El grafismo de la aguja en el margen inferior de la pantalla, la que indica los hectómetros cúbicos de agua que hay en las cuencas internas de Catalunya, se ha convertido en una adicción televisiva a muchos hogares. Desde hace meses, este gráfico tan sencillo se ha convertido en el nuevo incentivo por la información del tiempo de TV3. Este grafismo, exhibido de forma permanente en pantalla durante la sección meteorológica, ha hecho más que ninguna campaña institucional de las que nos aseguraba que el agua no cae del cielo. La cifra de las cuencas internas es, actualmente, una nueva emoción, como el resultado de un partido de fútbol, la distribución de los escaños en una noche electoral o el número del gordo de Navidad. La actualización de la cifra en cada jornada, es motivo de celebración o desilusión en función del comportamiento de la aguja. Conservas en la memoria el dato del día anterior y valoras el cambio en función del nuevo resultado. Hay incluso juegos caseros para adivinar el nuevo dato si ha llovido en las últimas horas. El gráfico provoca un cierto suspense, una inquietud asociada a la cifra que aparecerá en pantalla. Es el “vamos bien” o el “ay, ay, ay” de la información del tiempo. Cuando se modifica el marcador, es, para la mayoría de espectadores, merecedor de un comentario. La alegría de ver aumentar el dato o la preocupación de ver que desciende un poco todos los días.
Hace meses, cuando veíamos los 113 hm³ y la imposibilidad de la aguja para levantarse durante días y días, cuando bajaba hasta 110, nos desconcentrábamos de lo que nos contaba el especialista del tiempo. Nos preocupamos y se creaba la inquietud colectiva de ver cómo la aguja penetraba en la temida zona naranja, la zona de peligro.
La obsesión por la aguja no ha decaído con la llegada de las precipitaciones. Nada más empezar la información del tiempo, miramos la cifra. Si antes, para muchos ciudadanos, el anuncio de lluvias servía sólo para acordar de tomar el paraguas, ahora pensamos en la aguja de las cuencas internas. Si llueve durante días, tenemos una nueva inquietud para comprobar si la aguja azul habrá reaccionado haciendo honor a la dimensión del chaparrón.
Gracias a la aguja, con un destello hemos tenido suficiente para constatar la gravedad de la sequía. El estado de los pantanos puede resultar una información demasiado abstracta, pero la exactitud de una cifra, el número preciso de los hectómetros cúbicos, el área naranja de la gráfica y el movimiento de la aguja es tan visual, tan claro, que el espectador se siente mucho más estimulado por la información. En esa pequeña imagen, en todo lo que significa la zona coloreada de peligro, se condensa una gran carga simbólica. Buena parte de la ciudadanía ha tomado conciencia de la importancia del agua y de la necesidad de lluvia observando cómo esa aguja azul ha afanado por alejarse del área naranja que alerta de los mínimos.
Un detalle tan modesto, un cambio tan sencillo en la pantalla, ha tenido una enorme significación para los espectadores. Los pequeños cambios son poderosos, decía el capitán Lechuga. Y la aguja de las cuencas internas demuestra que a veces hace falta sólo un poco de ingenio y de ganas, para conectar con la audiencia.