El análisis de Antoni Bassas: 'Illa, Pujol y Puigdemont'
Mientras Puigdemont se molesta por el vacío de Illa, es de imaginar que Pujol recibe con íntima satisfacción haber sido invitado y rehabilitado por el actual president. De estas guerrillas también va la política
Estamos en un momento en el que las emergencias naturales amenazan con estallarnos en la cara. Y eso que de emergencias vamos suficientemente servidos: Ucrania, Palestina o las preocupantes derivadas de la presidencia de Donald Trump, que empezará el 20 de enero en Estados Unidos.
Con esta susceptibilidad climática a flor de piel, al presidente de la Generalitat no le ha costado nada convertir en titular una simple frase de una entrevista en Catalunya Ràdio, como es “nos preocupan algunos campings”, donde pone carga política a una conciencia de que la DANA de Valencia ha hecho popular, como es el peligro que supone haber construido en zonas inundables.
Mientras, en España, el presidente valenciano Carlos Mazón sigue poniendo cara de víctima (hay que tener poca vergüenza para decir que “cayó una cantidad de agua que no nos avisaron”) y se deja grabar ante ciudadanos enojados en una acto penitencial que no le salvará de haberse convertido en un fracasado político. Sería incomprensible que con la cantidad de muertes que ha habido y las pruebas de la inacción de su gobierno, los valencianos le volvieran a votar algún día. Claro, que el PP volvió a gobernar (con Vox) tras las 150 condenas por casos de corrupción a cargos de la Comunidad Valenciana, incluidos los presidentes Zaplana y Camps. Mientras, el PP hace la respuesta de manual: “Crisis, ¿qué crisis? La culpa es de Pedro Sánchez", e intenta hacer fracasar la operación que debe convertir la ministra Teresa Ribera en comisaria europea por la Transición ecológica limpia. Justamente hoy, Ribera debe pasar examen ante el Parlamento Europeo, y el PP quisiera un suspenso de la eurocámara (la derecha tiene mayoría) para desviar la atención de las responsabilidades de Mazón.
Mientras se ha puesto en marcha este indecente juego de cargar responsabilidades a los demás (indecente cuando estamos hablando de 215 muertos y setenta desaparecidos), en la política siguen pasando cosas en las profundidades. Ayer, el presidente Illa dijo que se reunirá con Puigdemont "cuando toque". "Cuando toque" significa que ahora no toca, que no le conviene, disfrazado de "no conviene". Se entiende que, de momento, Illa no quiere dar munición al PP contra Pedro Sánchez reuniéndose con Puigdemont, debido a la amnistía todavía no aplicada. Como pueden imaginarse, Puigdemont encuentra impresentable que los demás expresidentes sí y él no, y eso que Isla tiene su teléfono de cuando Puigdemont le llamó para felicitarle.
Decir que “no toca”, es una manera pujoliana de decir que no quiere hacer algo, y vuelve a ser un guiño al pujolismo por lo que representó (ayer mismo dijo que no se puede arrinconar a una figura que ha gobernado 23 años). Mientras Puigdemont se molesta por el vacío de Illa, es de imaginar que Pujol recibe con íntima satisfacción haber sido invitado y rehabilitado por el actual president. De estas guerrillas también va la política.
Buenos días.