Violencias machistas

Las chefs que han salido de la violencia machista

Un programa de la conselleria de Igualdad forma a un centenar de supervivientes para que entren en el mercado laboral como vía de recuperación

Sant Adrià de BesòsDía de entrega de diplomas para las 26 mujeres que han realizado el curso para ser auxiliar de cocina. Hay nervios, ilusión y alguna lágrima que escapa de emoción porque para las alumnas, más allá de las 275 horas de formación en seis meses, la experiencia les ha dado sobre todo “fuerza”, “confianza” y un poder llamarse "lo has conseguido" porque han trabajado en él las habilidades personales, competencias digitales y de búsqueda activa de empleo.

Todas son supervivientes de las violencias machistas (incluida la de tráfico de personas) que han luchado durante estos seis meses de clases tanto contra “los prejuicios” de la sociedad que las cuestiona porque aguantaron tanto junto a su agresor, como contra sus propios “miedos y prejuicios”. Una de las características de la violencia machista es que el maltratador aísla a sus víctimas de amistades y familia y las cierra entre las cuatro paredes de casa.

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Es lo que le pasó a TF, de 31 años, que pasó años sintiendo que no servía para nada y que no era nadie. "Al final te lo acabas creyendo", explica con un discurso muy bien trabado y una actitud positiva ante la vida. Quiere seguir estudiando, trabajar en una cocina profesional y, por qué no, abrir un restaurante. "Aquí nos han dado la oportunidad de querernos". El curso está organizado por la conselleria de Igualdad y Feminismos y lo ha gestionado la Fundación Formación y Trabajo, con fondos europeos Next Generation que permiten que las 99 participantes en toda Cataluña reciban una beca entre los 400 y 700 euros en formaciones para personal de almacén, programación, instalación de placas fotovoltaicas o comercio, aparte de la cocina.

Evitar abandonos

El dinero sirve para ayudar a estas mujeres a ganar autonomía personal, pero también contribuye a “la adherencia” al programa para evitar que haya bajas, detalla Laia Rosich, directora general para la erradicación de las violencias machistas. De las 41 participantes que empezaron en otoño, sólo tres han sido baja, lo que se considera un éxito.

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A Elena Ujer, de 48, le puede la emoción del momento. Cuando le hablaron del programa SEQUOIA, en un paralelismo de resiliencia entre este gigante árbol y la fortaleza de las mujeres, se le “volvió a abrir el mundo”. Primero, porque ha coincidido con otras mujeres que han pasado por circunstancias parecidas a la suya y le han hecho sentir que no está sola y, segundo, porque ha aprendido a valorarse. “Yo no sabía ni coger el metro, me daba todo miedo y ahora ya voy sola hacia aquí y allá”, afirma. Las prácticas las realizó en un hotel de lujo del Fòrum, donde explica que todos sus compañeros la hicieron sentir cómoda en el estresante ritmo de una cocina.

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Éste es el gran objetivo marcado en las bases del programa europeo, que más de la mitad de las mujeres participantes entren o retornen al mercado laboral ordinario. Para Rosich, las empresas deben “perder el miedo” a contratar a estas mujeres y recuerda que cuentan con herramientas como el teléfono gratuito del departamento, 900 900 120, para recibir asesoramiento en caso de dudas. Una vez terminadas las clases, empieza la segunda parte de acompañar a las mujeres a buscar trabajo. parte gracias a la formación y al hecho de que el hotel donde ha realizado las prácticas le ha prometido trabajo. "Estoy muy contenta porque me han valorado y eso me ha ayudado a sentirme útil y válida", afirma con una gran sonrisa imaginándose como jefe de cocina. Confiesa que mirándose en el espejo de casa se dice: "Valentina, tú eres fuerte, tú puedes".

Entre las lecciones de cómo coger un cuchillo o hacer una receta, las alumnas han cerrado filas unas con otras y juntas han "superado retos para pasar de pantalla", detalla Ana Pérez, técnica del programa, que añade que es un proceso en el que "se demuestran a ellas que son capaces" de salirse con un trabajo en equipo. Además, muchas encuentran por primera vez un lugar seguro para soltar traumas y darse cuenta de que "merecen" que les pasen cosas buenas, después de años de sufrir violencia. "Mi hija dice que ahora me ve más fuerte y feliz", afirma TF, quien lamenta que a lo largo de todo el proceso se ha encontrado con jueces o policías que en algún momento le han juzgado por no haber dicho lo suficiente antes. "Nos ven como víctimas y nosotros, ya no somos víctimas. Somos supervivientes", termina.

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