¿Funcionaría un 'True detective' pero con la guardia civil?
Enrique Urbizu dirige 'Cuando nadie nos viene', que no acaba de tomar el vuelo como policía andaluz
'Cuando nadie nos viene'
- Daniel Corpas para Max
- En emisión a Max
A partir de la novela homónima de Sergio Sarria, Cuando nadie nos viene se presenta como otra de esas series de crímenes con voluntad de singularizarse por su contexto geográfico y por el tono más sobrio del planteamiento. Nos encontramos en Morón de la Frontera, un municipio hispalense conocido por la Semana Santa y por la base aérea que aún ahora sirve de infraestructura a la aviación de Estados Unidos. Unas costumbres y localizaciones que otorgan una idiosincrasia propia a la trama.
El primer episodio de esta producción de Max comienza con el harakiri que se practica uno de los habitantes del pueblo, conocido como profesor de artes marciales y aficionado a la cultura japonesa. A esta extraña muerte se añade la desaparición de un soldado de la base aérea y la de un joven autóctono. De añadidura, algunos participantes en las procesiones de Semana Santa presentan delirios y comportamientos agresivos, por los posibles efectos de una nueva droga. Todos estos misterios intentará resolverlos la sargento de la guardia civil Lucía Gutiérrez (Maribel Verdú), con la ayuda de una agente del ejército estadounidense, Magaly Castillo (Mariela Garriga).
La serie pone a dos mujeres al frente de una investigación con múltiples ramas. Los procedimientos encabezados por figuras femeninas no son ni mucho menos una novedad. Pero aquí se incide en este cambio en los roles habituales: ellas investigan un caso en el que las víctimas son (en principio) sólo hombres, en una trama que acaba explorando las represiones de las masculinidades no hegemónicas en entornos tradicionales como el ejército o las sociedades católicas.
Creada por Daniel Corpas, uno de los alicientes a primera vista de Cuando nadie nos viene es que la firma Enrique Urbizu, el director responsable de vigorizar el thriller español del cambio de siglo con títulos como La caja 507 (2002) y La vida mancha (2003). A medida que avanzan los episodios y la trama se va empapando de un fatalismo trágico, queda claro por qué le ha interesado la propuesta al cineasta vasco. Como es marca de la casa, la serie se cuece a un ritmo pausado. Pero aquí se nota una pesadez debida a que Urbizu parece haber perdido el pulso impecable que mostraba antaño. Esa falta de ánimo se traslada incluso a los personajes. Verdú es una actriz excelente que aquí adopta un registro similar al de Helena Miquel en No habrá paz para los malvados, también dirigida por Urbizu, un rigor que a menudo deriva en excesiva rigidez. A Dani Rovira, guardia civil a las órdenes de la protagonista, le va bien la contención interpretativa y demuestra que puede asumir papeles en las antípodas del de la comedia española de turno. Por eso se echa de menos que su personaje resulte el secundario carismático que estaba destinado a ser. Quizás no por casualidad, el episodio más poderoso es aquél en el que los personajes e intérpretes estadounidenses cogen el protagonismo, y donde se desvela buena parte del misterio.
A pesar de cuidar de generar una atmósfera inquietante arraigada a un paisaje cultural concreto, Cuando nadie nos viene queda lejos de convertirse en la True detective andaluza que aspiraba a ser. En los episodios finales, además, se deriva hacia la exaltación de la guardia civil como cuerpo de seguridad. Mientras que en el ejército norteamericano encontramos a personajes de todo tipo, desde el modélico al corrupto, todos los miembros de la benemérita hacen gala de un comportamiento ejemplar y eficaz. Todo sea por la ficción.