Ana Rosa Quintana vuelve con la fórmula más sudada
Las nuevas tardes de Ana Rosa Quintana son, básicamente, antiguas. Televisión de hace treinta años, que con demasiada frecuencia es la misma que se hace ahora. TardeAR se ajusta a la fórmula más sudada: corazón, sucesos, imágenes curiosas de internet y catástrofes naturales. Todo amenizado con mesas de colaboradores que meten la cuchara de forma caótica. El primer día, Xavier Sardà (rotulado como Xavier Xardà en pantalla) le hacía de comparsa a Quintana acompañado de Alaska, Mario Vaquerizo y otros personajes que calientan sillas en los platós de Telecinco.
Ana Rosa reapareció como lo hacen todas las estrellas de televisión: explicándonos lo que ha pasado mientras hacían vacaciones, como si el mundo se detuviera cuando ellos no trabajan. La presentadora arrancó el estreno con un resumen insoportable de todo el caso Rubiales. Daba vergüenza ver una mesa de tertulianos sin ninguna idea de fútbol teorizando sobre la selección femenina, mientras la capitana del equipo, Ivana Andrés, lo presenciaba perpleja desde un taburete del plató. Tres horas más tarde, Quintana le hizo una entrevista a la jugadora digna de patio de luces. Ni periodismo ni nada. Había conseguido a la invitada justa el día adecuado. Tenía en sus manos la exclusiva. Y en vez de preguntar por las negociaciones con la Federación, el convenio que han pactado y la asistencia de las jugadoras a la convocatoria de Montse Tomé, la interrogó sobre su mujer y su bebé y le hizo preguntas ramplonas sobre jugar a fútbol cuando eres una mujer. Por último, le regaló una cesta de productos para bebés para su hija. Viva la igualdad.
Quintana dio un paseo televisivo por los espectáculos más sórdidos y lamentables, explotando los valores más clásicos de Mediaset. Un cómico apareció con un palillo en la boca y un bastón para interpretar el papel de “la voz del pueblo”. Una especie de defensor del espectador. Esta es la imagen que tienen de su audiencia. Un hombre que parecía recién salido de una película de Pajares y Esteso. También entrevistaron a “el monje vidente”, un hombre acusado de participar en una red de explotación sexual de menores e hicieron una conexión en directo con Valencia para enseñarnos el párking en el que un individuo eyaculaba sobre los coches de sus vecinas. A falta del protagonista, le cedieron el micrófono a su hermano. "Las vecinas encontraban una sustancia viscosa, parecida al pegamento, en la manivela del coche. Estaban extrañadas porque hasta hizo que saltara la pintura", decía la reportera.
Este es el nivel. Mediaset apelaba al código ético y las listas negras asegurando que era para hacer una televisión mejor que Sálvame. Y lo que han podido ofrecer es la misma basura. El primer anuncio en la única pausa de publicidad fue de un champú anticaspa. Ni así se puede eliminar toda la que, ya desde el estreno, carga este programa.