Neus Bonet: “Si quieres cargarte a alguien, hay que hacerlo con más elegancia que como hicieron conmigo”
Periodista
BarcelonaCostaría encontrar una franja horaria en la que, en algún momento u otro, Neus Bonet no haya estado haciendo radio. Esta profesional, que fue decana de los periodistas, impulsora de Ona Catalana y presentadora a pesar suyo deLa Mañana de Cataluña Radio conversa sobre su trayectoria con la libertad que da estar a pocos días de jubilarse.
Te jubilas el primer fin de semana de noviembre. Hora de hacer balance, pues: ¿qué te ha dado y qué te ha tomado el periodismo?
— El periodismo me lo ha dado todo... ¡y me lo ha tomado todo! (Ríe) No, no me lo ha tomado todo: me lo ha dado todo y, sobre todo, una forma de mirar el mundo y de apostar por una serie de luchas. Yo no soy una Neus Bonet fuera de la radio y una Neus Bonet en la radio.
¿Y cómo va la lucha?
— Pues ahora con un retroceso bastante importante tanto en la defensa de los derechos de las mujeres como con las guerras que existen en todo el mundo. Vemos en la zona del Líbano imágenes que nos golpean. Gente que vivía en una zona que era tan amable como Barcelona ahora están en la situación que están y ves cómo los chavales ya no pueden ir cada día a la escuela y viven a diario la muerte a su alrededor.
Cuando observas estos retrocesos, ¿no sobreviene una crisis personal de temer que tal vez lo que hacemos no sirve para nada?
— Uf... Yo tengo mucha crisis. ¿Dónde nos hemos equivocado tanto? ¿En qué momento lo hemos hecho todo tan mal? En poco tiempo hemos retrocedido mucho. Ahora vuelves a ver fotografías con siete u ocho hombres y ninguna mujer. ¿Qué ha pasado?
¿Cómo llegas tú al periodismo?
— De forma casual. Un buen día estaba poniendo discos en Radio Popular de Reus y entró un señor por la puerta que se llamaba Carlos Francino. Me dijo: ¿puedes hacer un informativo? Y yo: venga, probémoslo. Y aquél probémoslo era una manera de decir: “Sí, quiero ser partícipe de lo que estoy leyendo cada día que pasa en el mundo y que alguien me lo está contando”.
¿Añoras en algún momento volver a la tranquilidad de poner discos?
— No, no. Yo no entiendo el mundo sin la música, ni lo he entendido nunca, pero ahora no volvería a ello.
No te veremos en Los 40 Principales, pues.
— Ep, que yo fui Chica 40... una semana. Cuando estaba en Ràdio Reus, en la cadena SER de madrugadas y poniendo discos en verano, me propusieron saltar a Los 40. Duré una semana: es un estilo y una manera de vender la música que yo no tenía. Pero ya se veía venir, ¿no? El jefe de Radio Reus vino para comunicarme que no servía para eso. Quizás me hizo un favor... o no.
¿Has anticipado cómo te sentirás el día que vuelvas la acreditación de Catalunya Ràdio y atraveses las puertas de Diagonal 614 una última vez?
— No, no lo he anticipado. Yo me jubilo de una sistematización del trabajo y de unos horarios, pero no dejaré la radio y por eso me presenté para ser presidenta de Ràdio Associació de Catalunya. No sé cómo será el adiós, pero te puedo avanzar que soy una persona poco dada a muchas emociones. Sí que añoraré a mucha mucha gente, y los debates constantes, pero no el lugar en sí, porque nunca he tenido sentimientos por las infraestructuras.
Tienes mucha perspectiva de la historia de Catalunya Ràdio. ¿Dónde crees que está mejor y peor?
