Fernando Grande-Marlaska en Madrid el 8 de abril.
24/04/2025
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Como juez, Fernando Grande-Marlaska es recordado por varios hitos. Tal vez la que más impresione es que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos haya condenado a España hasta cinco veces por torturas a detenidos en procesos liderados por él. En consonancia con este currículo, como ministro también ha sido el responsable político de un hecho sangriento como la masacre de migrantes en la valla de Melilla, el verano de hace tres años, o de un escándalo mayúsculo como el espionaje a políticos con el programa Pegasus, que afectó principalmente a otros personajes involucrados en el Procés català Marlaska, siguiendo por la ministra de Defensa Margarita Robles y terminando por su jefe, el presidente español Pedro Sánchez.

Son episodios oscuros que Marlaska ha logrado cerrar (aunque fuera en falso) y salir vivo políticamente, a pesar de haber hecho pasar a los gobiernos de coalición del PSOE con Podemos, y del PSOE con Sumar, algunos de los momentos más críticos de su trayectoria. Marlaska ha sido y es pieza de caza mayor para la derecha ultranacionalista del PP y Vox, no sólo porque el ministerio del Interior es uno de los que representan el verdadero poder del estado, el poder con mayúsculas, sino porque la suma de sus características –desde su condición de juez estrella fustigador del particular abertzale (él envió el hecho ser homosexual– lo convierte en objeto de deseo para la derecha y en una figura contradictoria e incómoda para la izquierda. El ministro o la ministra de Interior debe ser alguien dispuesto a trabajar con las cloacas del estado, pero la dureza de Marlaska y su agilidad y frialdad mental (no es un producto de partido como Zoido, ni un fanático como Fernández Díaz, sus antecesores en el cargo) no tienen miramientos ideológicos ni demasiados escrúpulos.

Ahora ha vuelto a ser protagonista de una gran controversia debido a una gran compra de munición (quince millones de balas) en el gobierno de Israel, destinada a la Guardia Civil, y hecha a escondidas de los socios de gobierno de los socialistas, Sumar, por los que Marlaska ha demostrado siempre un respeto y una atención nulos. La reacción a los medios ya la opinión pública ha hecho revertir esta compra, y veremos si las consecuencias políticas para Marlaska se detienen en la descalificación por parte de Sánchez y del gobierno o si llegan más allá: en cualquier caso, entre la maniobra turbia de Marlaska con las balas y el anuncio de una inversión de 10.000 millones de euros. Comisión Europea, la OTAN y Trump, Sánchez ha hecho una semana de mascar arena, completada por las críticas por su no asistencia al funeral del Papa este sábado. Por cierto, y como curiosidad: según la web de Moncloa, la Guardia Civil cuenta ahora con 81.995 efectivos, que tienen fuertemente regulado y restringido el uso de las armas de fuego. Con diez millones de balas, les sale a unas 182 balas por agente. ¿Serán muchas o pocas?

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