¿Quién está dispuesto a morir por la patria, hoy?


Dulce et decorum est pro patria mori, escribía Horacio. "Dulce y honorable es morir por la patria". Sin embargo, en este clima europeo favorable a hacer crecer las capacidades de seguridad y defensa con grandes incrementos del presupuesto militar para los próximos años, ¿por qué no se habla también de la necesidad de tener más efectivos? Si se quiere, dicho grosso modo, ¿cuál será el incremento de la demanda de soldados dispuestos a morir honorable y dulcemente por la patria?
Se calcula que los actuales efectivos en Europa, tanto de países miembros de la OTAN como no, son un millón y medio. Unos 200.000 en Francia y Alemania, y unos 120.000 en Italia y España. No es fácil comparar países en este terreno debido a las diversas estructuras de defensa. Por ejemplo, por el papel y las cifras de reservistas. Los Estados Unidos de América podría tener 1,35 millones de soldados, con 800.000 reservistas y 440.000 miembros de la Guardia Nacional. Rusia, un millón de militares profesionales y dos millones de reservistas que pueden ser movilizados, sin contar a los mercenarios norcoreanos.
En la Unión Europea se prevé incrementar el gasto en defensa de los 200.000 millones de euros anuales actuales hasta unos 350.000. Un 2% del PIB, como pide la OTAN. Aunque el acento siempre se pone en la fabricación de armas y tecnología militar, respetando esta proporción de gasto, harían falta entre medio millón y un millón más de soldados. Y, a diferencia de hasta ahora, deberían ser reclutados en la perspectiva de una previsible intervención en futuras guerras. He aquí, pues, el sentido de mi pregunta. Cuesta imaginar que haya jóvenes interesados en incorporarse al ejército para satisfacer la demanda creciente. Y más concretamente, no parece que haya jóvenes –y no tan jóvenes– dispuestos a arriesgar la vida, si no por la patria, sí por los llamados valores occidentales, por la democracia, por la libertad, por la prosperidad y los derechos sociales.
En nuestro país, más que a Horacio se ha hecho caso a Brecht: "Es mucho más dulce y más honorable vivir por la patria". Ahora mismo, ¿quién puede sentirse interpelado por aquellos himnos que habíamos tenido que cantar quienes todavía hicimos la mili sobre el orgullo de morir por su patria? ¿Quién se emociona con el juramento de bandera española de 1981, todavía vigente?: "¿Juráis por Dios o por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción su Bandera, obedecer y respetar al Rey y a vuestros Jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía e independencia de la Patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento constitucional, hasta la última gota de vuestra sangre?"
¡Trasladémoslo a nuestro país, donde hasta hace cuatro días se luchaba cívicamente por otra soberanía y otra independencia, y que se abandonó justo por la advertencia de que podría haber muertos! No he encontrado cifras de vocaciones militares, pero gracias a las encuestas realizadas por la Sociedad de Estudios Militares desde 2017, con cifras crecientes cada año, sabemos que en la de 2024 la mitad de catalanes piensan que una Catalunya independiente debería tener ejército, y un 40%, que no. Sabemos que son especialmente partidarios de ello los jóvenes de 16 a 29 años, un 60%. Y, además, sabemos que dos tercios de los catalanes son partidarios de que participara en misiones de paz internacionales. ¡Nada mal en un estado en el que la confianza en el ejército es de las más bajas de Europa, y para un país como el nuestro, que la propaganda suele presentar como pacifista!
El clima poco o muy justificado de amenaza prebélica podría cambiar las ganas de morir por la patria. Un cambio, sin embargo, que no me atrevo a pronosticar en qué sentido irá. Para los catalanes, además, si fuera por la nuestra, se trataría de morir por una patria incierta, a medias y que nadie reconoce. Y no digo nada de si perder la vida tuviera que ser por un patriotismo europeo ahora en crisis, si es que alguna vez ha existido. Las razones que hicieron posible que cuatrocientos mil jóvenes estadounidenses –trescientos mil, muertos directamente en la batalla– estuvieran dispuestos a morir en la Segunda Guerra Mundial luchando por su patria y contra un fascismo que apenas afectaba a su territorio ahora mismo son incomprensibles a nuestros ojos.
La pregunta, pues, es con quién contaremos ahora para defender un hipotético frente de guerra. ¿Quizás con aquellos que, desde la extrema derecha, defienden un patriotismo apolillado? ¿O recurriremos a un ejército de mercenarios, con la incorporación de inmigrantes –en Francia, la prestigiosa Legión Extranjera cuenta ya con cerca de 10.000 efectivos– a cambio de darles la nacionalidad, como ya se hace en España?
Cada vez que anuncien más presupuesto para defensa que nos digan también, por favor, cuántos más soldados habrá que preparar para la guerra.