Música e historia

Así se bailaban las habaneras, el reggaetón de la segunda mitad del siglo XIX

Sensuales y muestra del orgullo imperialista español, se convirtieron en un baile de moda en Madrid y Catalunya mucho antes de la independencia de Cuba

GeronaHoy en día, el sonido de una habanera nos remite al aroma de ron quemado ya un público nostálgico moviendo un pañuelo blanco al sonido de una guitarra y un acordeón en la playa de Port Bo de Calella de Palafrugell. Un grupo de pescadores evocando las historias de sus antepasados marineros en Cuba. A letras en catalán como Mi abuelo, que hablan de la derrota en la guerra colonial de 1898. Nos remite, en esencia, a la Costa Brava ya una noche de verano tranquila a orillas del mar. A canciones pasadas de generación en generación sólo por la memoria oral. Un conjunto de tradiciones que tienen muy poco que ver con el origen documentado de esta música, rescatado del olvido gracias a tres musicólogos gerundenses después de más de una década de investigación, tanto en Cataluña como en Madrid y París.

En el libro Las primeras habaneras en Cataluña. Imperialismo y sensualidad antes de 'Carmen' (Rafael Dalmau Editor, 2023), Anna Costal, Joaquim Rabaseda y Joan Gay nos trasladan a una segunda mitad del siglo XIX donde las habaneras se convirtieron en el baile de moda no solo en la Costa Brava, sino también en toda España. Un reggaeton de la época, en palabras de los autores, que escandalizó a eclesiásticos por la sensualidad con que se bailaba en pareja y que llegó a extenderse por todos los estamentos sociales. No solo las cantaban pescadores, taperos y marineros, sino también los obreros de las fábricas, los personajes de las zarzuelas, las cantantes profesionales, los músicos callejeros y también los hijos de las clases dirigentes.

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La habanera, más conocida entonces en Cataluña con el nombre de americana, se convirtió en símbolo de la música española en Europa en un contexto de construcción de los nuevos estados nación. Mucho antes del desastre de 1898 ya se bailaban habaneras. Y, de hecho, antes de Catalunya pasaron por Madrid. Fue en el contexto de la exaltación de la Guerra de África de 1859 que se convirtió en un gesto de orgullo nacional español. Si bien ahora pueden parecernos un distintivo de pescadores y marineros de la Costa Brava, entonces se convirtieron en un dispositivo político para mantener la imagen pública del imperio español, con Isabel II a la cabeza.

"En el Reino de España, los bailes de pareja de mediados del siglo XIX eran del centro y el este de Europa, como los valses, las polcas y los schottisches -explica Anna Costal, musicóloga y coautora del libro-. Y en ese contexto se busca un baile de moda que vuelva a ser propio y que evoque el peso colonial español. Porque no hay que olvidar que entonces Cuba es España. Las tres grandes capitales españolas son Madrid, Barcelona y La Habana". El Reino convierte así la habanera en el "dispositivo sonoro" de esta batalla ideológica para "transmitir la idea de un estado fuerte, bélico y colonial, ante las naciones del mundo".

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Pla, Montsalvatge y la posguerra

¿Pero por qué hoy nos ha llegado una tradición tan diferente? ¿Por qué situamos hoy el origen de la habanera en la Costa Brava? Por eso hay que remontarnos apenas terminada la Guerra Civil Española, en la primavera de 1939. El compositor Xavier Montsalvatge, después de haber luchado en el bando sublevado, pasa varios días de Semana Santa en Calella de Palafrugell, donde redescubre las habaneras que había conocido a través de la música francesa. Volverá en invierno de la mano de unos amigos que trabajaban en la revista Destino. Tenían la intención de anotar el repertorio que cantaban los pescadores en las tabernas. Entonces las habaneras les parecieron "todo un mundo de imágenes ultramarinas, de acentos cándidamente sentimentales, de cadencias expresadas sencillamente, sin otro propósito que columpiarse en la embriaguez de los ritmos y de los evocadores textos en verso".

