El caso Pelicot explicado por su hija
Dicen que fue Caroline Darian, la hija de Gisèle Pelicot, quien propuso a su madre hacer pública su historia, meses antes de que empezara el juicio. Esa idea de que la vergüenza debía cambiar de bando fue una iniciativa de la hija del verdugo, el depredador Dominique Pelicot. De hecho, Darian es otra de sus víctimas porque en los archivos de imágenes del violador aparecieron también imágenes suyas, pero en su caso no se han podido demostrar los abusos.
Terminado el juicio y con la condena de su padre, Darian publicó un libro, un dietario íntimo de todo el proceso, donde explicaba la relación con su padre, los años de sufrimiento de su madre y el trauma. Ahora se ha estrenado el documental, que se puede encontrar en Movistar+. Sumisión química: el caso Gisèle Pelicot forma parte de su nueva lucha más allá del drama familiar: concienciar sobre los abusos perpetrados por efecto de sustancias que anulan la voluntad y conciencia de la víctima. Caroline Darian incide con más énfasis en los profesionales de la medicina, porque las decenas de médicos que consultó a su madre no supieron diagnosticar ni encontrar una explicación a sus problemas de salud: pérdidas de memoria y del conocimiento, dificultades en el habla, desmayos, somnolencia, agotamiento físico injustificado...
Darian participa en conferencias y desarrolla una labor divulgativa para que se conozcan los síntomas de la sumisión química sobre las víctimas y se pueda actuar con mayor eficacia ante este tipo de abusos.
En el documental, Caroline Darian es el hilo conductor aunque con unos resultados más frágiles que en el libro. Nos relata algunos de los aspectos más sórdidos de las estrategias depredadoras de su padre. Pocos minutos después de empezar vemos un fragmento del vídeo que Dominique Pelicot intentó grabar en un supermercado, poniendo el móvil bajo la falda de las clientas. Es el momento en el que el vigilante lo detiene. Que lo pillaran fue lo que permitió descubrir sus atrocidades. Para quienes no hayan leído el libro, el documental aporta respuestas a algunas preguntas que la gente se hacía sobre la conducta de Pelicot. Y algún detalle escabroso, como los protocolos que estableció el hombre con el resto de violadores para ofrecerles a su mujer una vez contactaban con él. Con la voluntad de convertirse en un relato más genérico sobre el sometimiento químico, el documental recoge también el testimonio de otras víctimas de violación. Sin embargo, la producción intenta abrir tantos frentes que acaba resultando muy superficial y vaga. Ni sirve para explicar bien el caso Pelicot, ni es incisiva con el compromiso divulgativo. Incluso la reunión de Caroline Darian con otra víctima resulta fría e improvisada, y reproduce una conversación fugaz en la que no existe el tacto ni la emoción que el espectador puede esperar de un encuentro como este. Es obvio que el gran documental del caso Pelicot está todavía por hacer.