Esto parece una buena serie

Esto no es Suecia es la nueva ficción de los lunes en TV3. Una serie con Mariana y Samuel como protagonistas. Una joven pareja con dos hijos pequeños, superada por uno de los dramas de la educación del siglo XXI: la hiperpaternidad. Lo que mueve a los personajes está bien definido: la crianza de los niños. Huyen de la ciudad, en busca obcecada de una comunidad que comparta los mismos ideales pedagógicos, una “crianza respetuosa” que quiere sobreproteger a los hijos incluso antes de que aparezcan los problemas y sobreestimularlos aspirando a unos superhijos que deben disfrutar de la ultrafelicidad. Sin caer en la parodia, manteniendo el equilibrio entre la crítica y la indulgencia, retrata muy bien esa filosofía de vida. Porque la educación de los hijos lo arrastra todo: el trabajo, el ocio, los vecinos, el hogar, la pareja y la relación con los demás.

Los responsables de la serie tienen muy claro de qué hablan y cómo quieren transmitirlo. Y el espectador conecta precisamente por eso. El sentido del humor no se ha añadido sólo a la escritura del guión sino que proviene de una mirada previa y esto determina el tono de la ficción.

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A nivel de guión, las tramas están muy bien comprimidas. Nada es superfluo o alargado. Cada secuencia hace avanzar la acción porque el objetivo narrativo está bien definido. No todo se explica a través del texto. En el primer minuto de la serie sólo hay una sola palabra (mamá). Pero el espectador interpreta enseguida el contexto familiar: la ausencia de la madre y la prioridad de los niños (la cama con el padre y el bebé, donde el bebé ocupa la mayor parte del colchón), la existencia habitual de la madre en ese hogar (la hija mayor llama a mamá) y el entorno natural como elemento de conflicto. En la siguiente secuencia, vemos a la madre en Marruecos. Se entiende que los roles tradicionales están cambiados sin verbalizarlo. Pero a pesar de la distancia, la obsesión por la crianza no tiene fronteras. La careta de presentación condensa el tema: presenta a la familia y relata la mudanza de la ciudad en el entorno natural. La admiración por la madre sueca se representa muy bien incluso en la forma de removerle la basura. Los juegos de miradas proporcionan información, el humor se gestiona con destreza cuando el gag sutil se manifiesta a partir de la conexión de distintas escenas. El cuidado de los detalles es exquisito: la tostada de aguacate, la demonización del azúcar, la madre sobrepasada que en la terapia de crianza respetuosa no habla pero llora todo el rato, la forma de observar (y juzgar) de las madres. Esta vida de comunidad positiva que también puede convertirse en un espacio de presión colectiva. El desenlace del episodio provoca una consternación excesiva al espectador porque rompe con el tono y la bondad de la trama. Pero un giro que no sólo tiene la capacidad de ser imprevisible y descolocar a la audiencia sino de proporcionarnos el mensaje profundo de la serie. Esto no es Suecia nos dice que los padres perfectos no existen. La serie perfecta tampoco. Pero demuestra que hay talento y técnica para explicar muy bien lo que se proponen.