Zelenski, el actor convertido en presidente en el ojo del huracán de la crisis en Ucrania

El líder populista, que arrasó en las elecciones hace tres años, ha topado con Putin, los oligarcas y la crisis económica

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El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, asiste a una ceremonia de levantamiento de la bandera nacional de Ucrania para conmemorar el Día de la Unidad , en medio de las tensiones a la frontera russo-ucraniana.

BarcelonaCon 145.000 soldados rusos rodeando las fronteras de Ucrania por tierra, mar y aire, los aliados evacuando sus embajadas y a sus ciudadanos, las aerolíneas cancelando los vuelos, los oligarcas huyendo del país en jets privados y el Pentágono asegurando que el miércoles el Kremlin podía desencadenar la invasión, el presidente Volodímir Zelenski no tenía muchas opciones sobre la mesa. El lunes al atardecer, en un vídeo colgado en Facebook, decía: "Nos dicen que el 16 de febrero será el día del ataque; haremos de ese día el Día de la Unidad Nacional, he firmado un decreto para que sea así". El presidente solo estaba instando a sus ciudadanos a salir a las calles con banderas ucranianas y cantar juntos el himno nacional a las diez de la mañana, pero solo los medios locales captaron la ironía. Los grandes medios internacionales lo interpretaron literalmente, como si confirmara la fecha del ataque. Lo cierto, sin embargo, es que Zelenski hace semanas que hace llamamientos a la calma y ha acusado a los gobiernos europeos y de los Estados Unidos de sembrar el pánico con sus alertas sobre la inminencia del ataque ruso.

El presidente ucraniano, de 44 años, es un político novel y ahora está en el centro del huracán de lo que muchos ven como una nueva Guerra Fría. Cómico de profesión, ganó las elecciones hace tres años con un mensaje optimista sobre la paz con la Rusia de Vladímir Putin, un discurso que ahora se ve como ingenuo. Se hizo popular con su programa televisivo Servidor del pueblo, en el que encarnaba a un profesor de instituto idealista que, por accidente, se convertía en presidente.

En 2019 pasó de la pantalla a la calle: se presentó a las elecciones con su nuevo partido (que bautizó con el mismo nombre de la serie que lo llevó a la fama) y ganó 254 de los 450 escaños del Parlamento. El mensaje era claro: los ucranianos querían caras y partidos nuevos. Sus principales retos: la paz con Rusia en la región del Donbass después de 8 años de una guerra que ha dejado 15.000 muertos, el plan de reformas neoliberales del Fondo Monetario Internacional y la lucha contra la corrupción.

Una promesa ingenua de paz

Como el presidente idealista al que interpretaba, Zelenski prometió pasar página a la guerra en el Donbass, la región oriental del este del país donde un tercio del territorio se ha autoproclamado independiente gracias al apoyo militar de Rusia. "Zelenski ganó las elecciones basándose en promesas populistas. Una de ellas era acabar con la guerra en el Donbass, y su mensaje fue: «Me sentaré con Putin, hablaremos y llegaremos a un acuerdo»", explica al ARA el politólogo Oleksi Haran, director y fundador de la Escuela de Análisis Político de la Universidad Mohyla. "Claramente era una política muy ingenua, e hizo algunas concesiones a Rusia que le merecieron muchas críticas. Putin, sin embargo, no paró nunca la guerra y Zelenski tuvo que dar marcha atrás y volver a imponer las líneas rojas", añade. "No ha cumplido sus promesas y por eso hay gente decepcionada, pero también es verdad que él no puede controlar lo que hace el Kremlin ni tampoco la crisis económica, agravada con la pandemia", apunta Haran. Los centros de opinión han registrado una caída de popularidad del presidente sobre todo en las zonas orientales, donde el impacto del conflicto en el Donbass es más directo.

Zelenski contaba con el apoyo diplomático de los Estados Unidos para negociar con Rusia, pero su estrategia quedó comprometida con los hechos que llevaron al primer impeachment del expresidente Donald Trump. En la famosa llamada en la que le pedía que le "hiciese un favor", Trump presionó a Zelenski para que investigara al hijo de su rival demócrata, Joe Biden, y sus negocios en el país, bajo la amenaza de paralizar la ayuda militar a Ucrania.

Judío y rusófono

El presidente ucraniano tiene un pasado que seguramente lo ayuda a no dejarse llevar por el pánico. Creció en el seno de una familia judía rusófona en una ciudad minera del centro de Ucrania que sufrió brutalmente el impacto económico de la caída de la URSS. No empezó a dominar el ucraniano hasta después de ser escogido presidente. Pero que un judío rusófono sea presidente de Ucrania tampoco ha apaciguado el discurso del Kremlin, que considera el gobierno de Kiev un régimen "neofascista" surgido de la revolución de 2014 y que quiere perpetrar una limpieza étnica en el Donbass.

Su promesa de acabar con la corrupción tampoco ha llegado a buen puerto, aunque se ha creado una Fiscalía específica y los primeros juicios tienen que dar frutos pronto. El propio Zelenski quedó manchado por el escándalo de los papeles de Pandora. Los documentos filtrados muestran pagos a través de una sociedad offshore de Ihor Kolomoiski, la cuarta fortuna del país y propietario de la televisión que emitía su serie. El país sigue en manos de los oligarcas, que han salido inmunes de la reforma fiscal del gobierno, que sí ha tocado a las grandes multinacionales, y la reforma sanitaria ha quedado congelada por la pandemia, igual que la laboral. Así, Zelenski se ha acabado convirtiendo en un político tradicional.

El 55% de ucranianos se muestran insatisfechos con su gestión. "Su futuro dependerá de cómo se acabe esta crisis: si puede decir que ha sabido evitar la guerra, será un punto a su favor. Pero hay que tener en cuenta que Rusia querrá humillarlo", sentencia el politólogo.

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