Vuelve el vacío insoportable de Pedroche

Cuando llega la Navidad, la gente saca del armario el tió y el árbol. En Antena 3, en cambio, exhiben a Cristina Pedroche para que promocione las campanadas. Una tradición nada inocente, porque el mensaje que esconde es cada vez más dañino.

El miércoles empezó la pesadilla de aguantar su discurso vacío y esperpéntico para hablar del vestido que lucirá en Nochevieja. La presentadora fue de invitada a El hormiguero, donde Pablo Motos la interrogó, fingiendo que quería descubrir alguna característica del diseño. El interés por la ropa es falso, porque en realidad el espectáculo depende de su desnudez, y no del modelito.

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Hace ya doce años que Atresmedia vive de esta pantomima cosificadora, utilizando la solidaridad y el empoderamiento feminista como estrategias para camuflar el sexismo y la estulticia. La reiteración y el privilegio mediático desactivan cualquier reivindicación social. Es definitivamente una institucionalización televisiva. Este año, además, ha añadido a Santiago Segura como complemento para acompañar a la pareja habitual. El teatro, por lo tanto, promete batir récords de caspa y vergüenza.

Pedroche utiliza una épica encendida para hablar de su misión. La plantea como un reto de una complejidad inaudita, dando detalles sobre cómo ha tenido que encontrar el valor de repetir la experiencia. Construye un relato de sacrificios y riesgos derivados de un supuesto miedo a enseñar su cuerpo. Crea un poco de drama en torno a las dudas y la exigencia de prepararse físicamente. "Se acabó la Pedroche de antes", "Voy a romper con todo“: son frases que utiliza para comunicar una proeza y un renacimiento vinculados a la creación de una gran expectativa.

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Pero lo peor es el mensaje tóxico vinculado a la maternidad y a la organización familiar. Pedroche pregona pseudoteorías alrededor de la crianza que la convierten en una gurú de la salud y la educación infantil. Unas rutinas asociadas a la opulencia, tanto económica como vital y de gestión del tiempo. Explica, por ejemplo, que en su casa, por la noche, solo utilizan una iluminación de color rojo que supuestamente tiene un efecto beneficioso para los biorritmos, o que cada mañana anda descalza por el césped del jardín para conseguir un mejor rendimiento energético. También ha fabricado una mística alrededor del hecho de tener hijos con frases como: "Mis hijos están siempre conmigo porque los llevo dentro, sus células están dentro de mis células".

Cristina Pedroche es la máxima representante del vacío, desde las entrañas hasta el vestido. Es la propaganda de una maternidad idealizada y cursi, imposible para la inmensa mayoría de mujeres. Escuchar el discurso de la estrella-objeto de Antena 3 es oír la voz del sistema más tóxico y clasista. La felicidad como un deber moral, la maternidad como una performance rentable, el cuerpo como activo económico, la intimidad convertida en contenido, el bienestar como mercancía y el éxito como simple consecuencia de la meritocracia.