El atraso de la maternidad es un hecho. Los 32,06 años es la media de edad a la que llega la primera maternidad y no para de aumentar. Una tendencia habitual en otros países como Francia, donde el número de mujeres que tienen hijos después de los 40 se ha multiplicado por dos desde el 2000. Los hijos se tienen más tarde y también se tienen menos, porque demorando la maternidad tienen menos probabilidades de tener más de uno. "La edad es la primera causa de esterilidad en el mundo", afirma Bruna Álvarez, profesora del departamento de Antropología e investigadora del grupo AFIN de la UAB, dedicado a la investigación sobre familias y reproducción desde las ciencias sociales. Explica que el tipo de maternidad también ha cambiado, se ha intensificado, "se tiene la idea de que tienes que dedicarle mucho tiempo y recursos, y estar muy presente".
Ir a buscar a los hijos
Cuando se hace un proceso de reproducción los hijos no vienen solos, se van a buscar. “En estos casos suele planificarse el momento de la maternidad. Ya han estudiado, se han situado profesionalmente, han ido de fiesta y viajado, y sienten que entonces pueden ir a buscar a sus hijos”, comenta Alexandra Desy, antropóloga, doctoranda e investigadora en el grupo AFIN de la UAB. Por tanto, socialmente también han cambiado las condiciones específicas de cómo se piensa que deben tenerse los hijos. El momento ideal es cuando existe estabilidad laboral, económica y emocional, para después poder desarrollar esta maternidad intensa.
La pintora e ilustradora Joana Santamans retrasó conscientemente su maternidad. Cuando era más joven no sentía que fuese su misión tener hijos; en cambio, encontrar su sitio y situarse profesionalmente sí que era una prioridad. El primer contacto de Joana con la crianza fue con los hijos de su pareja, un papel difícil porque, a pesar de vivir con los condicionantes de criarlos, no se tiene la experiencia plena por no ser su madre. "Quizá por eso durante la pandemia me planteé la posibilidad de ser madre biológica, por eso y porque ya tenía una tranquilidad profesional y económica". Con la pareja siempre habían dejado la puerta abierta a la posibilidad de tener hijos juntos. Fue una decisión racional, se quedó embarazada en los 43 y parió a los 44. Reconoce que el cambio de convertirse en madre fue durísimo. De repente no dormía bien, le dolía todo y tenía la sensación de perderse, sin siquiera tener espacio para saber cómo estaba. Asegura que a nivel físico y energético seguro que es más adecuado ser madre más joven. “No sé qué madre tendrá mi hija cuando sea mayor, ¡nos llevamos 44 años! Intento no pensar demasiado en ello, no sirve de nada angustiarse”, afirma. En cambio, se siente fuerte y tranquila, sabe lo que necesita y sabe cuidarse. Para ella es más importante tener presencia y quietud a la hora de criar, porque esto le permite gozar como madre.
La clase social condiciona
Álvarez apunta que esta interpretación se realiza desde las narrativas de las mujeres que pueden acceder a los procesos de reproducción asistida sin tener en cuenta las desigualdades sociales. Argumenta que en ocasiones la juventud se alarga sin quererlo, cuando se tiene la necesidad de compartir piso porque no se tienen otras opciones de vivienda o las condiciones laborales impiden ser económicamente independiente: “No pueden tener una vida digna a unas edades reproductivas jóvenes y la biología hace que a partir de los 35 años empeore la calidad ovocitaria”, explica la antropóloga. Hay mujeres que después de las opciones limitadas que ofrece la sanidad pública de 4 inseminaciones artificiales y 3 fecundaciones in vitro, no pueden permitirse seguir el tratamiento a la privada y finalizan su proyecto de maternidad. “Hay clases sociales que no pueden permitirse un tratamiento en la medicina privada”, añade Desy.
El privilegio de tener hijos
“Las mujeres no tenemos a los hijos que queremos sino a los que podemos”, asegura la periodista y socióloga Esther Vivas, autora deMamá desobediente. Una mirada feminista en la maternidad.Diferentes estudios evidencian que las causas tanto del atraso de la maternidad y el descenso del número de hijos que se tienen están condicionados por la precariedad: “La crisis económica ha dado lugar a una crisis relacionada con la natalidad. La maternidad suele retrasarse esperando que exista una estabilidad laboral, personal y económica que nunca llega”. Y cuando llega, muchas mujeres tienen los treinta largos y se encuentran con problemas de infertilidad a causa de la edad.