— En tiempo de fake news, está en el mejor momento por ser el referente de una información de calidad y contrastada, apostando por periodistas. Y dónde está peor... No me gusta demasiado responderlo porque entonces todo el mundo dice “claro, qué tienes que decir tú, ahora que te jubilas”, pero sería cierta frivolidad. Entiendo que se hable de los influencers, pero no deben ser el referente de una radio pública.
Catalunya Ràdio puede ganar RAC1?
— Ésta es una pregunta trampa. Depende de muchos factores que no te dicen ni las audiencias, ni los perfiles. Es lo de caer en gracia o ser gracioso. Tú puedes ser el periodista o periodista mejor preparada del mundo mundial pero quizás no conectas con el público, no hay empatía. Y Basté tiene una empatía con el enorme público. Es muy llano, muy cercano. Pero Catalunya Ràdio ha tenido gente de mucha referencia como Antoni Bassas en su momento o Mònica Terribas. Y después está el hecho de que la radio pública tiene muchos topes. La privada puede hacer algo que nosotros no, porque estamos muy fijados por un libro de estilo y unas normas éticas.
¿Debería intentarlo, en todo caso? En Estados Unidos, por ejemplo, la radio pública es vocacionalmente marginal.
— Catalunya Ràdio debe tener vocación comercial porque un servicio público sin audiencia todo el mundo le criticará, si lo pagamos entre todos. Entiendo que desde la privada se pida que la pública no tenga publicidad, pero entonces deberíamos realizar otros estatutos que digan que la audiencia no es importante. Mientras jugamos en la misma división, vamos a por todas y debemos tener esta vocación comercial.
En tu primera etapa en Catalunya Ràdio fuiste telonera de Josep Cuní, cuando el magacín matinal no empezaba tan temprano. Hacías de seis a nueve.
— Sí, entrábamos a medianoche y plegábamos a las nueve. Allí aprendí mucho. Yo tenía que hacer a los titulares del final y siempre bajaba con un ataque de nervios: me imponía mucho, Cuní y su equipo de colaboradores de primer nivel. Pero me ayudaron mucho y dar confianza.
Esta etapa tuvo un final, o un paréntesis, algo brusco. Un día estás en Ibiza...
— ¡No me acordaba de eso! Sí, sí, me fui de vacaciones con un grupo de amigos, abro el diario El País y leo que Mari Pau Dominguez presentará el Cataluña Mañana. Tuve que llamar: “Oye, ¿me busco la vida?”. Pero me dijeron: "No, no, vuelve, que algo haremos". Me enviaron a subeditar el informativo de la tarde de Ramon Pellicer. En poco tiempo me volvieron por las mañanas, porque la nueva fórmula no funcionó.
Has girado por todos los turnos y horarios posibles. También hiciste cinco años las tardes.
— Esto no lo he explicado mucho. Se estaba preparando uno de los congresos de periodistas y unas compañeras de trabajo y yo presentamos una ponencia sobre censuras y controles de la información que, en ese momento, pedimos que fuera anónima. Pero por un error de una persona del Colegio de Periodistas, aparecieron sus nombres. Era cuando hacía poco que acabábamos de poner en marcha Catalunya Informació. Pues bien, el jefe de informativos me echó de una coza en el culo. Y me rescató el director, Lluís Oliva y Vázquez de Novoa, para hacer el magacín de la tarde.
¿Fue una etapa feliz o amarga por el exilio forzado?
— Yo soy muy positiva y era muy consciente de que lo que habíamos hecho podía tener consecuencias. La jefa de programas me ayudó muchísimo. Y me dijo que, si quería, podía tener de colaboradores a Ramon Barnils, Quim Monzó, Sergi Pàmies, Jordi Vendrell... ¡Un lujo! Y como antes había habido Fina Brunet, podía recuperar a Tísner, Teresa Pàmies... Fue un exilio de rosas y aprendí mucho.
¿Las puñaladas te han venido más de los partidos o por las luchas internas en la radio?
— Por los cambios de dirección. Hay momentos en los que tienes un relato que no es el del momento o el de la dirección política actual, mientras que otros compañeros sí se apuntan.
