Cómo conseguir el control digital de los menores espabilados
Los dispositivos permiten instaurar limitaciones, pero es necesario luchar contra las formas de esquivar estas restricciones
BarcelonaLa acelerada digitalización de la sociedad ha convertido los dispositivos conectados en herramientas omnipresentes en los hogares. Pero mientras los adultos navegan por este ecosistema con mayor o menor destreza, los menores se mueven con una facilidad que a menudo inquieta a sus progenitores. La duda está clara: ¿cómo proteger a los hijos de un entorno digital que crece más rápido que nuestra capacidad de comprenderlo?
El laberinto del control parental
El método más drástico para restringir el acceso de los menores a contenido inapropiado es no proporcionarles ningún dispositivo propio. Las familias preocupadas por saber dónde paran a sus hijos tienen al alcance otros dispositivos conectados, como medallones o relojes con localizador, que no admiten aplicaciones ni acceden a la web. Ahora bien, los padres que hayan desistido de privar a los hijos de tener móvil todavía pueden intervenir de varias formas.
Controles a nivel de red
Los router modernos ofrecen funciones de control parental que actúan como primera línea de defensa dentro del hogar, controlando el acceso a internet de todos los dispositivos conectados a la red doméstica. Estos sistemas identifican a cada dispositivo por su dirección MAC única y permiten configurar restricciones exclusivas para cada miembro de la familia. Sin embargo, su efectividad se limita al entorno doméstico: cuando los menores salen de su casa con sus teléfonos y se conectan a redes móviles, estos controles pierden toda funcionalidad.
Para cubrir esta limitación, las operadoras de telefonía también ofrecen mecanismos de bloqueo de contenido para las líneas de los hijos. Estos sistemas pueden ser activados y configurados por los padres, que son los titulares del contrato y los que pagan las facturas, lo que permite extender el control parental más allá del hogar.
Una de las funciones es la restricción de tiempo de acceso, en la que se puede definir períodos horarios durante los cuales se aplicarán las reglas de filtrado. El filtrado de contenido opera mediante dos políticas diferenciadas: las listas negras, que impiden el acceso a sitios web con palabras clave específicas, y las listas blancas, que sólo permiten acceder a contenidos con palabras clave previamente aprobadas. Sin embargo, este método tiene limitaciones: no controla directamente el uso de aplicaciones específicas en el dispositivo ni las funciones internas del sistema operativo.
Controles integrados en los sistemas operativos
Más granulares son los controles integrados en los sistemas operativos de ordenador (Windows, macOS y Linux) y de móvil (iOS/iPadOS y Android). Para configurarlos, normalmente es necesario añadir al hijo a un grupo familiar y gestionar la configuración online o mediante la aplicación de configuración del dispositivo.
Las funciones principales son la limitación de tiempo en pantalla, con la posibilidad de establecer duraciones diferentes para cada día de la semana; la restricción de aplicaciones y juegos concretos; e incluso el bloqueo completo de aplicaciones determinadas. Los filtros de contenido aseguran que no se vea material inapropiado al buscar en Internet, con opciones para filtrar contenido para adultos o crear listas de sitios web bloqueados o aprobados.
Las restricciones de aplicaciones permiten evitar la instalación o eliminación de programas, controlar las compras dentro de las aplicaciones y restringir funciones propias del sistema como la cámara, el navegador web o asistentes de voz. Las aplicaciones también pueden limitarse según su calificación por edad. Una ventaja adicional es que la configuración establecida en un sistema operativo puede extenderse a otros dispositivos vinculados, como las consolas de juegos.
Aplicaciones de terceros
Por último, existen aplicaciones especializadas que los padres pueden instalar en los dispositivos de los hijos para monitorizar y controlar su actividad digital. Estas herramientas pueden automatizar tareas como la imposición de límites de tiempo y el bloqueo de contenido para adultos, lo que resulta especialmente útil para niños pequeños. Sin embargo, son de calidad variable, y muchos padres reconocen que los niños tecnológicamente hábiles pueden encontrar formas de eludirlas.
