La mala leche de Ana Rosa Quintana

Ana Rosa Quintana se mantiene en las tardes de Telecinco con TardeAR, el programa truculento de sucesos. El jueves por la tarde anunciaban las amenazas de muerte entre un grupo de vecinas de un pueblo de menos de dos mil habitantes de la provincia de Toledo. Como reclamo televisivo utilizaban una careta de presentación absolutamente siniestra, en blanco y negro y con música de terror, que enmarcaba los ojos malévolos de dos vecinas que habían sembrado el pánico en el barrio. Durante el programa iban repitiendo el anuncio como una noticia relevante. Mandaron a una reportera en directo para saber qué pasaba con las amenazas. Bastaba ver las primeras imágenes para entender que era una zona de máxima vulnerabilidad. Un barrio de gran pobreza, con personas con riesgo de exclusión social, sin recursos ni capacidad para solucionar conflictos de forma razonable. Y menos, asumir la presencia de cámaras y el impacto mediático de su propia historia. La reportera entrevistaba a dos vecinas atemorizadas por una madre y una hija con problemas de agresividad. Una mujer lloraba explicando que ya no salía de casa por el terror que le provocaban esas personas. La reportera, después, quiso escuchar la versión de las vecinas conflictivas, que ni se entendía cuando hablaban. Mientras, veíamos al fondo a las demás vecinas esperando sentadas en un pedrisco de la calle contemplando cómo la televisión ponía dinamita a su problema. “¡Es el lejano oeste!”, comentaba con sorna Ana Rosa Quintana desde la comodidad de su plató. La presentadora quiso desempeñar el papel de mediadora espabilada en aquel bullicio vecinal: “¡A ver! ¡Dolores es una señora mayor que está enferma y no la veo yo para meterse con nadie! ¡Pero tú eres joven!”, decía regañando a la vecina conflictiva. Cuando la reportera volvió a buscar a Dolores, con la bata de estar por casa puesta, la mujer estaba hiperventilando, temblando de miedo y llorando. “¡Nada! ¡Tranquilidad! ¡Tranquilidad!”, le gritaba Quintana. Y daba consejos de convivencia: “Yo creo que tal y como están las cosas es mejor que no os juntéis en ningún sitio y que la Guardia Civil haga su trabajo”. Y añadía: “¡Dolores! ¡Que la salud es lo más importante y no se puede vivir con miedo!”. Ana Rosa despidió la conexión dejando a esa mujer aterrada en la calle mientras con los colaboradores comentaban la bata de boatiné de la pobre señora. Telecinco ya había hecho su trabajo. Son muchos los casos en TardeAR donde se aprovechan historias en un contexto de mucha pobreza e incultura. Ese clasismo y esa condescendencia de Ana Rosa es tóxica. La tele más opulenta comentando desde la distancia y con frivolidad los dramas de la gente sin recursos económicos, ni sociales, ni emocionales y fingiendo que les soluciona el problema con cuatro palabras. Más allá del sensacionalismo, es una manera de estigmatizar a las clases más bajas, utilizándolas como carnaza mediática para entretener a la audiencia, exhibir dónde viven y cómo malviven y construir un relato de terror e incapacitación.