Ciencia ciudadana

Iguanas desde el cielo: voluntarios que ayudan a conservar las Galápagos

La implicación de la ciudadanía en proyectos de ciencia permite acelerar y democratizar la investigación

Imagine un ordenador, una conexión a internet y el deseo de contribuir a la ciencia. Ahora visualice todo esto transformándose en datos valiosísimos que sirven para proteger una especie animal única que se encuentra en la lista de especies vulnerables, las iguanas marinas de las islas Galápagos. Este escenario es posible gracias a la ciencia ciudadana.

Se trata de una metodología participativa que aprovecha la colaboración de un público no experto para recabar, analizar o interpretar datos científicos. A través de plataformas online, miles de voluntarios que no necesitan tener ninguna formación previa específica; únicamente con la voluntad honesta de contribuir a la ciencia pueden participar en tareas tan diversas como identificar galaxias, monitorear abejas o, en este caso concreto, contar iguanas marinas. La imagen es poderosa: científicos y ciudadanos trabajando juntos en tiempo real, impulsados por la pasión compartida por el conocimiento y la protección de la biodiversidad.

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El único reptil marino

Las iguanas marinas (Amblyrhynchus cristatus) constituyen un caso evolutivo excepcional. Son exclusivas de las Galápagos: si se pierden, desaparecen del planeta para siempre. Son el único reptil que habita y evoluciona en el ecosistema marino. Se han adaptado para nadar y alimentarse de algas durante la inmersión, en aguas frías y agitadas, a menudo con fuertes corrientes marinas. Al ser animales de sangre fría, o poiquilotermos en terminología científica (es decir, que no pueden regular la temperatura de su cuerpo como hacemos mamíferos y pájaros), cuando se sumergen contraen los vasos sanguíneos periféricos. Esta vasoconstricción evita que pierdan demasiado calor corporal y, para recuperarla, después se pasan horas tomando baños de sol encaramados en las rocas de su colonia. Nadan impulsándose con la cola y excretan el exceso de sal que ingieren cuando se alimentan de las algas haciendo un estornudo salino –exhalan sal a presión por la nariz como si estornudaran.

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Se conocen once subespecies distintas de iguanas marinas, cada una adaptada a un microambiente específico. Pueden medir más de un metro de longitud y pesar hasta diez o doce kilogramos, según la subespecie y si son machos o hembras. Forman estructuras sociales complejas y viven en acantilados de roca volcánica, a menudo inaccesibles desde el suelo. Sin embargo, su supervivencia está amenazada por la presencia de especies invasoras, como perros, gatos, ratas y conejos, y la contaminación, el cambio climático y la pérdida de hábitat a causa de actividades humanas no reguladas.

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Drones para la conservación

Es aquí donde entra en juego el proyecto Iguanas from Above. Liderado por la Universidad de Leipzig, en Alemania, utiliza drones para sobrevolar la costa rocosa de las islas Galápagos y capturar imágenes de alta resolución de las colonias de iguanas marinas. A diferencia del rastreo tradicional, que es caro, laborioso, a menudo invasivo y en muchas zonas casi imposible, esta estrategia permite involucrar a voluntarios de todo el mundo con ganas de contribuir a la ciencia ciudadana. Antes de que se iniciara este proyecto, en el 2019, no se tenían datos fiables del número y la distribución de nueve de las once subespecies de iguanas marinas de las Galápagos.

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Las fotografías tomadas por los drones de forma no intrusiva se cuelgan en una plataforma llamada Zooniverse, que nació en 2009 de un proyecto para clasificar galaxias también a través de ciencia ciudadana. Entonces los voluntarios visualizan las fotografías, marcando las iguanas que ven, junto con otros parámetros de interés, como la presencia de plásticos flotantes, que son un peligro para su supervivencia. Cada imagen recibe múltiples visitas, unas 30 por término medio, para garantizar la fiabilidad de los recuentos con el voto mayoritario de los voluntarios.

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No es el único caso de ciencia ciudadana aplicada a la bioconservación. Existen otros igualmente exitosos, como el proyecto Condor Watch sobre buitres, el Bat Detective sobre murciélagos o el Plankton Portal sobre plancton marino: miles de imágenes etiquetadas han permitido identificar especies en riesgo, cambios en ecosistemas y ganancias o pérdidas de biodiversidad.

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Conocer para conservar

Los resultados son convincentes. Con la participación de 13.000 voluntarios que han analizado casi un millón y medio de fotografías, no sólo se ha hecho un recuento de las iguanas en las diferentes islas del archipiélago sino que se han detectado las colonias más vulnerables y el motivo de su vulnerabilidad, lo que permite planificar acciones de conservación dirigidas de forma específica a cada colección. contaminantes, medidas contra especies invasoras, restricciones de navegación o campañas de protección y sensibilización.

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Los expertos supervisan y validan todo el proceso, pero el esfuerzo colectivo de los voluntarios es su auténtico motor. Sin ellos, los científicos implicados en este proyecto o en tantos otros de ciencia ciudadana nunca podrían procesar tantos fotogramas con la suficiente rapidez. La ciencia ciudadana, lejos de ser una moda, es una necesidad en la nueva ecología del conocimiento, que permite acelerar y democratizar la investigación científica.