Sociedad

Años setenta, un 'baby boom' muy especial

Analizamos por qué una decena de asociaciones de ayuda a personas con discapacidad de Lleida celebran simultáneamente su 50 aniversario

Participantes de la gala de conmemoración del 50 aniversario de la Asociación Alba de Tàrrega el pasado mes de marzo
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LleidaLa década de los setenta fue una época de muchos cambios en la sociedad catalana. En ese contexto de liberación política y social, una de las revoluciones más silenciosas fue la de aquellas familias que tenían un niño con alguna discapacidad psíquica. Subnormales, retrasados, disminuidos, tarados, incapacitados, inválidos y minusválidos. Eran tiempos en los que no existían eufemismos para describir una carga familiar, no sólo física, sino también emocional. Eran tiempos en que todos aquellos con alguna discapacidad psíquica estaban escondidos en sus casas, alejados de las miradas y de los prejuicios de una sociedad todavía muy inmadura.

Hasta que dijeron lo suficiente. "Había unas ganas terribles de progreso", recuerda Angelina Roure, una madre que participó en 1975 en la creación deAcudamos a Mollerussa. "Éramos muy jóvenes, queríamos cambios, un momento en el que plantamos una semilla de nuevas perspectivas para un país más democrático", describe Roure, que acabó presidiendo la asociación entre los años 2012 y 2021.

Primeros usuarios de Acudam en los años setenta.

El caso de Acudam es mimético al de una decena de entidades de Ponent que nacieron prácticamente en el mismo momento. Hasta entonces, en toda la demarcación de Lleida había dos únicos emplazamientos para el colectivo de personas con discapacidad: uno en el centro de los Hermanos de San Juan de Dios (en Almacelles) y el otro en la fundación Aspros (en Sudanell). Acudían usuarios de todo el estado español y había largas listas de espera.

¿Qué hizo que en un puñado de municipios alejados (de Solsona a Lleida, pasando por Juneda, Mollerussa, Tàrrega y la Seu d'Urgell) se pusieran de acuerdo para crear entidades tan parecidas y prácticamente inéditas casi a la vez?

En todos los casos, el origen vino de las mismas familias. "Por una casualidad, las familias nos encontramos y nos dimos cuenta de la injusticia que sufríamos", recuerda Angelina Roure. Fueron unos inicios torpes, unas entidades nuevas que buscaban salidas desesperadas para un colectivo escondido durante demasiadas décadas. "No íbamos con zapato ni alpargata, ¡caminábamos descalzos!", describe Roure.

Eran unos primeros años de resurgimiento muy carentes de ayudas públicas. Los fundadores se dieron cuenta de que debían espabilarse solos. Cabe decir que los servicios sociales, entendidos como una competencia de la administración pública, son de una implantación relativamente reciente en España y en aquellos años finales del franquismo eran gestionados directamente por el Serem (Servicio de Recuperación y Rehabilitación de Minusválidos Físicos y Psíquicos), un organismo creado por el gobierno español en el año 1970, procedente del ANIC. No es hasta la Constitución de 1978 que se establece un modelo de estado de las autonomías que hizo posible el desarrollo de los servicios sociales en Cataluña y un progresivo traspaso de sus competencias.

Y en este contexto, las familias fundadoras encontraron el inesperado apoyo de la sociedad civil. La Asociación Alba, que también celebra este año el 50 aniversario de su escuela, es un claro ejemplo de esta movilización vecinal. "La sociedad targarina era en aquellos años setenta muy comprometida, hasta el extremo de que la mitad de nuestros socios fundacionales eran personas sin ningún familiar con discapacidades", explica Maite Trepat, directora desde hace treinta años de la Associació Alba. De hecho, el primer presidente de esta entidad fue Josep Maria Prat Esqué, que tampoco tenía ningún familiar con discapacidad.

Jóvenes usuarios de la Asociación Alba de Tàrrega en sus inicios.

"Este es uno de nuestros grandes éxitos –añade Roure, de Acudam– antes había otra actitud entre la ciudadanía, se querían cambiar las cosas, se quería hacer justicia"

También en 1975 inició su camino Shalom, la asociación que se constituiría oficialmente en 1979 y que después se convertiría en la actual Fundación Ilersis. De la mano de catorce familias leridanas, su objetivo era ofrecer una salida laboral a jóvenes con discapacidad intelectual. De hecho, nació para dar continuidad al centro la Esperanza, abierto desde los años sesenta y que había sido la primera escuela de educación especial de toda la demarcación.

El actual presidente de Ilersis es el exalcalde de la ciudad Antoni Siurana, especialmente vinculado con la entidad y muy sensible con el colectivo. "Lleida vivió un gran movimiento en los años setenta en los que las familias empezaban a sacar de casa lo que hasta ese momento era una vergüenza personal", recuerda Siurana.

Teresa Benet, una de las fundadoras de Shalom, atribuye el baby-boom de estas entidades a "la gran riqueza asociacionista que siempre ha tenido Cataluña" ya la necesidad de ofrecer una atención cercana al colectivo. "Había que evitar el desarraigo de las familias, era un momento en el que había que levantar estructuras de atención a los derechos en cada uno de los territorios", explica Benet.

