La cutrez que La 1 estrenó el miércoles por la noche vuelve a ser inexplicable e inadmisible en una televisión pública. ¿Algo que declarar? es un dating show de mal gusto. Y no solo por las tonterías que se dicen y el planteamiento caduco, sino por los estereotipos que refuerza en una cadena que, precisamente, debería priorizar la voluntad de destruirlos. El programa recrea el universo de un supuesto aeropuerto del amor. El presentador, Pablo Chiapella –famoso por ser el Amador de La que se avecina–, va disfrazado de piloto de avión y tiene una tripulación de auxiliares de vuelo que parecen sacados de un espectáculo de cabaret. Todos los recursos televisivos más caducados y típicos se concentran en su formato. En menos de tres minutos dijeron quince veces la palabra amor, y cada vez que la decían sonaba una canción del repertorio de Julio Iglesias que repetía la palabra. A lo largo del programa se intenta formar tres parejas, sean heterosexuales u homosexuales. El casting es digno de un reality tipo La isla de las tentaciones o Gran Hermano. Cuerpos jóvenes y hegemónicos muy trabajados en el gimnasio, máximo hedonismo y mínima naturalidad. Cada soltero o soltera puede elegir entre tres candidatos, que van cargados de maletas. Cada maleta esconde un supuesto defecto. Y a partir de una dinámica de eliminación acaba formando o no la pareja. ¿Algo que declarar? sigue las pautas de guion más frívolas y tópicas de los realities a la hora de presentar a los concursantes: "Si quiero algo, lo consigo", "Tengo este cuerpazo porque me lo curro", "Cuando entro en una discoteca tiembla el suelo", "Soy muy consciente de mi atractivo y no me da vergüenza admitirlo. Doy ganas y lo sé", "Un torbellino como yo se merece a un tío alto y un poco malote". Y los enunciados que aparecen dentro de cada maleta son tan vulgares como ridículos: "He tenido sesiones de sexo de 18 horas", "Me he liado con más de cien mujeres", "Necesito tener sexo, al menos, una vez al día" o "Soy míster trabuco". A esta última frase el presentador, sorprendido, añadió: "Me he quedado apollardado". En el decorado hay una cinta transportadora de maletas donde aparecen testigos. Y en el colmo del esperpento, en dos ocasiones aparecieron las madres de dos candidatos, transportadas como si fueran un paquete. Después de decir cuatro palabras sobre su estilo sobreprotector, se marchaban arrastradas sobre la cinta.
Este programa no pinta nada en una televisión pública. No porque sea un dating show, sino por los valores y estereotipos que pregona. Refuerza un universo sobre las relaciones de pareja muy pasado de moda. En el juego no paran de abrir maletas. Pero la más peligrosa es la que está llenando Televisión Española con su entretenimiento. La cantidad de inmundicia acumulada está adquiriendo un sobrepeso inasumible para un medio público y, sin embargo, no paran de cargarla más y más. Solo hay algo que declarar: la dirección de TVE cree que está haciendo maniobras para hacer despegar el avión, pero lo está haciendo todo para estrellarlo.