La revistaTimeha introducido una nueva herramienta de inteligencia artificial. Se trata de un chat que ha estado alimentado con una selección del periodismo de la histórica publicación, más una base de conocimientos generales y una parte de contenidos externos considerados dignos de confianza. La idea, claro está, es limitar la desinformación en las respuestas, aunque sea a costa de estrangular tanto el perímetro de consultas posibles que, según un usuario que lo ha probado, el chat ni siquiera sabe decir cuál es la capital de 'Egipto. A partir de aquí, se le pueden hacer preguntas y pedir información, resúmenes, etcétera, sobre las tres últimas personas del año escogidas por la revista. Se entiende que, si se supera esta fase piloto, se ampliará el corpus.
La perspectiva de poder sistematizar todo el conocimiento generado por un medio es estimulante. Pero temo que, si esto rige, sea el fin de las hemerotecas, tal y como las conocemos. Porque en vez de poner un término de búsqueda y navegar entre docenas de resultados para encontrar a los más relevantes (y detectar, por ejemplo, las contradicciones entre unos artículos y otros), ahora se nos ofrecerá una respuesta más cerrada y masticada, que dificultará saber cómo se ha llegado a ese resultado. Tiene la parte positiva de ahorrar trabajo mecánico, que es lo que se supone que deben hacer las IA, pero también en esta colada perderíamos una sábana más de trazabilidad y nos condenaría a hacer un acto de fe en el que ofrezca el logaritmo. Porque sería muy tentadorcorregirla historia de un medio y obviar los momentos menos acertados. Todo esto suena muy distópico, supongo, pero cada vez estoy más convencido de que una de las principales guerras que se librarán en las próximas décadas será por el acceso a la buena información que permita tener ciudadanos críticos.