Compre nuestro detergente, contrate una eutanasia

BarcelonaMacabro, pero interesante debate en Reino Unido, que estudia estos días si legaliza las muertes asistidas para aquellos que no quieren prolongar su agonía. Desde el gobierno laborista se asegura que si se aprueba la medida, las empresas que presten este servicio no podrán publicitarse. El instinto inicial es considerarlo una hipocresía de tantas: si hay personas que han decidido tomar una de las decisiones más complicadas que podemos imaginar, estaría bien que conocieran las opciones disponibles.

Pero hay un precedente inquietante. En Bélgica, hace tres años, hicieron un espot en el que tres chicas jovencísimas y guapísimas, en un receso en el gimnasio, hablaban sobre la muerte asistida y la posibilidad de registrarse todavía con plenas facultades como opción preferente en los cuidados paliativos por si llega un momento en que se ha perdido la capacidad de decisión. Eran tan resplandecientes y serenas, levíticas incluso, que cualquier persona estaría tentada de pedir ya una eutanasia inmediata sólo por el privilegio de formar parte de ese perfumadísimo grupo. El anuncio, edadista y cosificador, acabó prohibido en la parte francófona del país al considerar que se extralimitaba y comportaba un fomento de la muerte anticipada, por desesperación de quienes abogan por mantener la vida (la suya y la del resto) a todo precio. Por tanto, al final, este dilema lo resuelve cada uno según su grado de confianza en la especie humana. Si es elevado, considerará que no hace ningún daño disponer de información y sacar del tabú un asunto espinoso. Si es bajo (y cuénteme en este grupo), es fácil que en España no tengamos las gimnastas belgas cantando las excelencias de la muerte asistida sino que salga Belén Esteban en un anuncio llamando a cámara con gran profusión de curas diciendo "Muérete, ya, y punto!"