, seguidores de Proud Boys y de Qanon, insurreccionistas de la Segunda Enmienda (la que defiende las armas) y groypers "(activistas de ultraderecha y supremacismo blanco que actúan como trols en internet).

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Los Proud Boys -a los que el presidente Trump dijo "retrocedid y quedaos a la espera" durante un debate presidencial de la campaña- son un "grupo neofascista intolerante que antes enfocaba sus prejuicios contra los musulmanes, los inmigrantes, los progresistas y las mujeres, pero que recientemente ha derivado hacia un cada vez más abierto antisemitismo y racismo antinegros", dice Levin. El grupo nació formalmente en 2016, el año en el que Donald Trump ganó las elecciones, creado por Gavin McInnes, cofundador del grupo Vice Media, del que había salido en 2008 por "diferencias creativas". Este grupo de ultraderecha y exclusivamente masculino formaba parte de la manifestación neonazi Unamos la derecha que en 2017 en Charlottesville terminó con una mujer muerta, atropellada deliberadamente por un supremacista blanco, unos hechos a los que Trump respondió defendiendo que había "gente muy maja en ambos bandos". Los Proud Boys tienen un número creciente de miembros que, según el experto, oscila entre "los muchos cientos o los pocos miles".

Un 8% apoyan el asalto

Pero la milicia de ultraderecha quizás más peligrosa son los Boogaloo Boys, que buscan el conflicto armado y que también han crecido recientemente de una forma preocupante: "Un 10% de los estadounidenses se identifican como parte de Boogaloo en busca de una 2ª Guerra Civil, y aproximadamente una cuarta parte conoce a alguien que lo es, según un estudio de noviembre-diciembre de 2020", decía ayer David Malet, de la Escuela de Asuntos Públicos de la American University, en un tuit en el que añadía que "esto es consistente con la encuesta de Marist que dice que un 8% [de estadounidenses] apoya el ataque al Capitolio".

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Algunos de los protagonistas más visibles del asalto, como el hombre del sombrero vikingo y la cara pintada de azul o el que lidera la turba que entra en el edificio desafiando a un solitario e impotente policía negro, son seguidores declarados de Qanon, una teoría según la cual Donald Trump lidera una batalla contra un círculo de seguidores de Satán y traficantes sexuales de niños formado por miembros del Partido Demócrata, de la élite de Hollywood y magnates como George Soros. Una teoría conspiratoria ampliamente difundida en internet con la ayuda de trols rusos y que "se parece a antiguas mentiras que incorporaban los judíos, aunque muchos de los adeptos a Q llevan el antisemitismo al extremo", explica Levin.

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El MAGA, movimiento masivo

Pero el movimiento MAGA (acrónimo de Make America Great Again), que apoya al presidente Trump y que nutrió la gran marcha que terminó en el Capitolio el miércoles pasado, es mucho más grande y va mucho más allá del extremismo ultraderechista. Une una gran diversidad de votantes que se sienten abandonados por Washington, que se definen como "patriotas" y que ahora se han creído las denuncias de fraude electoral de Trump (el 66% de los republicanos apoya el discurso post-electoral del presidente, según Pew Research).

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MAGA es el trumpismo hecho movimiento de masas y está formado tanto por los adoradores de Trump como por simples defensores de sus políticas de proteccionismo económico y aislacionismo político. Según una encuesta de Ipsos Reuters, la gran mayoría de votantes de Trump identifica MAGA con una "mejor economía y fronteras más fuertes", mientras que un 23% dice que simplemente significa "Donald Trump" y otro 10% lo define como movimiento "antiinmigración". Evangelistas, miembros del Tea Party y defensores de los símbolos confederados confirman también esta base trumpista, como quedó patente en la gran bandera confederada que hicieron ondear dentro del Capitolio.

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Incluso un legislador estatal de Virginia, Derrick Evans, formó parte de la turba que entró en el Capitolio y colgó el vídeo de su paseo en las redes, emocionado de haber invadido el Congreso. Eliminó el vídeo poco después, pero lo detuvieron el viernes. Otro detenido es el directivo de una empresa de Chicago, Bradley Rusktales, que se ha disculpado por carta: dice que siguió a "otros cientos de personas que atravesaban las puertas del Capitolio" y se lamenta de haber tomado así "la peor decisión personal de mi vida".

Los medios estadounidenses se debaten aún si definir a los asaltantes como insurrectos, golpistas, terroristas o meros alborotadores. Muchos están siendo aún identificados y detenidos, porque, como Bigo, pudieron irse tranquilamente a casa tras el asalto. HRW y otras organizaciones piden ya "una investigación independiente sobre la actuación policial de ese día y la del verano pasado contra las manifestaciones de Black Lives Matter", a la vista de que hay un claro doble baremo policial.