Especies invasoras

Una marea amarilla amenaza con envenenar el paisaje de Cataluña

Los ecólogos alertan de que los senecios invasores son un riesgo ambiental y para la salud humana

Escondida en medio del conjunto de cordilleras prepirenaicas –la del Cadí, el Pedraforca y las montañas del Port del Comte– está el valle de la Vansa-Tuixent, un lugar delicioso empapado de bosques, prados y pueblecitos anclados en el tiempo. Y es aquí, desde hace ya cuatro años, dondeasociación Defendemos la Vansa organiza redadas populares con vecinos, ganaderos, agricultores y veraneantes para combatir una floreta amarilla –aparentemente inofensiva, pero que es de las 20 plantas más peligrosas de Catalunya– que se ha convertido en una plaga que amenaza con envenenar este paraje natural y acabar con la economía de la zona.

"Todavía estamos a tiempo de evitarlo", asegura con determinación Daniel Siscart, al frente de esta iniciativa y que a inicios de agosto coordinó una de las últimas acciones populares para ensanchar los campos.

Este ecólogo y biólogo seguía de hacía años con preocupación el caso de la solana de la Cerdanya, donde en los pastos de Guils, Lles, Bellver y Aransa en otoño se ven grandes tendidos amarillos; también ocurre en Andorra y en otras zonas del noreste del Pirineo. Por eso cuando a Vansa empezaron a aparecer los primeros ejemplares, le saltaron todas las alarmas y decidió entrar en acción rápidamente. Empezó a organizar charlas y talleres con el objetivo de concienciar a la gente del valle del peligro ambiental que implica el senecio del Cabo (Senecio inaequidens) e impulsó un plan de acción en determinados puntos donde la planta aún no estaba demasiado instalada para empezar a escarbarlos.

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"Son plantas de la misma familia que las margaritas (asteracias), muy extendidas por Cataluña y la península Ibérica", explica Joan Pino, director del CREAF y catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). "Muchos senecios son autóctonos, pero algunos han sido introducidos por los humanos recientemente y se han convertido en invasores", añade. Es el caso del senecio del Cabo, proveniente de Sudáfrica, que es tóxico para el ganado y perjudica a la biodiversidad local. También es un riesgo para la salud humana, porque pasa a alimentos como la leche, la miel, los huevos, las hierbas para infusiones y tés, y especias aromáticas, entre otros. Y el consumo habitual se asocia a toxicidades en el hígado y riesgo de cáncer.

Ocurre lo mismo con el Seneciopterophorus yelangulatus,que realizan estragos desde hace al menos dos décadas en muchos espacios naturales del litoral y prelitoral, como el delta del Llobregat, Collserola, Montjuïc, y también en el Garraf. A diferencia del de montaña, que florece en otoño e invierno, estos otros dos más metropolitanos florecen en primavera.

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"En junio, si paseabas por el delta del Llobregat, podías ver el cauce del río teñido por completo de amarillo", indica Pino, que identificó en este espacio protegido del Baix Llobregat a individuos de pterophorus a finales de los 90 y principios de los 2000, cuando hacía un estudio sobre el impacto ambiental que tendría la tercera pista del aeropuerto. Desde entonces, el CREAF ha ido documentando cómo la planta se ha expandido por los cauces y llanuras aluviales de los ríos Llobregat y Besòs, hasta llegar a varios espacios naturales, como el Montseny y el Montnegre-Corredor.

La principal hipótesis es que estas especies de senecio sudafricanas llegaron en algún momento de la segunda mitad del siglo XX vinculadas al comercio de la lana. La planta esparce las semillas con una estructura de penacho que hace que vuelen –las típicas esferas blancas que los niños soplan en el campo–, lo que favorece que las semillas queden bien atrapadas en la lana de las ovejas. Las industrias textiles en Europa importaban la lana, la lavaban con aguas de pozos y ríos, y vertían la que sobraba nuevamente en el medio. Esto propició que el senecio se estableciera en las orillas de los ríos, y poco a poco fuera colonizando territorio en el centro de Europa hasta llegar a los Pirineos, atravesarlos y aterrizar en nuestro país.

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Así también, seguramente, apareció en Cataluña el pterophorus,identificado por primera vez en los años 80 en el Vallès. Eva Castells, investigadora de la UAB y el CREAF, experta en toxicidad de las plantas, explica que lo más probable es que entrara por el río Ripoll, en Sabadell, donde, de hecho, es donde se encontraron los primeros individuos. Allí, entre Sabadell y Terrassa se extendía la mayor industria textil de España y los científicos consideran que tuvo que ser el foco de la invasión. A diferencia del del Cabo, el pterophorus crece en climas mediterráneos y más húmedos, por eso se encuentra en la costa catalana, así como en Australia y las regiones del norte de Italia adyacentes a Francia.

Eliminar la competencia

Como ocurre con muchas especies exóticas, para poder establecerse en un territorio nuevo y colonizarlo y convertirse en invasora, es necesario que los hábitats estén degradados: zonas que sufren alteraciones frecuentes, como los entornos periurbanos donde se suelen abrir zanjas para poner tuberías; áreas que han quemado en incendios, o cultivos abandonados o prados sobrepastos. "Todo esto –explica Castells– genera ventanas de oportunidad que estas especies aprovechan".

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Y a esto se suma que el senecio tiene, además, una capacidad colonizadora brutal. "Cuando se instala, cuenta con unas sustancias alelopáticas que impiden que otras plantas germinen. Además, hace unas 10.000 semillas por planta de media, lo que le otorga una capacidad de reproducción extraordinaria", destaca Siscart, desde el valle de la Vansa-Tuixent.

