¿Niños esqueléticos? ¿Qué niños esqueléticos?
Pocas verdades más incontestables y sulfurantes que las de las costillas consumidas de los niños muriendo de hambre. Varios periódicos han empezado a ponerlas en portada, con la vana esperanza de que su frágil estampa sea el catalizador del cambio definitivo en la opinión pública ante el genocidio en Gaza. Incluso un rotativo conservador hasta el tuétano como el Daily Express incluía la fotografía de uno de estos bebés, Mohammed, y el titular "Por el amor de Dios, parad esto ahora mismo". Y, sin embargo, existe una fuerte presión para negar incluso ese crimen de guerra –así lo dicen la Convención de Ginebra o el Estatuto de Roma– que es matar a la población civil de hambre.
La excusa ha sido, en este caso, el descubrimiento de que el niño, de año y medio, ya tenía problemas de salud preexistentes que afectan a su crecimiento. El ministerio de Asuntos Exteriores ha hecho circular una fotografía del mismo niño, en este caso junto a su hermano, que no muestra síntomas evidentes a la vista de malnutrición (aunque una camiseta oculta su fisonomía). El New York Times, que puso también en portada el viernes la historia de Mohammed, ha retocado el artículo explicando esto. Aunque, para curarse en salud, la primera frase del nuevo párrafo es "Los niños de Gaza están malnutridos y pasan hambre", los medios oficialistas de Israel y su maquinaria ya están aprovechando el asunto para negar la mayor y la existencia de una campaña del hambre. Lo hacen de una manera cruel, por deshonesta, ya que la condición previa de este pequeño con cuerpo de gorrión no impide que, además, esté desnutrido. No es excluyente. Más aún, la desnutrición se ceba con colmillos más afilados justo contra los niños que tienen otros problemas de salud añadidos. La mirada de Mohammed debería abrirse paso entre la batalla por el relato y nos interpela directamente: ¿queremos permitir esto?