¿Has contado todos los directores que has tenido en Catalunya Ràdio?
— Tampoco han sido tantos. Entré que lo eran Lluís Oliva y Pere Artigues, Minobis no porque yo era entonces en Ona Catalana, Oleguer Sarsanedas, Ramon Mateu y Saül Gordillo, que no me trató nada bien.
Y el actual, Jordi Borda.
— ...
¿Alguna valoración?
— No tengo relación. Él era la mano derecha del Saúl Gordillo. Me enviaron a los fines de semana y me enteré de una manera que detesto. Detesto las direcciones que no saben cogerte y decirte en la cara que no cuentan contigo. Yo soy una soldado. Me dices hacia allá y yo..."TJ, en el tejado". Pero con estas formas, no. Cuando Ramon Mateu me dijo que no seguiría en La Mañana, lo hizo viniendo al despacho que tenía, el último día.
Hace años me contaste que tuviste que llamar tú porque se olvidaron de rescindir el contrato.
— Si no lo hubieran hecho ese mismo día, deberían haberme pagado una temporada entera como directora deLa Mañana de Cataluña Radio. Estas cosas pasan más por descontrol que por desidia. Llamé al anochecer y acabó viniendo la secretaria en moto corriendo a mi casa, para que firmara la renuncia. ¡Es que estamos hablando de dinero público!
Fue, también, una de las impulsoras de Ona Catalana, un intento de establecer una radio privada en catalán. ¿Cómo te llega ese proyecto?
— Me llega porque me sacan de la tarde para dejar sitio a Jordi González. Paso a ser subdirectora de programas y aprendo mucho, también, porque me encargaba de hacer la producción ejecutiva de los espacios que salían fuera, a la calle, como el que hizo Antoni Bassas, después de que se quemara el Liceu. Pero entonces vino Josep Puigbó y me dijo montar una emisora. Me dio un folio en blanco y me dijo si quería diseñar una redacción. Y pensé: vale. Ahora, me fui sin que la casa me diera excedencia. No quisieron. Todos los que se fueron a RAC1 tuvieron excedencia. Los que fuimos a Ona Catalana, no.
¿Por qué?
— Bien, porque se veía como un proyecto político de una determinada órbita y otro de otra determinada órbita.
Ambas licencias se dieron al final de la era Pujol. Los convergentes debían de estar suficientemente conformes con ambos proyectos.
— Yo creo que, desde el nacimiento, ya habían apostado por uno y por otro no. He terminado pensando esto, con el paso de los años y con la información que he ido recogiendo. Uno era ya el proyecto ganador. El de RAC 1, obviamente. Quizá Ona Catalana pecó a veces copiar demasiado un esquema de radio pública. Pero todavía le doy vueltas, a todo esto.
Después de Ona está la segunda etapa en Catalunya Ràdio.
— Me llamó Oleguer Sarsanedas para hacer de jefe de programas. Primero le dije que no, porque me ofrecía un contrato de alta dirección y yo ya sé que, en la pública, estos contratos duran cinco minutos. Pero volvió a llamarme y me ofreció recuperarme en plantilla con la antigüedad de cuando me fui. Y dije que sí. Por eso sigo en Catalunya Ràdio. Si no, ¿de qué?
Y, de ahí, en La Mañana. ¿Aceptaste el reto enseguida?
— ¡Y ahora! Dije catorce veces que no. Pero insistían: tienes que hacerlo, hacerlo. Era un momento complicado, por muchos motivos políticos. Y como soy un soldado, pues apa, allí que me voy.
Laura Rosel me explicó que, antes de empezar a presentar ella el programa, te preguntó cuál era el mejor recuerdo que tenías de esa etapa. “Ninguno”, le respondiste.
