10 puntos para tener en cuenta al inicio del curso escolar

El proceso de adaptación, apuntarlos o no a extraescolares o sumarse a los grupos de WhatsApp de la escuela son algunas de las cuestiones en las que hay que pensar

Este mes de septiembre los casi 30.000 centros educativos que hay en el Estado van abriendo las puertas al nuevo curso. Para padres y madres es el momento de tomar algunas decisiones, de ayudar a las criaturas a recuperar algunos hábitos e, incluso, de afrontar con ellos posibles miedos. Según los expertos en estudios de psicología y ciencias de la educación de la UOC hay diez cosas que todos los progenitores se tendrían que plantear cuando empieza el curso escolar para que los nueve meses siguientes vayan rodados.

  1. El proceso de adaptación. Después de las vacaciones, volver al día a día, incluyendo los horarios estrictos del colegio o el instituto, se nos puede hacer una montaña. Pero los expertos recuerdan que lo que es extraordinario son las vacaciones, por lo que "volver a la rutina tiene que ser un proceso natural que podemos anticipar algunos días recuperando ya horarios parecidos, aunque no sean iguales, a los de la escuela", indica Jordi Perales, profesor colaborador de los estudios de psicología y ciencias de la educación y tutor del máster universitario de Dificultades del Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje de la UOC. A su vez, Sylvie Pérez, también profesora colaboradora de los estudios de psicología y ciencias de la educación de la UOC, advierte de que lo que importa de las vacaciones es que hayan sido un tiempo de ruptura de las rutinas habituales del día a día relacionado con los horarios escolares, "y ser conscientes de que esto, que es positivo para todos, es lo que a la vez tiene que ayudar a afrontar la vuelta a la escuela asumiendo de alguna manera que los primeros días serán difíciles para todo el mundo". Según la profesora de la UOC, es una buena manera de prepararse siempre que no se viva desde la angustia o la nostalgia por lo que dejamos, sino afrontándolo como "lo que hace falta en ese momento, que es la vuelta a la tranquilidad o la vorágine de las rutinas diarias".
  2. Los grupos de WhatsApp de la escuela. Resulta casi inevitable: por más que no lo acabemos de ver claro, suele acabar imponiéndose la necesidad de crear vínculos con los padres de los compañeros de los niños formando parte del grupo de WhatsApp que tengan. Pero es cosa de cada uno cómo intervenimos. Los expertos coinciden en señalar que el problema no es el instrumento, sino el uso que se hace de él. Como comenta Nati Cabrera, profesora de los estudios de psicología y ciencias de la educación de la UOC, en este artículo, una cosa es mantener buenas relaciones con la comunidad de padres y otra convertir la relación entre padres en una agenda paralela que evite que los niños hagan el esfuerzo que tienen que hacer para asumir sus responsabilidades. Coincide en esto con Sylvie Pérez, que recuerda que estos grupos no se tienen que usar nunca "para encontrar ropa perdida, para preguntar de qué página de qué libro hay que hacer los deberes, para hacer comentarios que puedan ser poco correctos o educados y en ningún caso tampoco para criticar lo que han hecho los hijos de los otros padres en clase, porque esto se tendría que resolver en la escuela".
  3. ¿Seguirán los grupos burbuja? ¿Volverá la semipresencialidad? ¿Cómo se pueden afrontar las incertidumbres por el covid-19? La situación sanitaria sigue siendo compleja para todo el mundo, también para los más pequeños de la casa. Y aunque en principio la escuela haya garantizado la presencialidad durante todo el curso, los alumnos tienen que saber que estamos en una situación de incertidumbre. "Prepararse para la incertidumbre no es fácil, sobre todo cuando se buscan certezas que afiancen los aprendizajes. Pero los niños tienen una gran capacidad de adaptarse a situaciones nuevas", recuerda Jordi Perales, que añade que la parte positiva es que, después de más de un año de pandemia, los alumnos ya pueden empezar a anticipar qué pasará si hay una semipresencialidad, "y la anticipación a situaciones nuevas puede facilitar que se adapten". En todo caso, según Sylvie Pérez, hay que explicar a niños y adolescentes, de acuerdo con la edad madurativa, cuál es la situación para evitar temores. "La inseguridad normalmente viene del miedo de lo que se desconoce, y por eso se tiene que argumentar el cómo y el porqué. También hay que hacerlo con los adultos con los que conviven los alumnos. Si los adultos sienten miedo, se trasladará a los menores", afirma.
