

La condena e inhabilitación de Marine Le Pen por fraude en la contratación de asistentes al Parlamento Europeo supone un nuevo terremoto en la política francesa, ya de por sí suficientemente debilitada en su sistema de partidos y en su gobernanza. Y, de paso, en la europea, donde el auge de la extrema derecha amenaza la estabilidad y viabilidad de la Unión y pone en duda el frente anti-Putin. Si, por un lado, parece muy improbable que la sentencia pueda revertirse para hacer que la líder de Reagrupamiento Nacional (RN) tenga la posibilidad de presentarse a las elecciones presidenciales del 2027, por otro resulta evidente que tanto ella como su partido harán –ya han empezado a hacer– lo necesario para buscar un efecto boomerang. Aunque sea evidente que su líder ha quedado personalmente tocada, es temprano para dar por tocados y hundidos tanto a Reagrupament como a ella misma.
De hecho, visto el caso del presidente estadounidense Donald Trump, que a más sentencias en contra acumulaba mayor popularidad obtenía, hay razones para pensar que la situación podría reforzar el apoyo de los fieles a un RN dirigido todavía por Le Pen, aunque no pueda optar a la presidencia. Su delfín, Jordan Bardella, lleva tiempo en la parrilla de salida. No tiene, ni mucho menos, la popularidad de ella, pero es presidente del partido y encabeza el grupo en la Eurocámara. Y está también Louis Aliot, el alcalde de Perpiñán y vicepresidente de RN, condenado por el mismo caso pero de momento no inhabilitado. Dos nombres fieles que Le Pen puede utilizar y que incluso le podrían garantizar volver por la puerta grande en el 2032.
Desde Europa, los líderes de la ultraderecha continental –salvo la italiana Meloni, que va por su cuenta– han salido en tromba a apoyarle. Sintomáticamente, también lo ha hecho el Kremlin. Tanto Moscú como los otros liderazgos afines (Orbán, Wilders, Abascal, Salvini...) se han pronunciado en defensa de una democracia que, con Le Pen como chivo expiatorio, ven amenazada por los jueces. "Je suis Marine", ha tuitat Orbán. No és nou, aquest capgirament discursiu dels que, tot i estar protagonitzant un afebliment de l'estat de dret, aprofiten l'avinentesa per abanderar les idees de democràcia i llibertat. Sens dubte, en el context de la guerra d'Ucraïna, a Putin li va molt bé posar en qüestió la democràcia a Europa, amb Le Pen com a víctima: aquest és el missatge que s'ha fet i es farà circular fins a l'avorriment. I ja se sap que en temps de desconcert el victimisme acostuma a funcionar.
A França, els partits tant a la dreta com al centre i l'esquerra farien bé de posar-se les piles per fer front a la nova demagògia de l'extrema dreta lepenista, que voldrà posar en dubte la credibilitat del sistema republicà. Amb una dreta encara en estat de xoc, amb un Macron jugant la carta internacional per salvar-se, i amb l'esquerra també dividida i sense lideratges atractius, una Le Pen autoconvertida en víctima no serà fácil de combatir. Y más cuando, a corto plazo, se abre la incógnita de si RN puede apoyar una moción de censura para derribar al gobierno de Bayrou. La inestabilidad está servida en la República Francesa, lo que no hace más que debilitar a Europa.