Más de 1.600 especies exóticas

En Cataluña se han documentado más de 1.600 especies exóticas, de las que entre un 10 y un 15% se consideran invasoras. La mayoría son plantas, como es el caso del senecio, y llegan al país en forma de semillas entre los granos de cultivo, o de la alimentación, y terminan infectando los campos de cultivo. De hecho, muchas malas hierbas son exóticas invasoras recientes. También las hay antiguas, que ya hemos integrado en el paisaje, como la amapola, que llegó al neolítico. Otra puerta de entrada son los usos ornamentales y agrícolas. Es el caso de la chumbera o de los agaves, tan comunes ahora en el Maresme, o de la architez cortaderia o hierba de la Pampa, que adorna muchos jardines y rotondas de los pueblos del país. En Argentina, la especie se encuentra en una situación amenazada porque vive en la pampa húmeda y este ecosistema prácticamente ha desaparecido. Y en nuestro país se comporta de forma muy agresiva en el litoral y en zonas húmedas como el delta del Llobregat, el del Ebro y los humedales. Aunque el comercio de plantas exóticas está regulado, como el de animales, a menudo se llega tarde, cuando el "daño ya está hecho", lamenta Joan Pino, al frente del CREAF. En este sentido, investigadores del CREAF y la UAB, en colaboración con la Generalitat, han creado Exocat.cat, una base de datos continuamente actualizada; "en estos momentos una de las mejores en Europa de especies exóticas", según Pino. Esta herramienta permite articular políticas de alerta rápida para evitar que sean invasoras.

Un riesgo también para la salud humana

"Desplazan a otras especies, provocan cambios en las comunidades y ecosistemas, conllevan pérdida de biodiversidad, tanto de plantas como de los organismos que dependen", apunta Castells, y Pino añade que "pueden confundir a los polinizadores", además de resultar tóxicos para insectos y herbívoros. "El de montaña seguro que lo es; el pterophorus se sospecha que también, pero aún no lo sabemos a ciencia cierta", matiza el director del CREAF.

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La toxicidad de los senecios se debe a que contienen unas sustancias llamadas alcaloides de la pirrolizidina que afectan al hígado, sobre todo de los animales vertebrados, y pueden causar también lasiones investigador del CREAF Eduard Pla.

Precisamente, estas sustancias les hacen amargos, cosa que hace que los herbívoros eviten comerlos. repetida", insiste Castells, que alerta: "Estas sustancias alcaloides tóxicas pueden ocurrir en la leche de las vacas, o en los huevos de las gallinas. Y pueden estar presentes también en la miel, porque también están en el polen, o en infusiones de hierbas o especias aromáticas".

En este sentido, elAutoridad Europea de Seguridad Alimentaria, la EFSA, ha publicado varios documentos sobre alcaloides de la pirrolizidina, tanto en comida para humanos como en pienso para ganado, y ha establecido un límite máximo admisible por kilo corporal y día, para evitar el riesgo de desarrollar un cáncer. "Cada día publican alertas alimentarias por riesgo de alcaloides. No es necesario generar alarma en la población, pero tampoco minimizar el peligro. Hay riesgo real de que estas sustancias, que no se degradan, entren en la cadena alimentaria", advierte Castells.

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Controlar su expansión

Cuando una planta exótica se ha establecido en un ecosistema y está en fase de colonización, resulta extremadamente difícil y costoso erradicarla. Los expertos consultados para este reportaje coinciden en destacar que lo mejor es intentar controlarla en zonas especialmente valiosas y espacios protegidos, y poner muchos esfuerzos en las fases de prevención y vigilancia para evitar su llegada.

"La experiencia que nos viene de lugares donde lleva más tiempo implantada nos dice que lo único al que podemos aspirar es a controlarla, pero no a revertir su presencia en el territorio", señala Pla, que trabaja en el proyecto europeo Life Pyrenees4Clima, que busca adaptar la región de Pirineo al cambio climático. De hecho, en el marco de esta iniciativa, coordinada por el Observatorio Pirenaico del Cambio Climático (OPCC) de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos (CTP), que tiene financiación europea, los investigadores aconsejan agricultores y ganaderos para que incorporen prácticas que controlen su expansión y reduzcan los riesgos de intoxicación.

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"A menudo los campesinos y ganaderos, con buena fe, pero equivocadamente, labran los campos donde la encuentran, o la siegan, y eso es un error que aún la esparce más", alerta Siscart. Por si fuera poco, el senecio también es resistente a los herbicidas. Así que la única forma de cortar la expansión, afirma este ecólogo, es "arrancarla"; pero una solución que no es compartida por toda la comunidad científica, que estudia diferentes estrategias.

Aun así, a pequeña escala, en el valle de la Vansa, parece que les está funcionando. "Si arrancas la planta, en el otoño siguiente la volverás a ver. Pero hay que ser paciente y hacerlo de forma consecutiva varias temporadas", explica Siscart, quien destaca: "Es importante no tocar la planta cuando da semilla, entre septiembre y noviembre. Y arrancarla y dejarla allí mismo, o como mucho lanzarla ahí donde más lanzarlas a los márgenes proliferará".

En las zonas del valle donde han hecho actuaciones comienzan a ver resultados, mientras que al resto el senecio se extiende como una mancha de aceite y arrasa a su paso pastos y especias autóctonas como la lavanda, la ajedrea, el hisopo y el tomillo. "Muchos ganaderos que subsisten con una explotación pequeña, cuando pierden los pastos, abandonan. Y con ellos perdemos paisaje, y socioeconomía. Pero todavía estamos a tiempo de pararlo", afirma convencido este biólogo.