  4. Extraescolares, ¿sí o no? Los expertos afirman que resulta positivo dejar que los niños desarrollen los intereses en lo que quieran, y si les gusta la música o el deporte apuntarlos a clases extraescolares en estas u otras disciplinas en las que tengan interés es buena idea. Pero esto es así siempre que tengamos presente que estas actividades extraescolares no tendrían que ser repasos para que puedan sacar más buenas notas, como señala el tutor del máster universitario de Dificultades del Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje de la UOC. "La adquisición de las competencias en primaria y secundaria corresponde garantizarla en los centros educativos. No hacemos ningún favor al alumno obligándolo a repetir una cosa por la tarde cuando la misma cosa la ha hecho por la mañana", dice, y recuerda que una cosa es un pequeño refuerzo temporal y otra muy diferente institucionalizar las clases de repaso. Además, los expertos recomiendan que, en caso de que se apunten a extraescolares, estas clases no ocupen cada tarde de la semana laboral, sean siempre actividades consensuadas con los niños y no impuestas y, en la medida que se pueda, se mantengan un par de trimestres. "Si nos parece que nos hemos equivocado o se lo parece al niño, hay que darse tiempo y también enseñar que se tienen que mantener las decisiones acordadas", señala Sylvie Pérez.
  5. ¿Qué conlleva ceder imágenes de los niños a la escuela? En la mayoría de los centros educativos a principio de curso se suele pedir el consentimiento de los padres para poder hacer fotos a los niños e informar a los representantes legales de las actividades realizadas, o bien utilizarlas para publicitar el centro por medio de redes sociales o medios de comunicación. Obviamente, cada progenitor decide qué quiere hacer, pero si el menor tiene más de catorce años será él mismo quien dará el consentimiento. Por debajo de esta edad es necesario el consentimiento de los representantes legales. Pero para determinadas actuaciones el criterio será tener en cuenta la madurez del menor para determinar quién decide. Pero sean los padres o el hijo mayor de catorce años quien lo proporcione, esto no es un cheque en blanco. En cualquier caso el uso de la imagen de un menor tiene que estar delimitada por la finalidad que determina la ley orgánica de educación, es decir, la función de educación y orientación propia de los centros docentes. Como explica Mònica Vilasau Solana, profesora de los estudios de derecho y ciencia política de la UOC y directora del posgrado de Protección de Datos de la UOC, aunque se tenga el consentimiento, sea del menor o del representante legal, el centro educativo no puede hacer uso de las imágenes del niño como quiera, puesto que la ley orgánica 1/1996, de protección jurídica del menor, dice que la difusión de información o la utilización de imágenes o el nombre de los menores en los medios de comunicación que puedan implicar una intromisión ilegítima en su intimidad, honra o reputación, o que sean contrarias a sus intereses, determinarán la intervención del ministerio fiscal, que instará inmediatamente a las medidas cautelares y de protección previstas en la ley y solicitará las indemnizaciones que correspondan por los perjuicios causados (artículo 4.2 de la ley orgánica 1/1996).
  6. Si hay cambio de compañeros. ¿Qué podemos hacer si en este nuevo curso el alumno no encontrará a los compañeros de siempre, bien porque el propio centro ha decidido reagruparlos o bien porque se estrena en un colegio nuevo? La recomendación de los expertos es confiar en la capacidad de sociabilización del niño, a pesar de que puede recibir alguna ayuda. "Lo que es más importante es no contribuir al drama que para ellos puede representar al comienzo la situación", señala la profesora de la UOC, y añade que también es buena idea ayudarlos a generar un autoconcepto correcto de sí mismos, haciéndolos saber en qué tienen potencialidades y en qué pueden mejorar o tienen que hacerlo. Otro consejo de Jordi Perales es explicarles que en la vida tendrán que estar con compañeros que no siempre les gustarán, y que esto, aunque al principio no les parezca bien, "puede implicar una oportunidad de conocer a personas diferentes que quizás les pueden aportar mucho más de lo que piensan a priori".
