Trump debe estar viviendo los días más felices de su vida. Tú todo, todo el mundo habla de él. El comercio global, la economía mundial, las relaciones internacionales giran a su alrededor. Tiene el mundo yendo de cabeza y bailando al son de su flautín.
El día de la célebre reunión con Zelenski comentó ante las cámaras que ese espectáculo penoso de los dos contra uno haría buenas audiencias en televisión. Es su obsesión, ocupar todo el espacio mediático. Pero lo de ahora es aún mayor, porque si lleva una semana en que está abriendo informativos y monopolizando tertulias y artículos de opinión es porque ha ordenado una subida de aranceles que está hundiendo bolsas, destrozando planes de pensiones, haciendo pedazos planes de negocio, enfrentando a Estados Unidos con todo y todo el mundo. Se siente todo el mundo, de esta decisión suya. ¿Puede haber mayor placer para una personalidad patológica? Su visión de un mundo haciendo cola para chuparle el culo (y todo el mundo imaginando el culo de Trump) y para suplicarle un acuerdo es antológica, porque opta a convertirse en la frase icónica de su reinado, vulgar y grosero y, precisamente por eso, directo al corte de voz de los informativos que no pueden estar, y directo, también, al entendimiento de losrednecksque le han votado. Nadie ha visto una presidencia americana tan disruptiva en el peor sentido de la expresión, es decir, peligrosa. El 2020 fue el año de la pandemia. En 2025 le recordaremos como el año de los aranceles de Trump. Y espérate.