Pactos de estado y otras bestias imaginarias
Una máxima en política es que cualquier acercamiento entre el principal partido de gobierno y el de la oposición es que el objetivo compartido no debe ser en ningún caso alcanzar un acuerdo para pactar una política común, sino poner en evidencia al otro y que quede retratado como miserable que no sabe anteponer el bien común a lo particular. Los aranceles son la nueva pista de circo donde se ejecuta esta mala función. El País, por ejemplo, titula así en portada: "Sánchez negocia el decreto de ayudas con el PP, que exige cambios". Es una frase que atribuye generosidad a los socialistas y rigidez a los populares. Para La Razón, lo inflexible es Sánchez, en cambio: "El gobierno rechaza las medidas del PP para el pacto arancelario". Y, como era de esperar, El Mundo lo pinta con colores aún más oscuros: "Sánchez evita al PP pese al riesgo «significativo» para el empleo". Es decir, no sólo evita a Feijóo, sino que su actitud soberbia pone en riesgo el puesto de trabajo de ve a saber cuántos ciudadanos. Otros medios peninsulares que intentan simular que las intenciones del PP son bonhomiosas y honestas son El Diario Montañés ("Feijóo tiende la mano a Sánchez para consensuar y «mejorar» el plan de ayudas a los sectores más afectados por la guerra comercial") o El Norte de Castilla ("Feijóo aparca el frontismo y alarga la mano a Sánchez para acordar un plan"). Por supuesto, son medios conservadores.
Se produce entonces una interesante paradoja. Como si fueran simpáticos níscalos, comienzan a aflorar editoriales y espacios de opinión en los que se critica al gobierno por su incapacidad de alcanzar pactos de estado en asuntos importantes. Pero, al mismo tiempo, las piezas informativas resultan perfectamente sesgadas y básicamente se dedican a polarizar, que es uno de los factores que impide el acercamiento que presuntamente quisieran promover. Es exactamente tener dos manos izquierdas. O dos derechas, más bien.