Los que ponen a la Fundación Franco bajo palio

Lo que me gustaría, de la Fundación Nacional Francisco Franco, es que no existiera, no porque la cierren por decreto, sino para que nadie con dos dedos de frente o medio de humanidad se le ocurriera la idea emética de mantener un chiringuito intelectual a favor de un dictador. Pero bueno, ya que el sátrapa murió en la cama, que su fundación hagiográfica se extinga por eutanasia instada por el gobierno español me quita sólo unos poquísimos minutos de sueño por el dilema democrático que conlleva. Y admito que me causa cierto placer íntimo ver los esfuerzos de la derecha mediática más guerracivilista por defender su existencia. No lo hacen de cara; más bien se nota por la acumulación de noticias en las que se les da voz y amplifican sus argumentos. Uno que hace especial gracia es cuando recuerdan que la Fundación tiene "el máximo respeto a las víctimas". En realidad lo hacen sólo desde el 2024, cuando cambiaron los estatutos porque le veían las orejas al lobo. Y es muy significativo que se diga que ese máximo respeto se aplica "a las víctimas de cualquier significación del período histórico de España comprendido entre 1931 y 1977". Este rango de años es una burla, por supuesto, que difumina las cuatro décadas que comprenden la guerra civil y la dictadura.

Ahora pensamos, por ejemplo, qué piensan –y cómo se escandalizan– estos mismos medios de cuando el mundo aberzale lamenta a las víctimas de ambos bandos. O cómo intentan sofocar cualquier expresión o intento de explicar el conflicto desde una perspectiva distinta a la oficial. En cualquier caso, liquidar la FNFF no hará desaparecer a los franquistas. Por el contrario, siguiendo los preceptos del populismo de derechas, el victimismo les servirá de palanca. Por eso yo preferiría que, en vez de una orden ejecutiva, apareciera en televisión un señor en blanco y negro con el labio superior tembloroso y dijera: "Españolas, la Fundación Franco ha muerto".