Con atención y orgullo los poderosos ciudadanos eligen y barajan

Una cepa de xarel·lo de Les Vistes, una de las fincas de la bodega Esteve y Gibert Esteve y Gibert.
08/04/2025
2 min

Si te pones a pensar en los aranceles piensas que puede ser bueno, que está bien, que los tomates que utilizo yo sean de aquí y que el trigo que utilizas tú sea de allá. Que es absurdo ese viaje.

Pero, claro, piensas en la comida. La comida de cada día, lo que nos alimenta, sin pretensión alguna –y todas–, lo que nos explica. La planta que vive aquí, el animal que se la come. Basta problemas tenemos con las especias invasoras, como el mosquito tigre o el caracol manzana. No piensas en los productos de lujo. El vino, los coches, los libros, las series.

Yo quiero tener al alcance vino de Borgoña y quiero pagarlo al precio que toca, porque no es de aquí, y quiero foie y quiero quesos del mundo y quiero mango y quiero de todo con los límites al respecto. Pero no quiero en absoluto tener vino de Borgoña y no tener vino de la Terra Alta, de Alella, del Penedès, del Montsant, del Priorat, de la Conca... Quiero que en Barcelona y en Tarragona (ciudades con cruceristas) haya estos vinos a copas. Todos. ¿Cómo lo hacemos, señores inversores? Quiero que la clotxa, que la ternera con setas, que el fricandó estén por todas partes. Escribiré con mayúsculas lo que quiero: quiero habas y guisantes CON NATURALIDAD. Como en Italia, como en Asturias, como en el País Vasco.

Los aranceles son una oportunidad para obligarnos a disfrutar de nuestra tierra de maravillas. Tenemos uno de los recetarios más antiguos de Europa. Tenemos unas variedades vinícolas (la taladrado, la xarel·lo, la mandón, la garnacha, la parellada, la macabeo...) únicas en el mundo. La emergencia es máxima y nosotros, como ciudadanos, tenemos una obligación de que es a la vez un goce, un deber, un honor. Debemos transmitir. Con naturalidad y orgullo, como los vascos, asturianos, borgoñones. ¿Acaso debe perderse el fricandó? Estemos atentos al placer y al deber.

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