— Es que no tengo ninguna. Quiero ser muy sincera. Tengo muchos balances parciales, porque hice amistades personales muy profundas, pero hacer La Mañana no era sólo hacer el directo de todas aquellas horas, sino que era combatir, con perdón, la mierda que nos caía encima todos los días. Y las presiones. Y las llamadas, también todos los días.
¿Llamadas para imponer tertulianos, por ejemplo? ¿Cómo funciona esto?
— Pues te llaman un día del Parlamento, un diputado del color que sea, vas, y allí haciendo un café y hablando tranquilamente te ponen sobre la mesa una lista de los tertulianos que quieren que estén. Y lo hacen asumiendo que no seré sólo yo quien decida eso. Porque es mentira que sólo tú dirijas La Mañana de Cataluña Radio. Quien lo diga, miente.
“No tenemos nada contra ti, pero te montaremos una campañita guapa”. ¿Recuerdas quién te dijo esta frase?
— Sí, David Madí.
¿Y por qué te tenían que montar la campañita?
— Era una manera de decir “Has sacado a una persona que nosotros nos entendíamos, o que nos iba bien, pues prepárate”. Yo no estoy diciendo que ni Bassas ni nadie hiciera nada en este sentido o que fuera más o menos afín. Yo no les debió venir bien mientras que el Bassas estaba funcionando y tenía audiencia, así que vete a saber. Pero insisto: yo no quería hacer La Mañana de Cataluña Radio. La gente no se lo cree, pero no todo el mundo aspira a ser presidente del gobierno. Yo estaba bien con mi parcela, hasta que vino la campañita y, efectivamente, recibí por todos lados.
En el momento de sacarte te recordaron que el magacín había pasado de primera a tercera posición.
— Pero es que nadie, nadie, hizo el análisis de que a mí me habían quitado una hora de programa. Yo era una mujer y, por tanto, también por eso era alguien a abatir. Caímos? Evidentemente que caímos. Yo no soy Antoni Bassas, que es una bestia del periodismo, con el tiempo que él llevaba y la repercusión que él tenía... No lo era, y nunca lo pretendí. Y por eso con Antoni no tengo ningún problema. Pero no puedes comparar las cosas, si yo terminaba a las once. Y si quieres cargarte a alguien, hay que hacerlo con más elegancia que como hicieron conmigo. Como también sustituí a Cuní, me dicen a veces que soy la eterna sustituta. No me importa: he buscado mi espacio en sitios que los demás han dejado agujero.
Después de ese año, pasas dos alejada del micrófono, como defensora de la audiencia y haciendo responsabilidad social corporativa.
— Alejada y aparcada. Son cosas que en las empresas públicas pasan mucho. Estaba sola, en un edificio junto a Catalunya Ràdio, en un despacho. Fue cuando vino Josep Maria Martí y me pidió que me presentara a decana del Colegio de Periodistas.
En los años más complicados del proceso.
— Las presiones internas eran intensas. Allí había 4.000 colegiados cada uno de su padre y de su madre, ideológicamente hablando. Y debes tener respeto por todos, pero si la intentas llevar de por medio te dicen equidistante. Y si eres equidistante te disparo directamente en la cabeza. No fue fácil.
Bien, al Colegio siempre se le ha acusado de cargar más hacia la izquierda que hacia la derecha.
— Sí, esto seguro.
Es decir, más en el PSC que en Convergència.
— Yo tanto como partidos, al menos cuando estaba con Martí, no lo diría. Sobre todo pusieron orden en todo lo que nos habíamos encontrado económicamente, que no era poco. Lo cierto es que fue duro.
En un ámbito donde hay muchas hipocresías, cuando hablo contigo tengo la sensación de que querer encajar, o caer simpática, nunca ha sido tu prioridad.
