Turquía levanta muros para frenar a los refugiados de Afganistán

Ankara amplía la pared de hormigón en la frontera con Irán

EstambulLas llamadas a los despachos de Ankara se acumulan, pero la respuesta siempre es que no. Turquía no quiere oír hablar de un nuevo éxodo que acabe parado en su casa, como pasó con cuatro millones de sirios que huían de la guerra. Aquel fuego lo apagó la UE con 6.000 millones de euros y promesas incumplidas, y el éxodo afgano aspira, a los ojos de Bruselas, a lo mismo. La ONU estima que alrededor de medio millón de personas habrán huido del régimen talibán a finales de este año.

"Turquía no será el depósito de los refugiados que se dirigen a Europa", avisó el presidente turco en agosto refiriéndose a los acontecimientos de Afganistán. Su ministro de Exteriores lo dejó claro: "Respecto a la cuestión de los afganos, si la UE piensa «Damos dinero y mantenemos a los afganos en Turquía», no puede haber tal cooperación". De hecho, después de una llamada entre Erdogan y su homólogo alemán, Frank-Walter Steinmeier, el presidente turco negó la posibilidad de que Turquía vuelva a aceptar una entrada masiva de refugiados y también instó a la Unión Europea a restablecer su proceso de adhesión. Esta demanda ya estaba prevista y firmada en el acuerdo de 2016 entre la UE y Turquía por el blindaje de la frontera europea. Los 6.000 millones de euros para esta política de contención se acabaron de pagar el año pasado, con cuentagotas, pero demandas como el restablecimiento de las conversaciones para la adhesión a la UE, la liberalización de los visados o la revisión de la unión aduanera continúan paradas.

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Relaciones congeladas

Para el director del Programa de Turquía de la Fundación para la Defensa de las Democracias, Aykan Erdemir, una hipotética oleada migratoria hacia Europa puede servir para descongelar las relaciones entre Turquía y la UE: "Erdogan sabe que la creciente amenaza de una oleada de refugiados afganos continuará fortaleciendo su posición frente a la UE. Por lo tanto, Ankara podría obtener un segundo acuerdo de refugiados que ofrezca concesiones diplomáticas y financieras".

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Desde Turquía saben que un nuevo acuerdo sobre migración podría ser el detonante de un gran malestar entre la población turca. Y Basak Kale, experta en relaciones con la Unión Europea de la Universidad Técnica de Ankara, destaca que una nueva oleada “creará un impacto financiero en áreas como la vivienda, la sanidad, la ocupación y la educación”. Pero las llegadas, para muchos, serán inevitables. Por lo tanto, Kale también opina que hará falta un nuevo acuerdo de colaboración con la UE, a pesar de que esto no conducirá a la adhesión del país euroasiático al club comunitario.

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Aun así, el Parlamento Europeo aprobó el 15 de septiembre un paquete de 14.000 millones de euros para los países candidatos a entrar en la Unión Europea, Turquía incluida. Pero Kale quita hierro: “El IPA [el instrumento de preadhesión] se ha aprobado incluso durante los periodos de relaciones tensas entre Turquía y la UE, y no indica necesariamente que las negociaciones de adhesión se recuperen.

Muros de hormigón

Viendo el imparable avance de los talibanes desde la primavera pasada, Ankara ya estaba construyendo un muro en su frontera con Irán. De momento no se ha notado un incremento de los flujos, pero se espera que las llegadas aumenten en los próximos meses. Los turcos, que tienen que bregar con una tasa de paro que roza el 12% y una inflación desmesurada, han pasado de aceptar la acogida de refugiados a rechazarla. Y este factor no pasa desapercibido por los partidos políticos, conscientes de que en 2023 se celebrarán unos comicios decisivos. Y el AKP de Erdogan ya ha dejado claro que hará lo posible para impedir más entradas en su territorio y devolverlos. En cuanto al principal partido opositor, el kemalista CHP, la retórica es similar: "Enviaré a todos los refugiados a sus lugares de origen con tambores y clarinetes de aquí dos años, a más tardar", afirmó su presidente, Kemal Kilicdaroglu. Y la retórica es cada vez más drástica. El gobernador de Bolu, región en el norte del país, ha ordenado a los refugiados de su demarcación cumplir con un toque de queda a partir de las nueve del anochecer y ha añadido que "no deben usar un exceso de especias en sus comidas para no molestar a los vecinos".