Da gracias que os colonizamos, salvajes
El perdón de España por los abusos cometidos durante la conquista del antiguo imperio azteca ha sido el susto de Halloween más terrorífico para la derecha de la ofensa eterna. Lo consideran una humillación y dicen que todo lo que se dice ha sido una leyenda negra, pura hispanofobia. La Razón le dedica tema de portada y tres columnas en la misma dirección, empezando por la del director. Cuentan que los aztecas eran unos bárbaros caníbales y, por tanto, que el pueblo estaba agradecido de ser liberado, que los procesos de colonización protagonizados por Inglaterra, Francia y Bélgica fueron mucho más sangrientos y que, en virtud de las leyes de Burgos, no había esclavos méxicos. Pero la cruda realidad es que de dieciocho millones de almas pasaron a ser sólo dos millones: las otras dieciséis millones no estaría muy contenta. El pretexto "pero los demás más" no vale la pena comentarlo. Y la esclavitud formal no existía, de acuerdo, pero el propio Bartolomé de las Casas consignaba que, en virtud de las llamadas encomiendas que asignaban indígenas a quien tenía que luchar por la Corona, se obligaba a unos trabajos forzados y unos tributos abusivos que, en la práctica, equivalían a lo mismo. Seguro que en los relatos de la época y más contemporáneos debía de haber gente que puso más pan que queso, pero vender la idea de que los aztecas fueron unos afortunados... sólo mirando la evolución demográfica con los saldos de la guerra, el hambre y las enfermedades ya se ve que estamos en el terreno del cinismo.
Uno de los articulistas de este despliegue del desagravio da el argumento definitivo: "Si no hubiéramos tenido antepasados que fueron y volvieron a las Indias, no tendríamos tortilla de patatas". Ni salmorejo, añade más adelante. Así que, simpático descendiente de indígenas que has llegado a esa orilla del Atlántico para trabajar tal vez en precario, da gracias que aquí también podrás comer patatas. ¡Todo son ventajas, chico!