La era de la turbomanipulación
Miremos con el cachorro Crema Misisipi, de Alan Parker, con un jovencito Willem Dafoe y un Gene Hackman en la cima de su carrera. El filme está rodado en los 80 y retrata la década de los 60 y la violencia racista de quienes no querían conceder derechos a los negros. Pero revisitada este 2025, acaba siendo dolorosamente actual: el lenguaje del odio que aparece, y que en su momento podía parecer como el recordatorio de una época ya periclitada, resuena muy fuerte en toda la (digamos) filosofía MAGA y el supremacismo blanco que Trump nunca ha condenado de forma inequívoca. En una escena se ven aldeanos contestando a un reportero mientras los filman, y sus argumentos son asimilables a los de Vox (o Alianza). También es jodido ver cómo las técnicas de negación de la factualidad, descontextualización o manipulación ya las teníamos hace seis décadas y que ahora sólo las hemos turboperfeccionado.
Estos días leo también la no ficción de Joan Didion. Qué maravilla. Aunque estoy ahora con el libro que narra la muerte de su hija Quintana y el grueso de lo que se dice es de orden psicológico (todas aquellas señales que no supimos detectar y presagiaban un pedregal), hay una reflexión que también me parece vigente y con la que he hecho la digestión de los canelones de Sant Esteve. La autora habla de la importancia del orden interno de la frase y lo iguala al montaje del cine: planes que retratan una verdad objetiva pueden acabar sugiriendo –por yuxtaposición– algo distinto. El ejemplo clásico: el mismo plano de un hombre mirando por la ventana expresará hambre o deseo dependiendo de si después, en el otro plano, desfila un camarero con un suculento pollo o una chica vestida de verano. Buena parte de la manipulación periodística actual es así: no son noticias inventadas o puras mentiras, sino frases con giros que esconden el contexto necesario o causas y efectos creados artificialmente. Lo era en la época de Crema Misisipi y lo es hoy en día.