Espacio

El telescopio espacial más grande del mundo para viajar atrás en el tiempo

Fruto de la colaboración internacional de NASA, ESA y CSA, el James Webb será un potente sucesor del Hubble y ampliará nuestro conocimiento del universo

Dicen que estamos hechos de polvo de estrellas porque los elementos que forman nuestros átomos –como el carbono y el oxígeno– nacieron en estos astros. Por eso, el descubrimiento del origen de las estrellas, justo después del Big Bang, podría responder la gran pregunta filosófica de todos los tiempos: ¿de donde venimos? Esta es una de los hitos que los científicos esperan conseguir con el nuevo telescopio gigante James Webb, que este 24 de diciembre se enviará al espacio. Otro objetivo sería, quizás, encontrar otros planetas con condiciones aptas para albergar vida, y quién sabe cuántas sorpresas más.

El James Webb es el telescopio más grande jamás enviado fuera de la Tierra. Mide el doble que el famoso telescopio Hubble, que desde el 1990 ha proporcionado enormes conocimientos sobre el universo. Su base mide 22 metros por 12 y su gran espejo, formado por 18 segmentos hexagonales, tiene un diámetro de 6,5 metros, en comparación a los 2,4 metros del espejo del Hubble y sus 13 metros de largo. Eso sí, pesará la mitad que su predecesor. También incorpora cuatro potentes instrumentos que le permiten captar muchos tipos de luz que el Hubble no detectaba, como la luz infrarroja que viaja por el universo desde hace 13.500 millones de años.

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Y es que, en el espacio, observar estrellas cada vez más lejanas significa viajar cada vez más atrás en el tiempo.

El Webb será capaz de ver hasta 100 millones de años más atrás que el Hubble, tan solo unos 300 millones de años después del Big Bang. Es un espacio y tiempo que no se había observado nunca hasta ahora. Esto se espera que dé respuesta a muchas de las preguntas abiertas sobre el origen de la materia y la formación de las primeras galaxias. Pero también permitirá ver con más nitidez que nunca espacios mucho más cercanos. Con este telescopio, "si alguien fuera a la Luna, desde la Tierra lo podríamos ver", decía el astrofísico de la NASA John Mather, uno de los padres del proyecto.

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Una vez se sitúe en su lugar, a unos 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, el Webb orbitará también el Sol, pero no lo enfocará porque se calentaría demasiado. En cambio, permitirá observar con detalle todo lo que hay a partir de Marte y hasta las estrellas más lejanas, explicaba Mather. Sus potentes espectrómetros, además, son capaces de diseccionar la luz que ha atravesado atmósferas planetarias para identificar los elementos químicos que las componen. Esta tecnología, llamada espectroscopia de transmisión, permitirá saber si en las atmósferas de los planetas que orbitan en zonas habitables alrededor de otras estrellas hay moléculas de agua u otros elementos que permitan la vida.

Uno de estos potentes espectrómetros lo ha aportado la Agencia Espacial Europea (ESA), que también contribuye con el cohete que enviará el telescopio espacial James Webb al espacio. El lanzamiento se hará este 24 de diciembre, dos días después de lo previsto, desde la plataforma de lanzamiento que tiene el ESA en la Guayana Francesa con uno de los cohetes europeos Ariane 5. Y, si todo va bien, después de un proceso concienzudo de ajuste de todos los dispositivos, se espera que las primeras imágenes del Webb empiecen a llegar seis meses después.

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El James Webb es, de hecho, fruto de la colaboración entre la agencia espacial norteamericana, la NASA, la agencia europea ESA y la canadiense CSA. De hecho, miles de científicos de hasta 300 universidades, organizaciones y empresas de una quincena de países han colaborado en la creación de esta increíble pieza tecnológica. La agencia canadiense, entre otras cosas, aporta el cuidadoso sensor que guiará el objetivo y le dirá hacia dónde apuntar con extraordinaria precisión.

"Lo que descubriremos nos sorprenderá seguro"

"Con el Hubble descubrimos la energía oscura, esta misteriosa fuerza que hay en el universo. Ahora conocemos muchos exoplanetas y hemos descubierto por ejemplo nuevas lunas de Plutón", decía Klaus Pontoppidan, astrónomo del Space Telescope Science Institute (STScI), que participa en el proyecto. "Podemos planificar lo que queremos saber [con el nuevo telescopio James Webb], pero la naturaleza nos sorprenderá seguro y probablemente revelará cosas inesperadas", augura el científico.

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¿De donde vienen los agujeros negros y la energía oscura? ¿Cómo se crearon las estrellas? ¿Cómo se formó el primer átomo de carbono o de oxígeno? ¿Qué hay en la atmósfera de las lunas de Saturno? El Webb, el telescopio espacial más enorme y potente nunca antes construido, tiene que ayudar a dar respuesta a estos interrogantes y a muchos otros. "La astronomía se hace las grandes preguntas: ¿de donde venimos? ¿Estamos solos en el universo? Con este telescopio quizás encontraremos respuestas inesperadas, muchas sorpresas que nos guarda el universo", resume Amber Straughn, científica del equipo de comunicación del proyecto Webb en la NASA. Y probablemente servirá también para formular nuevas preguntas que ahora mismo no podemos ni imaginar.

Una herramienta de 10.000 millones, ocultada de los piratas

El telescopio espacial James Webb –bautizado con el nombre de quien fue administrador de la NASA en los años 60– ha costado unos 10.000 millones de dólares. Un precio tan colosal que hizo temer a los responsables del proyecto que alguien quisiera apoderarse, quizás para extorsionar la agencia gubernamental norteamericana, en el momento en el que tuvo que dejar el territorio norteamericano. Es por este motivo que se ocultó la fecha en la que el telescopio gigante sería trasladado desde California hasta la Guayana Francesa, atravesando el canal de Panamá, según informó The Atlantic. El viaje duró 16 días, hasta que llegó al puerto de Pariacabo, en la Guayana, el pasado 12 de octubre. La preciada carga se trató como un tesoro, a prueba de piratas.