Lecciones para 2021 de la masacre de Tulsa (1)
Mucha gente conoció la historia de la terrible masacre de Tulsa gracias a la (notable) serie Watchmen, a pesar de que se trata de uno de los ataques raciales más sangrientos en la historia de Estados Unidos: entre 100 y 300 muertos, todo un barrio destruido –incluyendo bombardeos aéreos– y 10.000 vecinos sin casa. Estos días se cumplen cien años del acontecimiento y es pertinente examinar el papel de la prensa en todo ello, tanto como instigadora de los hechos como después a la hora de enterrar aquel episodio vergonzoso. Y vale la pena hacerlo no solo como ejercicio histórico, sino para comprobar de qué manera algunas de las técnicas utilizadas son lamentablemente vigentes hoy en día. Manos a la obra.
En el origen de la masacre está la acusación contra un chico negro de 19 años, Dick Rowland, de haber agredido sexualmente una chica de 17, blanca, en un ascensor. El caso acabó desestimado, pero mientras seguía su recorrido judicial, el Tulsa Tribune publicó un editorial en el cual preveía el linchamiento de Rowland. Y quien dice preveía, claro, dice instigaba: el diario había publicado el caso en primera página, con un titular incendiario, después de años de azuzar el odio racial contra los negros. El editor, Richard Lloyd Jones, era un xenófobo sin escrúpulos propagandista del Ku Klux Klan que solo incluía historias protagonizadas por negros a su medio si alimentaban su relato que se trataba de una raza inferior y ligada inexorablemente a la delincuencia. Cuando veteranos de la Primera Guerra Mundial acudieron a los juzgados para pedir permiso para proteger a Rowland de la turba que quería entrar en el calabozo para ejecutarlo, la negativa que recibieron provocó un alboroto. Alguien disparó un disparo. Y el resto es historia. Pero si alguien quiere consultar cómo lo explicó el Tribune, lo tendrá difícil: el diario borró sus huellas. Continuamos mañana.