'El mal invisible'.
Periodista i crítica de televisió
2 min
Regala este articulo

La noche del lunes se estrenaba El mal invisible, la nueva dosis de asesinatos y truculencias para compensar el final de Crímenes. La nueva serie relata las miserias policiales de una Barcelona confinada por la pandemia mientras se investigan los asesinatos en serie de personas sin hogar. La historia está inspirada en hechos reales, una etiqueta que parece obligatoria para vender cualquier producto audiovisual.

Lo mejor deEl mal invisible es la morterada que se han ahorrado en la contratación de los extras. Retratar una ciudad vacía tiene además mucha fuerza visual y nos conecta con una época y una realidad que ahora parece una pesadilla. El elemento de peso de la serie es el elenco protagonista: David Verdaguer, Ángela Cervantes y Àlex Brendemühl como tripleta central es un buen reclamo. Pero, por desgracia, sólo es eso, un reclamo. En la práctica, todo se tambalea. Un guión nefasto y una mala dirección han condenado a los actores a una interpretación muy frágil. Hay castings que pueden salvar a una serie mediocre. Pero también hay malas series que pueden derrumbar a unos buenos intérpretes. Y ese es el caso. Hay un problema de tono y de impostación. La serie pretende imbuirse de una oscuridad y de un ambiente emocional opresivo y turbio para nutrirse de misterio. Pero han responsabilizado de este peso a los protagonistas. Verdaguer, Cervantes y Brendemühl deben forzar esa actitud desasosegada arrastrándoles a una afectación que no les juega a favor. Los diálogos rematan el trabajo. Están llenos de tópicos y se escucha el sonido del teclado del ordenador de los guionistas escribiéndolos. Los actores parecen esperar el turno para hablar. Y los secundarios están tan estereotipados que hacen que la serie esté ya pasada de moda antes de estrenarse. Los guionistas han hecho imposible que el espectador establezca vínculos de empatía con sus personajes. Sus vidas te importan poco. La historia del hijo del inspector jefe y su vecina bailarina es rematadamente ridícula. Su eficacia como pintores de paredes es de las virtudes más delirantes que hemos visto en tramas de adolescentes. Hay planteamientos de guión absurdos y naïfs, que convierten el sinhogarismo en un cuento de Dickens adaptado a la época moderna. Además, existe un problema evidente de sonorización que dificulta que podamos entender parte de las intervenciones.

El guión es fallido. El uso de los flashbacks es tan simple como chapucero. Es el único recurso que han encontrado para dar bagaje a los protagonistas, planes y amodorrados. No sientes ninguna inquietud por saber quién es el asesino porque no debes sospechar de ninguno de los personajes que te han presentado. El divorcio de Quique está tan justificado que no te plantea ningún dilema. La supuesta tensión sexual entre Quique y Marga estaría allí en esa cena de Navidad, porque después se desintegra gracias a la atmósfera depresiva. E incluso el inspector millonario Quim Vilana parece indiferente a su propia trama. Contradiciendo el título, el mal de la serie resulta bastante visible.

stats