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Fue así como Josep Pla organizó varias sesiones con pescadores en su masía de Llofriu. De entonces, Montsalvatge recordaba que les costó que los pescadores les cantaran habaneras, porque preferían mazurcas, chotis o zarzuelas. Pero, a su juicio, las habaneras representaban un tesoro oral que podía caer "sin remedio en el olvido". El resultado de aquellos encuentros se plasmó poco después en Álbum de habaneras, donde el escritor Néstor Luján imaginaba, como una conjetura, los orígenes antillanos de la habanera. "Pensaban que la habanera era sobre todo un patrimonio oral, una música cubana llegada a las playas de la Costa Brava en un pasado impreciso y que los pescadores seguían recordando", señalan los autores del libro, que rompe tópicos sobre el origen de este género musical. "Más de setenta años después, nadie ha podido demostrar que las habaneras llegaran de Cuba al Empordà en barco", añaden.

De hecho, la típica habanera en catalán Mi abuelo no la compuso Josep Lluís Ortega Monasterio hasta 1968, dos años después de la Primera Cantada de Habaneras de Calella de Palafrugell, que supuso el resurgimiento del género. Pocos de los presentes sabían entonces que el momento álgido de la habanera había sido en realidad un siglo antes, durante la década de los 60 del siglo XIX. ¿Por qué Pla y Montsalvatge habían buscado recuperar este género justo terminada la Guerra Civil? Joan Gay, musicólogo y coautor del libro, apunta sobre todo a "la espiral de silencio" obligada por la dictadura. España, en 1939, salía de una guerra sangrienta y "las canciones sobre Cuba permitían una huida hacia el pasado en un contexto en el que no se podía hablar de lo que acababa de ocurrir". "Como eran cantadas en castellano, también permitían la construcción de un relato cultural y cubrir los silencios de la guerra", añade.

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Si a Montsalvatge le costó encontrar pescadores que le cantaran habaneras fue porque era un género que había ido cayendo en el olvido, según la hipótesis de los tres autores del libro. Los años 20 del siglo XX, después de la Primera Guerra Mundial, hubo un "choque cultural" con la entrada del jazz y el swing, así como el charlestón y el foxtrot, relata Joaquim Rabaseda, coautor del libro. Es el momento de la "globalización de masas" con la irrupción también de la radio y la habanera va quedando relegada, aunque durante mucho tiempo sigue siendo un símbolo musical español en toda Europa. Tal y como hoy relacionamos un tango con Argentina, a finales del XIX en Europa esto ocurría con la habanera y España.

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La Guerra en África

La búsqueda del libro sobre los inicios de la habanera comenzó en el 2010 con lo que los autores llaman "la piedra de Rosetta" de su investigación. Gay y Rabaseda, preparando un libro sobre el músico Llorenç Pagans, encontraron en la biblioteca del Casino de Girona la única partitura encontrada y datada en Cataluña de una habanera escrita en La Habana. Y era de 1850, mucho antes de la independencia de Cuba. "Nos dijimos enseguida: esto es para Anna", coautora también del libro. Ella entonces investigaba el pasado republicano federal de las sardanas durante las décadas de los 60 y 70 del siglo XIX -cuando se bailaban en plaza sardanas al son de la Marsellesa o el Himno de Riego- y no hacía sino encontrarse habaneras o americanas, como se llamaban en Cataluña.

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"Los años 60 y 70 del siglo XIX son una época muy desconocida de la historia española -señala Costal-. Se nos hace muy difícil contar la historia de Catalunya antes de la Renaixença. Es una época marcada por la lucha entre muchas ramas liberales". En este contexto es necesario entender el surgimiento de la habanera. Sobre todo a raíz de la Guerra de África, entre España y el sultanato de Marruecos, entre 1859 y 1860. En aquella expedición tuvieron gran importancia para la victoria dos generales catalanes, Joan Prim y Antoni Ros de Olano, además de la movilización de una tropa de unos 500 voluntarios catalanes. El día que se marchaban a la guerra, los estudiantes de la Universidad de Barcelona pidieron banderas españolas para ir a despedirles. Y una vez salieron victoriosos en Tetuán, se organizaron actos festivos por Catalunya.

