Trump deshincha las expectativas de la reunión con Putin en Alaska

El precedente de Helsinki en el 2018 da fe de lo convincente que puede el ruso si se le deja solo con el estadounidense

WashingtonDe anunciar el cara a cara con Vladimir Putin como "el fin del camino" de la guerra de Ucrania, a deshincharlo hasta un "ejercicio de escuchar". La Casa Blanca y el propio Donald Trump han estado rebajando las expectativas de la reunión con el presidente ruso de este viernes en Alaska. El magnate, que se alababa al regresar a la Casa Blanca que pondría fin al conflicto en cuestión de días, lleva más de medio año atascado en el barro ruso. Trump tiene prisa por cerrar el alto el fuego. Putin no tiene ninguna. Ambos son conscientes de la situación y, por el momento, el ruso es el que ha sabido mover las piezas a su favor. Pero que Washington esté bajando el listón para la reunión no le hace más previsible. Al contrario.

Cuando en el 2018 Trump compareció junto a Putin en el palacio presidencial de Finlandia, el republicano demostró que siempre puede ir un paso más allá cuando se trata de sorprender al mundo. En medio de las investigaciones sobre una posible injerencia rusa en las elecciones del 2016, Trump afirmó: "El presidente Putin dice que no ha sido Rusia. Y no veo ninguna razón por la que debería serlo". El magnate compraba el discurso del Kremlin y dejaba en choque asesores y miembros del Partido Republicano. Putin había sabido aprovechar bien la reunión en portada cerrada con su homólogo, donde sólo había entrado un intérprete ruso.

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Siete años después de la insólita escena, Alaska podría ser un nuevo Helsinki. El Kremlin ya ha confirmado que, además de una reunión entre las dos delegaciones, también habrá un cara a cara a solas entre los dos mandatarios con la única presencia de traductores. Muy probablemente Putin volverá a intentar aprovechar la ocasión para que los intereses de Washington se alineen con los de Moscú. Pese a que Trump presuma como un hombre de negocios que cierra acuerdos, el ruso es un exagente del KGB que supo escalar por el esqueleto soviético justo antes de que colapsara.

El círculo interno del presidente ahora también es mucho más ventajoso para Putin que el del anterior mandato. El principal mensajero entre la Casa Blanca y el Kremlin es Steve Witkoff, un viejo amigo del magnate con cero experiencia diplomática. Trump quiere soldados que cumplan misiones, no que las cuestionen. El único halcón contra Rusia que se encuentra en el gabinete es el secretario de Estado, Marco Rubio, que ya ha tenido que rebajar su ferocidad para mantener el cargo. El hispano se resignó a que las dos carpetas más importantes de la diplomacia estadounidense (Ucrania y Gaza) estén en manos de Witkoff.

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Ultimátum desactivado

Putin fue capaz de desactivar el ultimátum de Trump la semana pasada cuando Witkoff le visitó por tercera vez en Moscú. El ruso aceptó reunirse en persona en Alaska con el republicano y, en cuestión de días, la retórica de la Casa Blanca sobre las "graves consecuencias" ha fluctuado de conseguir poner fin a la guerra con esta reunión, a que probablemente será necesario un segundo encuentro.

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El martes la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, volvía a rebajar las expectativas: "Creo que el presidente, al reunirse en persona con el presidente de Rusia, sentados cara a cara en lugar de hablar por teléfono, obtendrá la mejor idea de cómo poner fin a esta guerra y hacia." Leavitt también apuntaba a la necesidad de un tercer encuentro "trilateral", que incluyera al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, para poder negociar la paz.

La idea de una nueva reunión a tres que incluya al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha ido cogiendo fuerza dentro del relato estadounidense a medida que se acercaba el encuentro de Alaska. Tras excluir a Kiiv de todas las tablas de negociación previas y obligarla a aceptar una tregua parcial pactada sólo con Moscú, ahora resulta que es necesaria su presencia para cerrar el acuerdo. Washington parece que ya se esté excusando por el eventual resultado de la reunión y lo hace poniendo el foco en Zelensky. Aunque Trump decía el miércoles a los periodistas que "habrá graves consecuencias" si no se llega a un acuerdo para el alto el fuego el viernes, también apuntaba a una "segunda reunión trilateral" como la realmente importante.

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Paralelamente, hacía una promesa envenenada a Zelenski ya los líderes europeos durante la videoconferencia previa a Alaska: no habrá cesiones territoriales sin contar con Ucrania. Dicho de otra forma, las cesiones territoriales se harán con Kiiv sentada en la mesa, pese a que los ucranianos han marcado como una línea roja la renuncia de territorio. A la salida de la reunión, el presidente francés, Emmanuel Macron, también decía que Trump había estado "muy claro" con su objetivo de conseguir un alto el fuego.

Una cosa no es incompatible con la otra, y no se puede descartar que para el magnate la vía para poner fin a las hostilidades sean las cesiones territoriales. El lunes ya lo dejó caer así cuando decía que "habrá algunos intercambios de territorios". El presidente reconocía que Rusia había avanzado mucho, pero que intentarían "recuperar una parte". En otras palabras, que Ucrania difícilmente recuperaría las fronteras previas a la invasión.

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Trump ha convertido la ayuda militar y económica en una correa con la que forzar a Zelenski a ir allá donde él dice. El presidente decía el miércoles que probablemente la reunión de hoy no sería tan importante como la siguiente. La cuestión es para quien no sería tan importante, porque probablemente para Putin el frente a frente de Alaska sea crucial. Lo peor que le puede pasar al ruso es que gane más tiempo para seguir consolidando el empleo, y lo mejor, que vuelva a ponerse a Trump en el bolsillo como hizo en Helsinki.