Un 'thriller' doméstico angustioso
La colaboración que realiza la actriz Kate Winslet ha permitido que descubriéramos la serie británica Y am. Cada capítulo lleva el nombre de una mujer diferente a través de la que se cuenta una historia. Su creador y director es Dominic Savage, que trabaja con un método de creación colaborativa. Escoge una intérprete, con la que construye un proyecto a partir de sus inquietudes y lo que quiere contar. Winslet y su hija en la vida real, Mia Threapleton, abren la tercera temporada con Y am Ruth, donde se explica la angustia y el terror de una madre que ve impotente cómo su hija de diecisiete años ha sufrido una transformación en su carácter. Se pasa el día encerrada en la habitación, en silencio, con los ojos clavados en la pantalla del móvil. Ambas actrices hacen una interpretación sobrecogedora y sublime, que les sale de las entrañas. Es lo que busca Savage. Las actrices, más que actuar, se transforman. Se convierten en aquellos personajes.
En las primeras imágenes vemos a Ruth nadando en un mar oscuro e inclemente. Tiene el rostro tenso y asustado. Es una forma de anticiparnos el clima emocional de una historia de desesperación.
Dominic Savage proviene del género documental y esto exuda en la manera de mostrarnos la historia: una cámara al hombro sigue a los personajes. Incrementa el realismo y la tensión, porque existe este factor de intrusismo, ya la vez facilita la proximidad del espectador con los personajes. Savage también rueda en espacios reales y no en decorados. Las estrecheces potencian la hostilidad y la crispación. Las escaleras de la casa acabarán adquiriendo un valor casi simbólico. El piso de arriba como el espacio de inquietud, silencio y calma tensa. El piso de abajo es el campo de batalla. Ruth y su hija Freya se comportan como espías la una de la otra. No hacen falta palabras. Ambas protagonistas ya conocen los ruidos. El crujir del parqué, el sonido de cada puerta, de la ducha, de la cama, de la cocina... y, en función de ello, interaccionan o se evitan. Somos testigos de una situación de espionaje recíproco cargado de sufrimiento y ansiedad. La espera de una para saltar sobre la otra. El silencio se vuelve muy inquietante. Nosotros vemos parte de lo que hace Freya. Pero su madre no. Y este elemento de incomprensión, de no saber, de no entender, se va haciendo cada vez mayor. Maravilloso el tono falsamente despreocupado y amoroso de Ruth para intentar que no estalle el drama. Ella es una buena madre que a veces se equivoca y Freya una buena hija a la que le faltan herramientas para entender qué le está pasando. Presenciamos una especie de thriller doméstico que el espectador sigue, sobre todo, a través del rostro de Ruth. Ambas protagonistas se sienten perdidas, desconectadas. Y am Ruth habla de la importancia del vínculo madre-hija y del terror que provoca en una madre la posibilidad de perderlo. Y basta con comparar la imagen de Winslet al inicio y al cierre del capítulo para entender qué ha pasado.