Las primeras mujeres profesionales del deporte en España
La producción de Mediapro 'Las pelotaris 1926' recupera a través de la ficción el papel pionero de las jugadoras de pelota vasca
'Las pelotarios 1926'
- Marc Cistaré para ViX
- En emisión en SkyShowtime España
En 2022, el pelotari Maite Ruiz de Larramendi dejó su trabajo fijo durante décadas en un hospital para fundar Ados Pilota, el primer club profesional para mujeres pelotaris. La deportista navarra, de 50 años, quería compensar así la carencia con la que ella se había encontrado a lo largo de su exitosa carrera internacional como jugadora de pelota vasca: no dispuso de ninguna infraestructura que la formara y le permitiera competir como a profesional. Este avance no es una novedad en la historia de los frontones, al contrario. Porque a principios del siglo XX, las pelotaris, más allá de Euskadi, triunfaban en países como México y Cuba, gozaban de fama popular, ganaban salarios más altos que muchos obreros, y se convirtieron en las primeras deportistas profesionales del estado español. Hasta que las restricciones que la dictadura franquista impuso al deporte femenino acabaron con un legado histórico que la democracia todavía no ha sabido restaurar por completo. Ésta es la historia que recupera Las Pelotaris 1926, una producción de Mediapro que firma el catalán Marc Cistaré para ViX, la plataforma del canal mejicano Televisa Univision, y que aquí ha estrenado SkyShowtime.
A primera vista, la serie entroncaría con propuestas estilo Las chicas del cable a la hora de actualizar los códigos de las ficciones televisivas femeninas con cierto trasfondo feminista y sin perder atractivos como los suntuosos valores de producción de una ficción de época o los envuelve-que-hace-fuerte habituales de estos melodramas . Pero, con un protagonismo centrado sobre todo en tres jugadoras, la mexicana Chelo (Zuria Vega), y las vascas Idoia (Claudia Salas) e Itzi (María de Nati), Las Pelotaris 1926 presenta sus singularidades. Se agradece, por ejemplo, que sobre todo en los primeros episodios, el deporte que practican las protagonistas no sea una mera excusa y cobre un rol determinante en los conflictos dramáticos y narrativos de cada historia, por lo que el juego de la pelota ocupa un peso específico en el metraje. La serie se ubica entre México y Euskadi, con tramas relacionadas pero que transcurren casi de forma paralela. También en el tono. En México nos quedamos con la campeona nacional, Chelo, que sufre un conflicto gordo con su marido. Aquí el registro romántico marca en principio el dilema de una mujer que descubre la vertiente más oscura del hombre que amaba. En el País Vasco, mientras tanto, Itzi intenta recuperar el amor de su vida, Ane (Alejandra Onieva), casada con el propietario de un frontón. Por su parte, las maquinaciones de Idoia, una joven acostumbrada a espabilarse y dispuesta a hacer lo que sea para montar su propio frontón, y la única protagonista de clase obrera, acercan cada vez más la serie a territorios más cercanos a las ficciones de gángsters, con apuestas clandestinas, bajos fondos y revanchas varias.
En los últimos episodios, el creador parece dispuesto a explotar el potencial subversivo que ofrecen los códigos del melodrama gracias a la tolerancia del género con los giros de guión sorprendentes. La mayoría de melodramas femeninos televisivos han actualizado los perfiles de las protagonistas de acuerdo con los aires de los tiempos, pero siempre existe un remanente importante de romanticismo que mueve la trama. En Las pelotaris 1926 no deja de tener gracia ver cómo las protagonistas se van liberando, de forma voluntaria o no, de los distintos hombres que las rodean. Al final de una serie de ocho episodios, el número de bajas masculinas parece propio de una película de venganza de Quentin Tarantino. Pero integradas tras las elegantes vestimentas de una serie de época femenina.