Vivas propone que más allá de las políticas que se plantean para apoyar la maternidad –apoyo a la crianza o la conciliación–, se necesitan políticas que permitan vidas dignas –puestos de trabajo decentes, salarios bien remunerados o viviendas accesibles–, para que las personas se puedan plantear tener niños. “El aumento de las desigualdades convierte la posibilidad de ser madre en un privilegio que sólo tienen las mujeres que pueden permitírselo”, concluye la socióloga.
Las investigadoras plantean el debate de hasta qué punto el no ser madre es una decisión o es una circunstancia. “Se invisibilizan procesos de maternidad truncados donde no siempre se es plenamente consciente de lo ocurrido. Hay mujeres que han decidido no ser madres, pero otras han estado condicionadas por las circunstancias económicas y personales”, sostiene Álvarez. Esto se explica porque existe una vulneración de derechos cuando no se está suficientemente informada. Mucha gente no sabe que a partir de los 35 años la reserva ovárica y la calidad de los óvulos y el esperma desciende. "Es necesario tener una serie de informaciones para poder decidir", añade Desy.
Judit sale de cuentas a finales de junio. Entonces faltarán un par de meses para que cumpla 49. No pensó en la posibilidad de ser madre hasta los 30 largos y fue a los 41 cuando conoció a su actual pareja, que ya tenía una hija. "Si no llego a tener la pareja que tengo ahora no lo hubiera hecho ni con 20 ni con 30 ni con 40", dice convencida. Cuando se van a vivir juntos deciden que van a intentar ser padres. Durante estos años los intentos de embarazo se interrumpen por la enfermedad y la muerte de su hermana y su padre. “Hicemos de cuidadores, era lo que queríamos hacer. Pensé que no iba a ser madre, pero no lo viví mal”, recuerda. Y pasan un par de años hasta que se plantea reanudar el proyecto de la maternidad. “No era una necesidad, pero nos hacía ilusión y podíamos hacerlo. El proceso ha sido increíble, parecía una carrera de obstáculos y ¡los íbamos pasando todos!”, dice ilusionada. Hace un año la ginecóloga les deseó feliz verano diciéndoles que el siguiente serían uno más, y ya están contando los días para conocer a su hija.
Madres y padres profesionalizados
La intensificación de la maternidad y paternidad supone la profesionalización del rol de madre y padre. “En muchos casos se encara la crianza desde un abordaje profesional”, comentan las investigadoras, informándose y preparándose desde el momento en que se decide que se quiere tener hijos: preparando el cuerpo antes de que llegue el embarazo, los cuidados durante el embarazo, las escuelas de padres… “Vuelve a ser un tema de clase. Estamos mirando estas decisiones reproductivas desde una perspectiva de grupo dominante, hay otras experiencias que no van en esta línea”, recuerdan las antropólogas, y apuntan a que las madres trabajadoras en condiciones precarias tienen menos reconocimiento social por su maternidad que las que tienen una carrera profesional por desarrollar.
¿Es necesario contárselo a los hijos?
El retraso de la entrada en el mundo laboral y la posibilidad de ser independiente hace que se llegue más tarde a la maternidad. Cuanto mayores, más habitual encontrarse con problemas de esterilidad y que los hijos sean fruto de un proceso de reproducción asistida. En estos casos, Marta Pujol, educadora sexual y afectiva, autora de El libro de Cambios. Un viaje por la pubertad , recomienda explicarlo a los hijos con naturalidad, independientemente del motivo por el que se haya hecho: “Es bueno que lo sepan, hay que dejar de lado el perfeccionismo y los ideales de cómo deben ser las cosas, que son los que después generan frustración y dramas personales innecesarios”. Es posible que la idea de explicarlo incomodio, fruto de creencias erróneas que pueden hacernos pensar que no es natural, pero cada vez existen más criaturas que existen gracias a la reproducción asistida. "Es una realidad extendida, no decirlo sería asíncrono", asegura la educadora.
¿Cuándo se explica? Desde el principio, así se naturaliza. Vale la pena aprovechar cuando los hijos muestran interés por cómo se hacen los niños y contarlo con un lenguaje adecuado a su edad. Expone tu caso, no es necesario informarles sobre todo el abanico de posibilidades existentes. “Hazlo, no es algo raro, es una opción más. Es importante resolver su inquietud porque lo que se esconde y no se explica se convierte en tabú”, recomienda Pujol.