Antena 3 y el jarabe de Felipe González
Esta semana, dos de las emisiones deEl hormiguero se han convertido en los programas más vistos del día en España. El martes, con Miguel Ángel Revilla, logró más de 2.200.000 espectadores. Y al día siguiente, el miércoles, Felipe González superó la cifra, con más de 2.300.000. Cuesta entender estos resultados teniendo en cuenta que la verborrea de los dos protagonistas se hace insoportable. Y más en un formato hipotéticamente familiar. Ambos invitados se han convertido en visitantes habituales por su capacidad de reventar los audímetros sin esfuerzo alguno. Hay un hecho inquietante en cómo ambos se comunican en este programa: cuando hablan miran al público de la grada más que a Pablo Motos. Hacen un discurso más propio de un mitin o una declamación pública que de una conversación.
Revilla dio detalles de su contencioso con el rey emérito, una circunstancia que puede resultar golosa televisivamente. Pero las batallitas de González eran muy pesadas y antiguas, y ralentizaban un discurso vanidoso y abstracto. Como es habitual, puso al piloto automático. El presentador no hacía falta que se esforzara en hacer muchas preguntas porque el invitado funcionaba solo. Ni siquiera existía una estructura periodística que ordenara el diálogo más allá de unas disquisiciones retóricas que parecían fruto de un sobrepensamiento obsesivo. González va a El hormiguero a vomitar una arenga errática con rasgos ególatras.
Especulaba sobre las conversaciones entre Trump y Putin, exponía teorías geopolíticas muy pesimistas sobre Europa y construía sospechas sobre las razones del apagón que le dijeron hace décadas. fuera la anécdota, en cada final de historia le inyectaban la claca entusiasmada del público."¡Yo he sido un socialdemócrata vocacional como Olof Palme!", expresaba con orgullo el expresidente. Motos no podía aportar nada más allá de un inseguro"Je, je, je..."ante la sentencia. González también soltaba una especie de aforismos muy celebrados por el público:"Soy libre porque digo lo que pienso. Y soy responsable porque pienso lo que digo",anunciaba con orgullo. Y la gente aplaudía con fervor.
La presencia de Felipe González está siempre claramente asociada a una voluntad de agitación política, una sacudida mediática a Pedro Sánchez. Motos le dijo: "Te oigo hablar ya veces te echo de menos. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste como Pedro Sánchez?". Y le insistía: "Hablemos de España, hablemos de España...Y González, fanfarrón y visionario, alertaba de las maldades de la política practicada por los actuales socialistas.
Ese día El hormiguero no incluyó ninguna sección, ningún colaborador, ninguna tertulia ni ningún juego. Ni siquiera se asomaron las hormigas de felpa. La disertación de Felipe González fue una inyección clara, directa y profunda de ideología en prime time. La dosis programada de pensamiento conservador servido como si fuera un jarabito para cuidar la salud del país.