Crítica de serie

La famosa fiesta en blanco y negro de Truman Capote en la serie 'Feud'

El tercer episodio de 'Feud: Capote vs The Swans' recrea la preparación de este evento desde la estética de un 'fake'

3 min
Una imagen del tercer episodio de la segunda temporada de la serie 'Feud: Capote vs The Swans'.
  • Creada por Ryan Murphy, Jaffe Cohen y Michael Zam para FX
  • En emisión a HBO Max

La publicación deA sangre fría, de Truman Capote, en 1966 cambió la literatura norteamericana para siempre. Los documentalistas David y Albert Maysles siguieron al escritor en plena resaca del éxito de lo que él mismo bautizó como "la primera novela de no ficción". Sin embargo, De Truman, con amor (A visit with Truman Capote, 1966) es uno de los títulos menos conocidos de estos hermanos, unos referentes del llamado Direct Cine, la corriente de documental que quería captar la historia desplegándose en presente ante la cámara sin interferencias, con títulos como Gimme Shelter (1970), sobre el tristemente famoso concierto de los Rolling Stones en Altamont, o la mítica Grey Gardens (1975).

Los Maysles también se cuelan como protagonistas de ficción inesperados en Masquerade 1966, el tercer episodio de la serie Feud: Capote vs The Swans, que supone un paréntesis en el estilo que mantiene esta nueva temporada de la serie cocreada por Ryan Murphy. De la mano del director Gus Van Sant, esta entrega de Feud sobre la relación profunda y la ruptura traumática entre el autor y su grupo de amigas de la alta sociedad de Nueva York se inscribe en una estética cercana a la del melodrama sofisticado, en la que la puesta en escena no sólo plasma el contexto privilegiado en el que se mueven los protagonistas, también explora las posibilidades expresivas de objetos como los espejos para poner en evidencia las contradicciones de unos personajes prisioneros de su propio mundo de apariencias.

En cambio, este tercer episodio está rodado en blanco y negro como un (falso) documental. Van Sant aprovecha el hecho de que existiera una película sobre Capote firmada por dos figuras como los Maysles para imaginar qué hubiera pasado si los hermanos también hubieran seguido con la cámara el proceso de organización de la mítica fiesta en blanco y negro escritor celebró en 1966. La estrella del momento, Capote se propuso ofrecer la recepción más sonada en la historia de la ciudad para celebrar su éxito, un evento que certificara a la élite de Nueva York como la nueva aristocracia mundial. Con este episodio, Van Sant quiere homenajear el estilo documental de los Maysles, aunque la pieza cae más en las rutinas de los falsos documentales contemporáneos, con los zooms constantes en los rostros de algunos personajes, el temblor de la cámara en el hombro o las entrevistas a los protagonistas que emula la espontaneidad en bruto del cine directo. Y si en el resto de episodios prevalece un tono melancólico no exento de los toques de ironía que sirve el propio Capote, este tercero se acerca un poco más a la comedia.

Gus Van Sant y el juego de vanidades

Van Sant se divierte desmitificando la famosa fiesta a partir del juego de vanidades que convocó. Se centra sobre todo en la lucha de egos de las amigas de Capote, que esperan todas convertirse en su invitada de honor. Los recursos del falso documental permiten, como ocurre también en The office o Moderno family, subrayar la distancia entre lo que los personajes creen que son y su identidad real. Y así, ese tercer episodio cae en una paradoja. Resulta un ejercicio de estilo único con un claro gusto por el lavadero y con guiños cinéfilos. Pero acaba teniendo menos gracia que el resto de episodios que recurren a una sutileza mucho más profunda, que recuerda al cine de Sofía Coppola oa Todd Haynes, en el retrato de la historia de amistad truncada entre Capote y el círculo de amigas. Lo mejor de Masquerade 1966 es el tono mortuorio del final, que introduce a Jessica Lange en un papel en parte de autohomenaje a su rol en la inolvidable película All that jazz (Bob Fosse, 1979).

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