— Pero pagas un precio. Es lo que te decía de las direcciones cobardes: si cobras por ser director, entonces debes asumir lo que conlleva hasta las últimas consecuencias y decir las cosas en la cara. Con el tiempo, te lo acabarán agradeciendo. Cuando me ha tocado a mí tomar las decisiones hay gente que ha dejado de saludarme en la escala de Catalunya Ràdio pero ahora me dicen "ya empiezo a entenderte". A mí caer bien me encantaría. Pero hay gente que te detesta, y lo llevas bien. Yo lo he aceptado. No caer bien o que la gente te diga que eres antipática no le gusta a nadie, pero aprendes a llevarlo.
¿Y crees que cuando te han hecho esta remarca detrás hay una derivada machista?
— Clarísimamente. “La gente piensa que eres borde”, siento. Y yo pido: "¿Quién te lo dice?". Ah, un jefe que es hombre. Hay quien cree que algunas mujeres somos bordas porque somos demasiado directos.
Saliste del parking para ir a hacer turnos de Catalunya Informació. ¿Lo viviste como un premio o un castigo?
— Necesitaban gente, sencillamente.
Lo digo porque generalmente suele ser una posición de inicio de carrera profesional más que de final.
— Yo siempre lo he llevado todo bien. No quiero amargarme la vida y pienso que, en una gran empresa de no sé cuántos trabajadores, te tocará hacer cosas diferentes. Pero también diré que hay castas, porque hay gente que nunca ha hecho Catalunya Informació y otra que ha hecho todos los papeles del auca. Y yo no soy de la casta a la que le ha tocado no hacer nunca Catalunya Informació. Tienes que saber controlar el ego en trabajos como los nuestros, que en determinados momentos te dan una proyección pública. ¿Ahora toca hacer esto? Se hace. Pero dime cuántas personas de mi edad y trayectoria están haciendo fines de semana con los horarios que estoy haciendo yo.
Por eso pido si te has sentido maltratada.
— He aprendido a evolucionar ya no sentir rencor por lo que me ha tocado vivir. Estoy superagradecida de defender a los medios públicos de mi país durante toda mi trayectoria profesional. Y me voy con la cabeza bien alta de no haber estafado a nadie, no haber engañado a nadie y no haber mentido a nadie. ¿A partir de ahí, maltrato? Bien, si hago el balance final, hombre, en algunos momentos sí. Claro que sí, mucho. Pero ya está: se trata de no darle la razón al maltratador.
¿Qué tres problemas del periodismo te hubiera gustado arreglar?
— La precariedad, la igualdad que permita apostar por las mujeres y el control de los medios para que sean transparentes en sus intereses y contraten a periodistas.
Si miramos quién encabeza los diferentes programas de la parrilla de RAC1 y Catalunya Ràdio por horas encontramos una mayoría abrumadora de hombres. ¿Cuáles son tus sentimientos al respecto?
— De fracaso total. En TV3 todavía veo a Ariadna Oltra, a Helena García Melero oa Marina Romero. Pero en la radio, más allá de Àngels Barceló... vuelve a estar exactamente igual que hace ya no sé cuántos años. A ver, a mí no me interesa entrar en según qué luchas, porque prefiero hacer productos de calidad con mucha menos audiencia que no me hagan tener que estar peleando por qué. Pero claro, aquí perdemos... ¿Es que no hacemos plantel? ¿No hay mujeres interesadas en esta posición...?
¿Qué harás al día siguiente de jubilarte?
— Pues Radio Asociación. Estamos muy empeñados en poner el foco en el talento de la radio local, que hay muy bueno.
¿Y algo de micro?
— No sé si tendré mono. Pero sí con algunas amigas estamos removiendo la idea de hacer un podcast.
¡Claro! ¡Después de haber rodeado por todas las franjas, sólo te quedaba, inevitablemente, tener tú también un podcast!
— ¡Exacto! Pero hay que mirar dónde lo cuelgas, qué difusión tiene si quieres que tenga, cuál es el mensaje ya qué nicho te puedes colocar para que no sea uno más de los 700.000 podcasts que hay actualmente.