La entrañable serie de animación en catalán que sacude el mundo del arte

Artista consagrado a quien obsesionan las cabezas, que llora porque cree que Barcelona no le quiere lo suficiente, y con un discurso filosófico sobre el arte y la vida que no sabes si es muy profundo o pura retórica del vacío, Jaume Plensa es uno de los protagonistas inesperados de Roni, la nueva serie de animación de Juanjo Sáez sobre las tribulaciones de un pintor ficticio, el del título, que aspira a hacerse un hueco en el mundo del arte. Plensa hace de entrañable vecino del protagonista, y desde el principio marca el tono de la serie: se le presenta desde una mezcla bien traída de ironía y cariño en una propuesta en la que los personajes de ficción conviven con nombres de referencia del arte actual y pretérito.

Roni es la nueva serie animada en catalán que firma Juanjo Sáez después d'Arros covat (2009) y Heavies tendres (2018). Con el primer título, el también colaborador del ARA ofrecía un incisivo retrato del miedo a hacerse adulto de su generación a través de la crisis vital de un diseñador gráfico de treinta y pocos años en una Barcelona que permitía trazar una panorámica desmitificadora de la cultura hipster en la ciudad. En Heavies tendres, optaba por una perspectiva más íntima y personal a la hora de revisar el contexto de su adolescencia en el barrio de la Sagrera, cuando ser heavy suponía una expresión del desencanto y del enfado de los jóvenes de clase obrera hacia el statu quo pero también disponer de una subcultura en la que refugiarse si eras alguien que no encajaba en la sociedad. En Roni, Sáez vuelve a plasmar desde cierta perspectiva autobiográfica un entorno que conoce bien, el del mundo del arte con todas las contradicciones y tics irritantes que arrastra. Esta vez cuenta con la colaboración en el guion de Miquel Grau y de Joan Tomàs, que también se encarga de la dirección.

La serie recorre el camino de Roni para encontrarse a sí mismo como artista en un proceso en el que le acompañan, por un lado, una antigua amiga de la facultad, su madre, el vecino frugal con vocación artística, y un perrito llamado Matisse. Y por otro, muchas figuras reales del mundo del arte con quien interactúa desde el presente o desde fugas interiores. En Roni se disuelve la frontera entre el mundo objetivo del protagonista y su universo subjetivo, poblado por fantasmas de la historia del arte, de Pablo Picasso en Salvador Dalí pasando por figuras menos reconocidas como Maruja Mallo, que representa a todas las mujeres artistas invisibilizadas. Esta concepción típicamente surrealista permite que la serie explore de forma más profunda y libre las posibilidades de una animación que no se limita a representar al mundo real. Aquí tanto nos adentramos en un submundo urbano por los túneles del metro como terminamos en un infierno de los artistas imaginado a la manera del Bosch.

Voces de Maria Sherman, Agnès Busquets y Joel Díaz

Como el perfil de Plensa, la serie también dibuja el mundo del arte a partir de combinar la necesaria desacralización de este ámbito con la pasión de quien se dedica. De la mano de Roni, repasamos corrientes artísticas menospreciadas como la del grafito, reflexionamos sobre las muchas contradicciones que pesan todavía en el hecho artístico, nos encontramos con un Miquel Barceló plenamente entregado al más absoluto de los primitivismos o coincidimos con las reacciones polarizadas que genera Salvador Dalí. La serie se enriquece con las voces de intérpretes conocidos sobre todo por su faceta de cómics como Maria Sherman, Agnès Busquets, David Olivares o Joel Díaz, que aportan desde la voz en off píldoras exprés que nos contextualizan históricamente, los artistas que van apareciendo a lo largo de los 10 episodios. Celebramos la realidad de una serie de animación en catalán que retrata el mundo del arte desde una visión personal, crítica y al mismo tiempo entrañable.