'The Pitt': la serie médica que aspira a triunfar este 2025
El principal mérito de esta heredera confesada de 'Urgencias' radica en la reivindicación de la vertiente humanista de la medicina
'The Pitt'
- R. Scott Gemmill para Max
- En emisión a Max
Una sensación de familiaridad empapa The Pitt, la apuesta de Max por renovar la ficción médica. Urgencias. No en vano R. Scott Gemmill, creador de este nuevo título, trabajó de guionista a partir de la sexta temporada, el coproductor John Wells ejerció de showrunner y el protagonista principal, Noah Wyle, interpretó a uno de los médicos jóvenes. De esta forma, The Pitt crea un vínculo genealógico con esa serie de Michael Crichton que marcó el panorama de la ficción televisiva antes del boom de Los Soprano y el HBO. Hasta el punto de que uno de los temas claves de The Pitt es justo la conciencia de asumir un legado por parte de una generación anterior y transmitirlo a los más jóvenes.
La otra serie de aquella época a la que remite es 24. Los quince episodios de la primera temporada de The Pitt recorren un turno de quince horas en el área de urgencias de un hospital de Pittsburgh, desde las 7 de la mañana, a razón de una hora aproximadamente por episodio. Hay en The Pitt la voluntad de recuperar una tendencia concreta de la ficción médica. Frente a series planteadas desde la estructura procedimental, como si cada caso clínico fuera un enigma criminal a resolver, y otras que se sumergen en los líos sentimentales entre los personajes, The Pitt no abandona en ningún momento el recinto hospitalario ni deja de gravitar en torno a la importancia del sistema de salud.
Aunque Urgencias y 24 sean las influencias obvias, la serie también se emparenta con tantas otras películas y series europeas que convierten al hospital en el campo de batalla de las problemáticas del sistema. La tensión de fondo siempre está entre un equipo de profesionales sanitarios entregados a su trabajo y unas condiciones laborales que no les permiten atender a los pacientes como debería. Un casi gag recurrente es el del enfermo en la sala de espera cada vez más enrabietado porque ve cómo siempre hay alguien que pasa delante de él en el triaje. Parece que el hospital mantiene sobresaturadas las urgencias por no tener que trasladar a los enfermos a planta y así ahorrarse los gastos que supone la hospitalización convencional. Sin embargo, en una serie que sabe hacerse eco de problemáticas candentes en Estados Unidos como la letalidad del fentanilo, la injerencia de los progenitores en los derechos reproductivos de las hijas menores de edad o la falta de ayudas a la dependencia, se encuentra de menos, al menos en los diez episodios disponibles para la prensa, un abordaje más explícito del papel de las grandes aseguradoras en el desmantelamiento de la sanidad como base de una sociedad igualitaria.
La narrativa (casi) en tiempo real, pero dispersada en entregas semanales, genera una extraña distorsión. La serie transmite esa dinámica que instauró Urgencias de conflictos siempre nuevos y siempre a resolver a contrarreloj que se entrecruzan y superponen. Pero, al mismo tiempo, encapsula en una única jornada una retahíla de personajes y tramas cuyas evoluciones sería más propia de períodos mucho más extensos. Esto es un mal menor frente a otro problema más evidente. Para quien siga series médicas, no sólo Urgencias, The Pitt no propone demasiadas novedades. La mayoría de escenarios son previsibles o fáciles de anticipar: el primer paciente que se muere a uno de los médicos noveles, la bajada de humos al estudiante demasiado arrogante, la emergencia gradual del recuerdo traumático de la cóvida, la reconducción feliz de algunos conflictos que al principio parecen enquistados… Por eso, el principal mérito de la serie es éste volver a poner en el centro la reivindicación de una práctica médica con perspectiva humanista y conciencia colectiva.