Primeros usuarios del centro de trabajo de Shalom en Lérida.

El modelo de Aspros

Otra chispa que encendió el boom asociativo leridano fue la Fundación Aspros. Inició su actividad en 1962, y se convirtió en una entidad pionera en todo el estado español en el campo de la atención directa a personas con discapacidad intelectual. Entre sus fundadores estaba el pedagogo Joan Escolar, que fue precisamente uno de los grandes impulsores de las entidades que surgirían en el resto de la provincia diez años después.

Lo corrobora el también psicólogo Josep Maria Solé, quien fue director de Talma de Juneda durante más de treinta años: "Joan Escolar fue el incitador, un emisario en Lleida del gobierno central con mucha experiencia en el montaje de centros y servicios de apoyo", relata Solé. Escolar, fallecido en diciembre de 2023, fue el impulsor de una nueva filosofía de atención de las personas. "Fue decisivo y la principal causa de que saliéramos todos a la vez", explica Solé.

La experiencia de Aspros fue determinante para después extender este nuevo planteamiento a las diferentes comarcas. "Las personas con discapacidad estaban allí, los tenían dentro de las casas, y algunos hacían lo que podían en las escuelas convencionales, pero surgió la necesidad de unirse y organizarse", concluye Solé.

El paraguas eclesiástico

La targarina Alba Franquesa, estudiante de Humanidades de la UAB, describe en su trabajo final de grado que las nuevas entidades "surgen en la Transición democrática y, anteriormente, era un ámbito más o menos cubierto por la asistencia y la acción social casi siempre asociada ideológicamente a la beneficencia".

De hecho, muchas de las entidades de aquella época surgieron bajo el cobijo de la Iglesia, todavía muy comprometida con aquellas actividades sociales que la administración no atendía. El Olivo de Vallbona de las Monjas, que nació en 1974 como centro de trabajo, empezó su aventura cuando un grupo de personas, "con el padre escolapio Josep Maria Segura al frente, se instalaron en el pueblo con la idea de crear una comunidad de vida y trabajo", explican portavoces de lo que ahora es una cooperativa de vino y aceite ecológicos.

Talma de Juneda, que el próximo año celebra también su medio siglo de historia, comenzó su actividad con el nombre de Apromi y también tiene unos orígenes religiosos. Arrancó en unas salas del llamado Colegio Religioso, mientras que la escuela Alba lo hizo con el apoyo de un tal cura Josep Garriga, y acogió a sus primeros cinco alumnos en las antiguas aulas del Carmel.

Los primeros alumnos de Apromi de Juneda, que después se convertiría en Talma.

El séquito de conmemoraciones de asociaciones leridanas continuará el próximo año con los 50 años de Amisol de Solsona y Claror de la Seu d'Urgell, ambas vinculadas también a estos primeros años de beneficencia católica. Amisol lo hizo bajo el paraguas de Cáritas y su primer paso fue la creación de un taller de Iniciación Productiva. El Ayuntamiento de Solsona cedió un local al edificio de los Escolapios donde se arrancó con seis usuarios y bajo el nombre de Nou Camí. Por su parte, Claror de la Seu d'Urgell se fundó como taller de la mano de un grupo de personas provenientes de la parroquia de Sant Ot.

En cuanto a Aspamios de Torrefarrera (1977), su creación fue más bien fruto del empeño de un único empresario leridano. Josep Maria Serveto, fundador de una conocida empresa de transportes y con hija con discapacidad. Él fue el instigador de una entidad que encontraría en un antiguo convento de Torrefarrera la ubicación ideal para abrir una residencia para aquellas personas con un alto grado de discapacidad. "Serveto era una persona muy inquieta, un creador que, cuando tenía algo en la cabeza, no paraba hasta conseguirlo", recuerda el actual gerente de lo que ahora es una fundación, Pilar Pons. "Se creó también por la inquietud y preocupación de un grupo de padres y madres que querían dar respuesta a las carencias y necesidades que se hacían patentes", añade Pons.

Objetivos inalcanzados

Durante los últimos cincuenta años se han ido creando en Lleida más entidades de ayuda a las personas con discapacidad. Incluso en 1992 se constituyó ALLEM, una federación que las une y coordina. Pero la mayoría de sus responsables aseguran que todavía quedan por alcanzar parte de las reivindicaciones más históricas. Una de ellas es la plena integración del colectivo dentro de la sociedad, pero la más importante es todavía el apoyo limitado de la administración pública. "Entendemos que vivimos unos momentos muy complicados, pero todavía sufrimos muchas dificultades para acceder a las ayudas", denuncia Angelina Roure. "Aún hay muchas cosas ancladas, hace falta más sensibilidad", añade Teresa Benet. Y es que una de las grandes críticas es que gran parte de los fondos públicos que alimentan el apoyo institucional provengan directamente de Madrid.

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