¿La injerencia rusa a través de Abascal ya no les preocupa?
Desde mi posición de pareumaquinista, hace años que leo simpáticas películas de la pérfida alianza del independentismo catalán con Putin. Planes fabulosos y ayudas militares que nunca han encontrado ningún sostenimiento judicial porque todo era tan delgado como el papel de fumar. O el de prensa. Ahora tenemos el pigote de Santiago Abascal haciéndose colega de la internacional putinesca y montándoles un bullicio en Madrid y es divertido ver la misma caverna haciendo el búho con contorsiones de cuello de 180 grados para no mirar la evidencia.
Sin embargo, hay gestos que evidencian la incomodidad del doctor Frankenstein ante su monstruosa creación. El Mundo, por ejemplo, destaca en un subtítulo cómo el primer ministro húngaro exige retirar el apoyo económico europeo a Ucrania. O sea, dejar que Rusia aplaste al país. Pero a Abascal le respetan lo suficiente y le hacen el favor de no escribir ninguna editorial sobre el tema, por lo de no mirar a la bestia de cara. Ahora bien, el líder de Vox pierde algún apoyo, por ese camino hacia el ala más dura dentro de los movimientos ultras. Como el de Federico Jiménez Losantos, que le riñe por haber cambiado al atlantista Giorgia Meloni por el aliadísimo del Kremlin Viktor Orbán, con su tráfico desde el CRE hasta Patriotes. Y es normal, porque aquellos fabulosos 10.000 soldados que debían venir a liberar a Catalunya solo existían en media docena de cerebros recalentados –incluidos los reporteros Tribulete que hablaban de ello–, mientras que las consecuencias de tener un partido gobernante España con alianzas internacionales abracadabrantes pueden llegar a ser mucho más palpe. Una vez más, el dilema está servido: ¿se tragarán también ese sapo del Make Europe great again, para garantizar la eyección de Sánchez de la Moncloa?