La penitencia de un socialista en 'Espejo público'

El miércoles, los magazines matinales hervían con el nuevo informe de la Unidad Central Operativa (UCO) sobre el caso Santos Cerdán. Pero el planteamiento de Espejo público fue muy original. Incorporaron una alegórica puesta en escena. El programa de Susanna Griso invitó al exdiputado socialista Diego López Garrido para comentar el informe. Pero no les interesaba tanto lo que el hombre pudiera explicar como la forma en la que lo representarían.

Ocho minutos después de empezar el programa, a las 9.08 h, hicieron un destacado en el margen derecho de la pantalla donde anunciaban: "Reacción PSOE: El socialista Diego López Garrido está leyendo el informe de la UCO que habla de las mordidas y gastos de Cerdán y su mujer. En plató". Y, encima del rótulo, añadían un recuadro donde se veía al exdiputado, en directo, sentado en una mesa, leyendo un fajo muy grueso de papeles. Remarcaban muy bien el término socialista para que quedara claro de qué trataba el ejercicio. Durante cuarenta minutos, casi tres cuartos de hora, Espejo público mantuvo en pantalla la imagen de aquel hombre estudiándose la lección. Era la viva imagen de un alumno castigado para purgar parte de la culpa de su partido. Como en las escuelas del régimen, era la viva representación de un niño sin patio escribiendo mil veces "Nunca más me portaré mal en clase". Era obvio que López Garrido no tendría tiempo de leerse las doscientas veintisiete páginas del informe de la UCO, pero es que el interés televisivo no recaía en el análisis que hiciera el invitado sino en la escena que ya tenían: un socialista leyendo el relato de la corrupción de un ministro de su cuerda. Una especie de pseudohumillación, la de tener que enfrentarse públicamente a los detalles ante la audiencia. Mientras el programa iba haciendo la tertulia, íbamos viendo al exdiputado en un recuadro, cabizbajo y pasando páginas. Como un espectáculo, como si no se pudiera leer el informe en casa. Finalmente, el programa debió de considerar que el teatrillo era suficiente y Griso se levantó para hablar con él: "Lleva un buen rato estudiándose estas páginas", apuntó altiva y seria la presentadora. "¿Algo que reseñar que no hayamos comentado en la mesa?", le preguntó. El exdiputado respondió: "He anotado algunas cosas en este deber que me habéis puesto esta mañana". Lo dijo con deje irónico, delatando que él mismo lo había percibido como unos deberes de escuela y como si ese planteamiento lo hubiera cogido un poco por sorpresa. "Bueno, como jurista necesitábamos conocer su opinión", le replicó Griso a la defensiva. Claro, seguro que se trataba de eso.

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La entrevista duró exactamente cinco minutos y, tras la publicidad, lo hicieron sentarse en la mesa de tertulianos. López Garrido fue a Espejo público a participar en una especie de castigo. Cuarenta minutos en directo leyendo el informe de la corrupción de su partido ante la audiencia, como si se lo restregaran por la cara para, después, ventilarlo rápido. Un papelón histórico que confirma las creativas estrategias sibilinas del magacín de Antena 3.