El (bajo) nivel del presidente de RTVE

El jueves, el presidente de RTVE, José Pablo López, comparecía ante la comisión de control del Congreso y daba explicaciones del fracaso estrepitoso de La familia de la tele. Su intervención fue deplorable. Empezó citando, como referente, a Ramón García, el presentador que se pone la capa para dar las campanadas de Fin de Año. Aquí ya se intuye cuáles son sus estándares. Mencionaba una frase suya en la que aseguraba que el 87% de los estrenos televisivos no funcionan. López, como experto, prefería remitirse a las revistas especializadas que reducían a un 60 o 70% los programas ”que no terminan de colar en televisión". Lo decía para normalizar el esperpento de fichar a Belén Esteban, María Patiño, Kiko Matamoros y compañía para las tardes de la televisión pública. El directivo se justificaba: "¿Qué puedo decirles de 'La familia de la tele'? Pues que lo hemos intentado y que no ha funcionado. Y yo asumo la responsabilidad profesional de ambas cosas. De haberlo intentado y de que no haya funcionado". Y entonces, acentuaba el dramatismo para continuar: “Pero, sobre todo, asumo la responsabilidad profesional de haberlo intentado, porque el problema es que hay mucha gente interesada en que no lo intentemos. Y yo no vine aquí para no intentarlo. Vine para intentarlo y tratar de acertar. Cuando no acierto –cuando no acertamos, porque eso también son decisiones que consulto con mi equipo– pues, obviamente, tomamos las medidas adecuadas y procuramos realizar los cambios de la manera más rápida que se puedan hacer”. López, o quizá deberíamos llamarlo Superlópez, por sus ínfulas de héroe de estar por casa, sacaba pecho de la proeza de haberlo intentado, como si esto hubiera sido una batalla a vida o muerte. El presidente de RTVE no ha intentado nada. Se ha limitado a importar a la pública lo que copió de la privada. Olvidaba que el monstruo que creó para las sobremesas ya hacía tiempo que caminaba en Telecinco. El formato estaba más que probado y el resultado hacía años que todo el mundo lo sabía. La familia de la tele no es una propuesta fracasada, era una fórmula agotada e inapropiada para La 1. López se amparó en los resultados de audiencia de formatos más exitosos, evidenciando unos fundamentos televisivos basados estrictamente en las cifras y no en los contenidos, ni en la responsabilidad social ni el deber de la función pública. Asumió algunas críticas, pero no todas: "Lo que no asumo es el supremacismo cultural que algunos han querido imponer para la televisión pública". Y aquí radica la filosofía de este supuesto experto. Entiende que rechazar la telebasura es supremacismo. El paternalismo ilustrado de estos directivos delata sus limitaciones y demuestra la ignorancia de lo que representan los medios públicos. Porque confunden el criterio, el rigor y, por supuesto, la exigencia cultural con la exigencia cultural con el elitismo y la superioridad moral.