La barra libre interpretativa de los debates electorales

Fuera la plastilina. Nada de barro, tierra o arcilla. Que se mueran el slime y la arena cinética. Si quieren un material maleable hasta decir basta, el debate electoral es el producto que buscan. ¿Quién gana un debate electoral? Lo han adivinado: quien ustedes quieran, sin necesidad de justificarlo. Y así tenemos a La Razón, que titula “Sin alternativa a Ayuso”, desplegando la alfombra roja para la dirigente popular, mientras que el Abc dice que “La utilización de las víctimas del covid marca un debate sin ganador”. En ElPaís le preguntan a ocho expertos y –¡sorpresa!– casi todos se decantan por algún candidato de izquierda. En el Marcahacen una encuesta entre sus lectores y –¡sorpresa bis!–, Ayuso se lleva el 54% de los votos. Por el contrario, en el sondeo de eldiario.es –¡sorpresa tris!– es Pablo Iglesias quien gana, con el 39% de los votos.

Pero ustedes, que son consumidores críticos, dirán: "Oh, es que el vencedor de un debate no es objectivable". Pues bien, observen. Cogemos una cosa inequívoca como frases que se dijeron. “Gabilondo extiende la mano a Iglesias para gobernar Madrid”, escriben en el Abc. Y ElMundo también lo debió oír: “Gabilondo da un volantazo y extiende la mano a Iglesias”. En cambio, La Razón afirma sin despeinarse el bigote –porque todo el mundo sabe que La Razón lleva bigote– que “Gabilondo e Iglesias reniegan de un pacto”. Si en un aspecto objectivable como este un diario puede decir una cosa y el otro la contraria, imaginémonos el margen que se puede dejar a la interpretación en materias mucho más gaseosas. Y se hace patente que los debates electorales son una puesta en escena de una importancia relativa: el objetivo más importante es cómo lo venda al día siguiente la prensa.

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Si Bruce Lee estuviera vivo, ya no nos aleccionaría espiritualmente con aquel "be water my friend". Acercaría la cabeza y, a media voz, diría: "Be debate, my friend". Y que Confucio te ampare.