  7. Echar una mano con los deberes o dejar que los hagan ellos. Es otra de las dudas frecuentes entre padres y madres: ¿es mejor ayudarlo a hacer los deberes o dejar que intente hacerlos por su cuenta? La respuesta es que la ayuda, si hace falta, siempre es positiva. Pero no son los padres los que tienen que hacer los deberes. Como explica Perales, los deberes son una actividad de refuerzo que los docentes encargan a los alumnos de acuerdo con lo que se ha trabajado en clase. Por lo tanto, todos los alumnos, aunque sea teóricamente, saben hacerlos. Otra cosa diferente es que los padres faciliten el momento, la situación, el espacio y alguna pequeña explicación, si hace falta. Pero ¿qué pasa si vemos que nuestro hijo no sabe hacer los deberes? La recomendación es notificarlo al maestro para que pueda valorar la situación y adaptar los futuros deberes a cada alumno.
  8. ¿Horarios estrictos también en casa o flexibilidad? Llegar de la escuela y bajar a la plaza a jugar con los amigos es casi obligado después de una larga jornada escolar. ¿Pero tendríamos que marcarles algún tipo de horario para que vuelvan a casa a una hora determinada para hacer los deberes del día siguiente? Depende de la edad que tengan, responde Sylvie Pérez. Según la profesora de la UOC, en etapas como el final de la secundaria y la educación postobligatoria, los alumnos han tenido que aprender a autogestionarse el tiempo, tienen que saber en qué momento hacen mejores las tareas o cuánto tardan en hacerlas. Pero si hablamos de sus primeras tareas, puede ser conveniente acompañarlos a encontrar y conocer de qué manera les va mejor y poco a poco ir generando autonomía en este sentido. Después, a medida que crecen, "también hay que hacer un ejercicio de confianza compartida con los niños y niñas, trasladarles la obligación de hacer las tareas que tengan". "Si las hacen y cumplen, no tendríamos que ser invasivos", señala. 
  9. El cambio de etapa. Pasar de primaria a la ESO o de la ESO al bachillerato puede generar ciertos miedos. Ante una situación que parece nueva, es normal que haya incertidumbre. Pero la verdad es que los alumnos saben desde que son pequeños qué itinerario harán en la escuela y el instituto. "Todos los alumnos saben ya en primero o segundo de primaria que después de sexto vendrá el instituto con la ESO. Por lo tanto, han podido anticipar estos cambios. Lo que genera incertidumbre es la no anticipación, no el hecho del cambio en si", recuerda Perales. Precisamente por eso, es una cuestión de la que podemos hablar con tiempo, "dando espacio a la conversación alrededor de lo que cambiará, de lo que preocupa". "Es positivo intentar convertir la transición en una cosa necesaria, obligatoria, natural y compartida por el resto de compañeros y compañeras de su mismo curso explicándolos que tanto los que vendrán después como los de cursos superiores también tendrán que hacerla o la tuvieron que hacer", dice la profesora de la UOC. Si es posible, animarlos a compartir estas incertidumbres con otros alumnos que ya estén en las etapas superiores puede ayudar mucho, porque para ellos son testigos más próximos.
  10. Cómo se tiene que tratar la angustia por un nuevo curso "más difícil". Según los expertos, es normal que hayan oído que cada curso es "mucho más duro" que el que acaban de acabar, y es cierto. Como explican, es necesario que cada curso sea más difícil que el anterior "por la sencilla razón de que, por simple desarrollo evolutivo, cada año que pasa el alumno es capaz de solucionar cuestiones más complejas", comenta el profesor Perales. Sin embargo, tanto docentes como familias tienen que poner atención a la evolución de cada alumno "para poder adecuar las decisiones sobre los niños según cómo respondan a cada situación, y si una familia detecta situaciones de angustia lo tiene que notificar al maestro o profesor asignado para que pueda actuar en consecuencia", advierte.