Retrato robot del pedófilo
El martes por la noche TV3 emitía Infancia sobreexpuesta, uno Sin ficción demoledor y muy inquietante por todo lo que revela de una forma clara y contundente. El documental alerta de los riesgos que comporta la exposición de los menores a las redes sociales. "Es en las redes, y también en los videojuegos, donde los pedófilos comienzan su actividad. El motivo es que allí es donde se congregan los menores", dice una moza de escuadra especializada en ciberseguridad. Pero lo que podíamos pensar que ya sabíamos va adquiriendo, a medida que avanzaba el relato, unas dimensiones más preocupantes. Porque lo que hace magistralmente el documental no es poner el foco en nuestra mirada (que ya la sabemos) sino en la mirada de estos pedófilos. Y lo descubrimos, precisamente, a través del testimonio de uno de ellos. Se preserva su anonimato, por cierto, sin una puesta en escena siniestra. Un hombre escondido detrás de una mampara de cristal, con la voz distorsionada con IA sin sonidos estremecedores y aclarando que ha pasado por la cárcel y que está en proceso de rehabilitación a través de una fundación especializada en pedofilia. "Mucha gente se piensa que cuelga la imagen de su hijo o hija en la playa o jugando a baloncesto y que no pasa absolutamente nada. Pero una imagen a la que una persona no da ninguna importancia para un pedófilo puede ser la repera. Si yo tengo un deseo sexual brutal en ese momento y tengo ganas, hablando claro de mi madre, de masturbarme, si masturbame, físicamente no hace falta que vaya desnuda". Se comparan las redes sociales con un bufete libre en el que cualquier imagen, por inocente que parezca, sirve para alimentar sus perversiones sexuales. No se trata de cómo lo percibimos nosotros, sino de cómo lo miran y consumen los pedófilos. La elección de los testigos que participan en el documental es excelente. Todos tienen un rol muy bien definido sobre lo que deben aportar a la historia. No es un simple vertedero de declaraciones. Más allá de expertos en diferentes ámbitos vinculados tanto al ámbito digital como al de la conducta humana, el documental utiliza la figura de los influencers profesionalespara ponerlos a prueba y hacer un ejercicio empírico: confrontarlos a la realidad de los datos que revelan de sus hijos sin imaginárselo y de los riesgos a los que exponen las criaturas. Y el resultado es sensacional, incluso para comprobar la conducta a la defensiva que adoptan y cómo entran en una fase de negación que, para el espectador, ya no tiene rechazo.
El documental trabaja muy bien el concepto de observación, de lo que se ve, de lo que no hay que ver y de lo que se puede inferir sin mirar. Infancia sobreexpuesta utiliza la mirada de los participantes contemplando una pantalla que la audiencia no ve porqué nos hacemos una idea de la gravedad de los riesgos. Entre el inicio y el final de la producción, el espectador se ha transformado. Su actitud ya no es la misma que al principio. Después de verlo, en vez de compartir las fotos de los hijos quieres compartir el enlace del Sin ficción, porque es de aquellos que sacuden.