Plataformas: entre la autorregulación y la responsabilidad
Las grandes plataformas digitales han adoptado medidas de control parental con fortuna desigual. Instagram ha optado por hacer privadas por defecto las cuentas de los menores de 18 años, pero no dispone de un sistema de control parental propiamente dicho. TikTok ofrece la sincronización familiar, que permite a sus padres limitar búsquedas y establecer límites de tiempo, pero su efectividad depende de la colaboración voluntaria del menor. Twitch no verifica la edad de los usuarios y sus herramientas de control son limitadas. Esta disparidad evidencia una realidad incómoda: muchas plataformas carecen de mecanismos robustos de verificación de edad, y se crea un vacío que los menores aprovechan con facilidad.
Métodos de verificación de edad: ¿seguridad o privacidad?
Los métodos de verificación de edad han evolucionado más allá de la ineficaz autodeclaración de edad, desarrollando varios sistemas que muestran cada uno sus propias limitaciones. La verificación con documentos oficiales, mediante la subida de identificaciones verificadas manualmente o con inteligencia artificial, ofrece fiabilidad pero genera preocupaciones sobre la privacidad y el riesgo de documentos falsos.
Los servicios de terceros utilizan varias fuentes de datos para confirmar la edad, pero resultan costosos e implican compartir información delicada. Los sistemas basados en el pago, como la comprobación de tarjetas de crédito, pueden ser eludidos por los menores con las tarjetas de sus padres.
La biometría, especialmente el reconocimiento facial que estima la edad analizando rasgos, es prometedora, pero presenta problemas de incertidumbre para edades cercanas a los límites legales y suscita preocupaciones de privacidad significativas. La inteligencia artificial ayuda a detectar deepfakes e identidades sintéticas, pero la precisión sigue siendo un reto.
El análisis de comportamiento o dispositivo para inferir la edad tiene un acierto relativo y plantea problemas éticos importantes. Mientras, las identidades digitales y carteras digitales basadas en identificaciones emitidas por el estado se consideran el enfoque del futuro en la Unión Europea, pese a los retrasos de despliegue que evidencia el caso español.
Escapatorias técnicas y contramedidas
Además, muchos menores han descubierto que pueden sortear las restricciones de edad utilizando redes privadas virtuales (VPN) que simulan que el usuario se encuentra en países con normativas menos restrictivas. Este método les permite acceder a contenidos bloqueados o evitar los controles parentales basados en la ubicación geográfica. Sin embargo, un control parental bien configurado puede contrarrestar esta estrategia restringiendo o bloqueando completamente el uso de aplicaciones de VPN, lo que cerraría esta vía de escape técnica.
Los retos principales siguen siendo la privacidad y la ciberseguridad de los datos personales, la precisión de los métodos, el impacto en la experiencia del usuario y encontrar el equilibrio adecuado entre protección y privacidad.
Marco legal
La Unión Europea y España tratan de llenar ese vacío con una batería de normativas que, sin embargo, evidencian la complejidad del reto. El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) exige "esfuerzos razonables" para verificar la edad, pero este concepto ambiguo deja mucha interpretación en las empresas.
La Ley de Servicios Digitales europea exige medidas de protección para los menores, pero sin concretar mucho cómo aplicarlas. En Irlanda, los códigos vinculantes ya establecen que la simple autodeclaración de edad no es válida, marcando así un precedente más estricto.
España ha apostado por soluciones propias con resultados desiguales. El anteproyecto de ley de protección del menor en los entornos digitales prevé hacer obligatorio el control parental en todos los dispositivos y elevar la edad mínima para acceder a redes sociales de 14 a 16 años. Pero el caso de la Cartera Digital, llamado coloquialmente pajaporte, ilustra la distancia entre las ambiciones legislativas y la realidad técnica. Anunciada en julio de 2024 como una solución respetuosa con la privacidad para verificar la mayoría de edad en contenido para adultos, sigue sin estar operativa debido a problemas de certificación de seguridad y la resistencia de los usuarios.
La clave educativa: más allá de los filtros tecnológicos
Esta multiplicación de herramientas y normativas esconde una paradoja fundamental: mientras buscamos soluciones cada vez más sofisticadas para controlar el uso que los menores hacen de la tecnología, olvidemos que el problema es más educativo que tecnológico. Ningún filtro es infalible frente a un adolescente motivado con acceso a internet. La respuesta se encuentra donde siempre ha estado: en la educación dentro de las familias. Los controles parentales pueden ser útiles como medida temporal, especialmente con niños pequeños, pero no sustituyen a la conversación y la confianza con los hijos sobre el uso responsable de la tecnología. Quizás la solución no esté tanto en perfeccionar los filtros como en enseñar a navegar con criterio.