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"Si bien en los años 40 y 50 de ese siglo las habaneras para bailar habían sido exclusivas de las élites, su repentina irrupción entre las clases populares tuvo una motivación patriótica: la alegría desencadenada de los voluntarios catalanes que en abril de 1860 volvían de África orgullosos de haber vencido a los moros al grito de "despierta hierro"", relata el libro. Según los autores, la guerra contra Marruecos había reavivado el espíritu imperialista y la americana representaba simbólicamente el glorioso pasado del Reino de España en América. "Hay que tener en cuenta que Fernando VII, en pocos años, pierde todo Latinoamérica menos Cuba, Puerto Rico y Filipinas", añade Costal.

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Con esta búsqueda, Las primeras habaneras en Cataluña quiere contribuir sobre todo a "ampliar la imagen estética" que se tiene hoy de este género musical más allá de lo que se consolidó durante la posguerra y con la Primera Cantada de Habaneras de 1966, en palabras de Rabaseda. Por eso retrocede más de un siglo atrás. El libro, fruto de una investigación financiada por la Fundación Ernest Morató y el Ayuntamiento de Palafrugell, se presentó en diciembre en la librería Nollegiu de Palafrugell y en la Ona de Barcelona. Este jueves se presenta en la Biblioteca Pública Arús de Barcelona a las 18.30 hy el 20 de febrero a las 19 h en el Centro de El Foment de Girona, con la organización de Les Voltes.

Una danza moderna, sensual y con protagonistas femeninas

Si bien hoy, cuando imaginamos un grupo de habaneras, sobre todo pensamos en hombres cantando, a pesar de que nuevos grupos femeninos han irrumpido en la escena como Les Anxovetes , en el siglo XIX muy a menudo las habaneras las cantaban protagonistas femeninas. Es el caso de la ópera de Carmen , de Georges Bizet, que entra en escena al ritmo de una habanera. "Cuando en 1881 se representó por primera vez en Barcelona , Célestine Galli-Marié, la misma mezzosoprano que la había estrenado seis años antes en París, cautivó al público -explica el libro-. Su potente presencia escénica se vio reforzada por un ritmo que los catalanes conocían, cantaban y bailaban desde hacía décadas".

Pero antes de Carmen y su forma cantada, la habanera fue "un bailable lento, exótico y español". Permitía intensificar el grado de intimidad y el erotismo de los bailes que se celebraban en teatros, lonjas, salones, carpas, plazas, calles y otros espacios al aire libre. "En el vals hay mucho movimiento, pero poco contacto -detalla Costal-. En cambio, en la habanera los textos de la época señalan que hay mucho contacto entre la pareja en poco espacio".

Así se explicaba en 1868 el contraste entre el vals y la habanera en el periódico El Ampuranés de Figueres: “ El vals tiene algo de fantástico; fatiga el cuerpo y refresca el alma. Valsar es soñar teniendo el ángel aprisionado por la cintura [. ..] .. Tampoco resistió a las habanereas y me declaré partidario en un todo a esas danzas modernas que la indolencia americana ha transportado a nuestra Península. hombros y desmayarse el uno encima del otro, es sacundir por momentos los lazos que unen al mundo real para fraternizar con halagueñas ilusiones ”.

Así es como el padre Claret, confesor de Isabel II, cargaba contra este tipo de bailes en todo tipo de textos sin mucho éxito. En el salón Capellanes de Madrid, que ocupaba un antiguo edificio de monjas desamortizado, se organizaban todo tipo de bailes frecuentados por modistos, un oficio que permitía la emancipación de las mujeres, y "el baile preferido" eran las habaneras.