La televisión se compadece del pobre emérito

Las fotografías íntimas del rey emérito y Bárbara Rey han revolucionado los magacines de todas las cadenas. La relación entre ambos fue un rumor durante muchos años, y después se convirtió en uno de los relatos oficiales de los programas del corazón. Ahora hemos puesto imágenes en una historia que nos han contado mil veces. El morbo de la escena se produce porque desmonta el principio de autoridad: vemos al Borbón ilustre arrimando el apio en un chalet adosado como un vecino cualquiera.

El esperpento del conflicto es de unas dimensiones tan grandes que el nivel de alteración de los tertulianos ha sobrepasado los decibelios estándares. El relato se ha ajustado a unas características comunes:

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El emérito invisible: La publicación ha coincidido con una de las visitas del rey a Sanxenxo, pero el protagonista se ha convertido, desde hace años, en un personaje ausente, fugaz o que vemos desde la distancia. Las fotos de la revista holandesa han suplantado su corporeidad.

La promoción de las memorias: La coincidencia de la publicación de las fotos con el anuncio de la aparición de unas memorias narradas por el propio monarca se ha convertido en la mejor propaganda para el libro. Ahora bien, mientras que el emérito pretendía apropiarse de su historia, las fotografías evidencian que existe una parte relevante de su biografía que ha quedado fuera de su control.

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Culpabilización de Bárbara Rey: Como era de imaginar, la mayoría de medios han señalado a la vedete como responsable del escándalo. Se le ha acusado de tener una vida sexual disipada, de ser una chantajista y, por supuesto, de ser mala madre. El hecho de que su hijo haya vendido las fotografías y esté haciendo negocio sirve para cuestionar la educación recibida. También la sospecha de que ella habría encargado al hijo que tomara las fotografías ha servido para responsabilizar al artista de todo ello. Pero no se cuestiona tanto la conducta del monarca.

Victimización del emérito: Los habituales protectores de la Corona han convertido a Juan Carlos en la víctima inocente. Paco Marhuenda defendía que las imágenes sólo demostraban que el rey tenía "una vida personal" que no afectaba a sus funciones como jefe de estado. "Está siendo víctima de una cacería", "Le están robando su historia" o "Es víctima de una trampa" eran algunos de los titulares que aparecían rotulados en pantalla. También se especulaba con la reacción del emérito ante aquellas fotografías: "La furibuna reacción del emérito" o “estalla tras ver sus fotografías” eran supuestos que servían para vender el pescado.

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Creación de futuras expectativas: Pese a los aspavientos y los lamentos sobre la aparición de estas fotografías, había una sospecha transversal: las imágenes son sólo el principio del escándalo y se prevén nuevas filtraciones de vídeos y fotografías aún más comprometedoras en el futuro. Por tanto, lo que hacía la televisión era crear una gran expectativa en torno a más escenas sexuales del emérito. Porque, a pesar de los rostros de gravedad y compungimiento, es obvio la inquietud por mojar pan con la vida secreta de Juan Carlos.